5.12.16

atrapar una luciérnaga deseando una luna

-Creo que entiendo -dijo suavemente-. Eres un niño pequeño. Deseas la luna para beber de ella como de una taza dorada; y por eso es muy probable que llegues a ser un gran hombre... ojalá siguieras siendo un niño pequeño. Todos los grandes del mundo fueron niños pequeños que deseaban la luna; corriendo y saltando atraparon a veces una luciérnaga. Pero si uno crece hasta tener la inteligencia de un hombre, comprende que no se puede alcanzar la luna y que aunque pudiera no la querría... y por lo tanto no atrapa luciérnagas.
-¿Pero es que usted nunca deseó la luna? -preguntó Henry con voz apagada por la quietud de la estancia.
-La deseé, claro; más que nada en el mundo. E intenté alcanzarla. Y luego... luego me hice hombre, un fracasado; los demás se dan cuenta de que has fracasado y lo lamentan y son amables y cariñosos. Todo el mundo está de tu parte; un puente de contacto con los tuyos; el paño de la mediocridad. Pero el que guarda en las manos una luciérnaga que ha atrapado al intentar alcanzar la luna, está doblemente solo; porque sólo él comprende su verdadero fracaso, sólo él comprende su mezquindad y sus temores y evasiones.

JOHN STEINBECK
“La taza de oro”

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