4.7.16

la sensación de que las cosas empeorarán

la nación

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Seis años atrás, John Brockman, editor del medio Edge.com, publicó un libro con 125 ensayos cortos, escritos por varios de los pensadores más influyentes del mundo, que intentaron responder la pregunta: “¿Qué lo va a cambiar todo?” Los textos tuvieron autores de la talla de Richard Dawkins, Ian McEwan, Nassim Taleb, Steven Pinker, Freeman Dyson y Jared Diamond, entre otros.

La mayoría de las respuestas llegó desde el campo de la inteligencia artificial, la biología sintética, la física y la astronomía (la respuesta más repetida de qué lo cambiará todo fue la del descubrimiento de inteligencia más allá de la Tierra).

Uno de los que se apartó de estas regularidades del avance científico fue el artista, músico y compositor Brian Eno, quien produjo además discos de U2, Talking Heads y Coldplay. La respuesta de Eno a ¿Qué lo cambiará todo? fue “la sensación de que las cosas empeorarán”. “Lo que lo cambiará todo no es un pensamiento, sino un sentimiento”, arriesgó.

Para Eno, “el desarrollo de la humanidad hasta ahora fue motorizado por la idea de que las cosas, con una probabilidad alta, serán mejores en el futuro. El mundo era rico en relación a su cantidad de población, había nuevas tierras por conquistar, nuevos pensamientos para descubrir y nuevos recursos para aprovechar. Las grandes migraciones de la historia se concretaron a partir de la proyección de que existía un mejor lugar. ¿Pero qué pasaría si este sentimiento cambia?”

Qué pasaría, se pregunta Eno, si comenzáramos a vivir como si no hubiera un “largo plazo”, como si en lugar de sentirnos parados en el borde de un continente nuevo e inexplorado nos sintiéramos, en cambio, en un bote con gente de más, en aguas hostiles, con pasajeros peleando por mantenerse a bordo, y dispuestos a matarse por el agua y la comida que queda.

Si este sentimiento se impusiera, especula el compositor, la población se fragmentaría en unidades más pequeñas y egoístas. Las grandes instituciones, que operan con proyectos a escala de décadas y largo plazo y requieren basamentos sociales de confianza, perderían sentido. Las iniciativas a más de cinco años se abandonarían: el repago se vuelve demasiado remoto. En el extremo, bandas de deshonestos toman el control, y se impone un contexto de supervivencia a cualquier costo y de lucha por recursos escasos, al estilo de películas futuristas distópicas como Mad Max.

Eno acepta que tal vez esta sea una especulación demasiado "negra", pero insiste en que se trata de una hipótesis sobre la que conviene tener un ojo atento: "Los sentimientos colectivos son más peligrosos que las ideas, porque no son susceptibles de una evaluación racional. Crecen lentamente, bajo tierra, hasta que de golpe erupcionan e invaden la superficie. A partir de allí se desarrollan rápido, fuera de control, y tienden a retroalimentarse".

El libro ¿Qué lo cambiará todo? se publicó en 2009. Visto al día de hoy, la gran mayoría de las profecías aún no se cumplieron (computación cuántica, réplica del cerebro humano con inteligencia artificial, etcétera). La hipótesis de Eno es de las que hacen más sentido en el contexto actual.

Y eso que los fenómenos humanos sociales y vinculares son mucho más difíciles de predecir que los tecnológicos. En Volver al futuro III, el director Robert Zemeckis se imaginó un porvenir a tres décadas (que se cumplieron en octubre pasado) lleno de autos y skates voladores, pero no hay allí personas del mismo sexo caminando por la calle de la mano. En 2001 Odisea del espacio, Slanley Kubrick pronosticaba en 1969 un futuro espacial a 32 años, pero todas las mujeres del film son asistentes, azafatas o secretarias: Kubrick no previó la revolución de género de los setenta.

Hoy, la discusión de la futurología puede graficarse sobre dos ejes, que forman cuatro cuadrantes. Uno de los ejes tiene que ver con el debate entre quienes hablan de una aceleración del cambio y progreso tecnológico (la singularidad) y quienes son más escépticos con esta hipótesis, al estilo Robert Gordon, el economista de Northwestern que asegura que los aportes a la economía de los descubrimientos de la Revolución Industrial fueron mucho más significativos -en términos relativos- que los de los avances tecnológicos actuales.

El otro eje tiene que ver con gradación entre pesimismo y optimismo. Los primeros, con los académicos de Singularity a la cabeza, prevén que los progresos y la innovación traerán una economía de la abundancia. Los pesimistas ven un porvenir mucho más distópico, con problemas serios de crecimiento, distribución del ingreso y empleo que serán el caldo de cultivo para el surgimiento de extremismos políticos, en un círculo vicioso.

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SEBASTIÁN CAMPANARIO
“Para empezar el día bien arriba: ¿y si todo sigue cada vez peor?”
(la nación, 03.07.16)

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