29.3.16

el mejor del programa Apolo

el mundo

En una entrevista realizada en las oficinas de la NASA en Washington el 23 de septiembre de 1971, el día antes de abandonar esta institución, Neil Armstrong fue preguntado sobre quién, a su juicio, y después de todos sus años en la NASA, había sido la persona que él más destacaría en talento y habilidad; Neil Armstrong sonrió y contestó sin pensar "Emil Schiesser, siempre votaría por Emil".

Emil Ray Schiesser murió este 16 de marzo a los 79 años.

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En 1962 el Space Task Group se trasladó al Manned Spacecraft Center de la NASA en Houston, el centro que hoy recibe el nombre de Lyndon B. Johnson Space Center. Emil nunca había oído si quiera hablar de Houston y tuvo que buscar dónde estaba en un mapa. Su campo de especialidad dentro de la navegación era la determinación de órbitas y trayectorias, y en este centro llegó a ser el jefe de la sección de análisis matemático y, posteriormente, de la sección de determinación de órbitas, ambas parte de la legendaria Mission Planning and Analysis Division, o MPAD (pronunciado 'empad'), absolutamente clave en la conquista lunar.

Cuando se envió a la Luna el Apolo 8 en 1968, la primera misión tripulada en abandonar la influencia terrestre y en visitar nuestro satélite, todo el mundo estaba nervioso. Los pesos pesados del programa espacial, Goerge Mueller, Bob Gilruth y Chris Kraft, hicieron su aparición en los puestos de control de vuelo encargados de la trayectoria "¿cuán seguros estáis de que no vayan a impactar contra la Luna?". El Apolo 8 con sus tres tripulantes (Frank Borman, Jim Lovell y Bill Anders) debían entrar en la vecindad lunar a tan solo 110 km de la superficie después de un trayecto de 380.000 km desde la Tierra. Un error de una centésima de grado en la trayectoria supondría problemas.

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Es imposible relatar todas las aportaciones que Emil hizo al programa espacial tripulado en materia de navegación, y que le llevaron a recibir, entre otros reconocimientos, el premio Thurlow de navegación por su papel en el diseño de las trayectorias en Apolo. Pero, de todas ellas, la que más destaca a nivel histórico fue la de ser la persona que ideó la manera de poder realizar un aterrizaje de precisión en la Luna, un pinpoint landing.

A pesar de que el alunizaje del Apolo 11 había sido todo un éxito, el módulo lunar Eagle había aterrizado en la Luna con un error de algo más de 6 km. Ese desempeño no era aceptable si se pretendía aterrizar cerca de objetivos específicos de interés científico. La dirección de la NASA quería que en el siguiente vuelo, el del Apolo 12, se consiguiera alunizar con precisión. Y tan solo faltaban 4 meses para su lanzamiento.

Todo el mundo empezó a pensar en el asunto. Se dispusieron grupos de trabajo donde abundaron ideas que siempre se veían impracticables por algún motivo. El problema no era trivial: ¿cómo podía saber el módulo lunar dónde estaba con gran precisión en la vecindad de la Luna? La Luna estaba repleta de zonas con mayor concentración de masa que otras, los famosos mascons; era irregular en su interior y eso perturbaba las órbitas y las trayectorias de vuelo. Parecía imposible reducir el error en el alunizaje. No se podría conseguir, menos en tan poco tiempo.

Entonces, Emil Schiesser propuso algo insólito. Mientras el pensamiento generalizado era el de cómo caracterizar y modelar fidedignamente los mascons de la Luna para tenerlos en cuenta en la navegación, Emil propuso olvidarse de ellos directamente. Su idea era la de modelar la trayectoria de descenso del módulo lunar sin tener en cuenta los mascons, como si no existieran. Una vez que la nave hiciera su aparición en el horizonte lunar en su descenso hacia la superficie, esta se estaría dirigiendo momentáneamente en un sentido de aproximación a la Tierra, condición idónea para utilizar la Red de Espacio Profundo (DSN, Deep Space Network) para determinar su distancia y velocidad (esto último gracias al seguimiento Doppler) de forma que se conocería su navegación comparada con la esperada sin mascons y otras posibles perturbaciones (que eran varias). La diferencia entre la navegación a bordo y la obtenida gracias a la DSN daría el error en posición: la diferencia entre dónde la nave creía que estaba y dónde estaba realmente. La computadora no podía actualizar su navegación a partir de datos exteriores (lo que era parte del problema), con lo que los astronautas introducirían el error en la computadora como un cambio en el lugar de aterrizaje: la engañarían para decirle que el punto de alunizaje había cambiado en una cierta distancia, aunque siguiera, en realidad, siendo el mismo.

La idea fue "outstanding", sublime, en palabras de los responsables de la NASA. Era elegante y simple conceptualmente, aunque solo después de haberla oído. Pero había que ponerla en práctica, generar los algoritmos para el centro de control en Houston, para la computadora de guiado en el módulo lunar, y para las antenas de la red de seguimiento en el mundo, una de cuyas estaciones estaba, por cierto, en Madrid, y sigue en Madrid, en Robledo de Chavela. La tarea era enorme para ponerla a punto en cuatro meses, pero era factible.

Durante el descenso del módulo lunar Intrepid del Apolo 12, Emil y otros dos ingenieros estuvieron en el control de la misión y fueron los responsables de calcular el valor de ese error que la computadora del módulo lunar debía tener en cuenta para alunizar junto a su objetivo: el Surveyor III, una sonda que se había enviado a la Luna en 1967. Después de recibir los datos de la red de espacio profundo y de la nave, Emil y sus dos ayudantes calcularon aquel valor (a mano), lo retransmitieron al oficial de dinámica de vuelo, de ahí fue al comunicador con la nave, y finalmente Alan Bean, el piloto del módulo lunar, lo introdujo en la computadora de a bordo.

Al cabo de un rato, la tripulación podía ver el Surveyor III y comprobaba cómo la nave se dirigía hacia él mientras el comandante Pete Conrad se maravillaba "¡Está ahí, justo en medio! ¡No lo puedo creer! ¡Maravilloso! ¡Fantástico!" Podría haber aterrizado encima del Surveyor III, con 0 metros de error. Cuando Conrad asumió el control manual, posó el Intrepid a una distancia prudente para no dañar la sonda y en un lugar seguro para el módulo lunar, a tan solo 164 metros de su objetivo. Emil Schiesser lo había hecho otra vez. Su idea había sido brillante.

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EDUARDO GARCÍA LLAMA
“Adiós a Emil Schiesser, el 'mejor del programa Apolo'”
(el mundo, 29.03.16)

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