20.7.16

dentales

la nación

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Se sabe que ya en el 700 a.C los etruscos fabricaban prótesis con puentes de oro. Los dientes se tallaban de hueso o marfil, o procedían de otros seres humanos, cuenta Graham Norton, en ¡Eureka! Historia de la Invención (Labor, 1975).

Se dice que la principal preocupación de los habitantes de la París medieval era el dolor de muelas. Pero hubo que esperar hasta fines del siglo XVII para que las clases adineradas pudieran lucir dentaduras postizas en las que a veces se encastraban dientes naturales vendidos por otros que no habían sido tan favorecidos por la Rueda de la Fortuna.

Al parecer fue Pierre Fauchard, al que se considera el padre de la odontología moderna, el que logró los primeros progresos hacia una dentadura postiza más funcional. Lo hizo al sentirse horrorizado por los padecimientos de las mujeres públicas, que llegaban a permitir que les perforaran las encías con ganchos para sostener la prótesis superior. Y hasta estuvieron en boga los “trasplantes de dientes” que exigían arrancar los de un dador para luego introducirlos a presión en el hueco preparado en la mandíbula del receptor.

Poco antes de la Revolución francesa, se inventó la dentadura de porcelana de una sola pieza y luego se mejoraron las piezas dentales artificiales. Pero el paso crucial se produjo cuando Charles Goodyear (descubridor del caucho vulcanizado, con el que actualmente se fabrican desde neumáticos hasta preservativos) desarrolló la vulcanita, compuesto de caucho endurecido con azufre, barato y fácil de moldear. “A partir de una impresión de la boca, se colocaban los dientes en un «facsímil» de encía hecho de ese material. Así, al mejorar la adaptación, las dentaduras superiores se mantuvieron en posición por sí mismas”, asegura Norton.

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NORA BÄR
“Come en casa Borges”
(la nación, 15.07.16)

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