23.8.16

la leyenda de la estatua de san martín

infobae

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El 24 de octubre de 1909 se inauguró un monumento ecuestre del General de San Martín en Boulogne Sur-Mer. Fue el primero emplazado en su honor en toda Europa. Unas 10 mil personas asistieron a la ceremonia, que comenzó exactamente a las tres de la tarde.

Para esa ocasión, Argentina envió una flota naval compuesta por la Fragata Sarmiento, las cañoneras Paraná y Rosario, y el barco de transporte La Pampa, que trasladó materiales, un escuadrón de granaderos, un destacamento de fusileros de la Marina, y a varias personalidades civiles y militares invitadas. También llevó caballos que se quedaron en Francia, ya que fueron donados al Ejército galo, que aún hoy cría a sus descendientes.

El soldado argentino conscripto Juan Rabufi protagonizó el episodio más triste de la ocasión: contrajo una neumonía por la que debió ser hospitalizado y falleció dos semanas después, el 9 de noviembre. Sus restos fueron repatriados por la Fragata Libertad en 1967 y descansan en su pueblo natal, Castilla, en el partido bonaerense de Chacabuco.

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Lo que siguió dio lugar a una leyenda: la ciudad fue bombardeada en las dos guerras mundiales, pero el monumento apenas fue afectado por unas esquirlas.

Por su posición estratégica cercana al canal de La Mancha y próxima al puerto de Calais, durante la Segunda Guerra Mundial, Boulogne-sur-Mer fue ocupada por los alemanes. Soportó 487 bombardeos aéreos y gran cantidad de ataques navales; desaparecieron barrios enteros, como los de Capécure, Ave María y Saint-Pierre, indudablemente el más castigado y próximo a la estatua del Libertador.

El Día D, el 6 de junio de 1944, los aliados desembarcaron en Normandía para comenzar la liberación de Europa desde Francia. Fue la mayor invasión por mar de un país en toda la historia: unos 250 mil soldados llegaron al norte de Francia con el objetivo de abrir un camino hasta el corazón del Tercer Reich.

Nueve días más tarde, durante la noche del 15 de junio de 1944, unos 300 aviones arrojaron 1.200 toneladas de proyectiles sobre Boulogne-sur-Mer, con epicentro en la base de submarinos instalada a 200 metros de la estatua de San Martín.

Como el objetivo estaba fuertemente defendido, el ataque se efectuó desde una gran altura, lo que explica que en los alrededores de la base, a una y otra margen del río, la destrucción resultó completa: el barrio Saint-Pierre dejó de existir, los hoteles y construcciones de la calle Saint-Beuve desaparecieron. La hecatombe bélica los había dejado en el recuerdo.

En cada ataque cayeron centenares de casas y edificios. Pero del remolino dantesco de polvo, fuego y humo, sólo una cosa surgió serenamente enhiesta, magníficamente segura, como si estuviera indiferente a tanta locura: la estatua del general San Martín.

Parece imposible explicar por qué quedó en pie. Apenas se lo cubrió con bolsas de arena, porque en Europa -a pesar de la guerra- se trató de preservar los monumentos, y evitar que se hicieran casquillos con el bronce. Aun así, no parece científicamente factible.

Como la razón no puede describir el fenómeno, la explicación que dan en la Ciudad es que "hubo una mano superior que desvió la bomba destructora" o que "ha habido una voluntad que quiso revelarse por el signo cierto de un amparo a todas luces imposible".

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ALICIA PANERO
“La leyenda de la estatua de San Martín en Boulogne-sur-Mer”
(infobae, 17.08.16)

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