2.3.17

a veces no se puede con el pasado


MANCHESTER JUNTO AL MAR
data: http://www.imdb.com/title/tt4034228

“Manchester junto al mar” es una película rara. Tiene una estructura no complicada y narra un drama que roza la tragedia, con cierto estilo zumbón, no exento de humor. Si tuviéramos que definir porqué funciona, pensaríamos un rato largo la respuesta. Porque pudo ser uno de esos dramones infumables. Pero no. Nos identificamos con los personajes, los sentimos vivos, comprendemos sus derroteros. Si hay que ponerle un pero, sería que parece que no tiene final. Pero eso es sólo una primera impresión (primera y poco meditada): el desenlace es el que debe ser, porque Lee (el protagonista del filme) no puede pasar a lo que sigue. Su vida ha quedado anclada en un hecho que trastocó todo. Y a veces (esa es la tesis del filme), no se puede dar vuelta la página y seguir viviendo. Aunque nos hayan perdonado todos, aunque nos digan que no está mal que pasemos a lo que sigue, hay ocasiones en que el pasado puede con uno. Y no hay modo de retomar la vida como si ese pasado no hubiera sucedido.

Descubrimos a Lee, en Boston, como un portero molesto, de malos modos, afecto al trago. Hay algo descompuesto en su vida, aunque no sepamos qué. A poco de empezar la película, Lee recibe un llamado: su hermano está mal. Lee regresa a Manchester, su pueblo natal, para saber que su hermano ha muerto; y que es el único familiar que puede encargarse de su sobrino adolescente.



A partir de este comienzo, empieza a desenredarse el drama de Lee, que todos recuerdan y comentan en el pueblo. Ahora tiene la posibilidad de empardar los tantos, de volver a su lugar y de tener, de cierto modo, una familia. Pero Lee, sencillamente, no puede. No puede superar lo que lo atormenta.

Un recurso muy efectivo del modo en que está contado este drama, es el uso del humor. Pero un humor que se filtra de los diálogos, sin intención de hacernos reír. Lo que lo vuelve más efectivo. Vemos escenas donde lo risueño resignifica lo vivido. Y al sonreír, entendemos lo absurdo de la vida. Un buen ejemplo es cuando vemos a cuatro hombres luchando con un ataúd que no pueden cargar porque se trabó un mecanismo. Toda la solemnidad del momento se va al traste. Otro buen ejemplo: la discusión familiar cuando Joe recibe el diagnóstico médico de una enfermedad progresiva; los comentarios de los parientes terminan dando un aire de comedia a lo Woody Allen de lo que era uno de esos recuerdos dramáticos.



El uso del humor resulta efectivo en este caso porque da un contrapunto a lo dramático. No lo aliviana: lo resalta por contraste. Y humaniza el drama porque no es algo que le pasó a otros; es algo que le puede pasar a tipos que hacen chistes como nosotros y que cometen macanas a diarios como uno.

Otro punto base para que “Manchester junto al mar” funcione es el elenco. Casey Affleck transmite el peso de la tragedia que pasa, desde el silencio, desde la cortedad de sus palabras. Sentimos que es una bomba a punto de explotar; pero no hay nada en sus parlamentos que nos confirme eso. Es muy sutil como el guion muestra su obsesión por los detalles, su capacidad de previsión de cada cosa (desde organizar el funeral de su hermano hasta decidir el futuro de su sobrino). Y es un rasgo del personaje, el protagonista que sabe (de primera mano) que no hay nada que pueda controlarse en la vida.



Affleck logra muy buena química con Lucas Hedges (el sobrino adolescente) con diálogos picantes, en donde se pegan de ida y vuelta, con mucha gracia. Kyle Chandler (el hermano de Lee) da presencia en cada aparición (en cada flashback, en realidad). Y Michelle Williams nos brinda una impresionante escena, la del diálogo cerca del final con Lee, que es, sencillamente, antológica.

Cuando volvemos a la pregunta inicial (¿por qué funciona una película tan sencilla como “Manchester junto al mar”?) tal vez debamos responder que porque todas las piezas caen bien juntas y le da una dimensión superior a una historia que contada de otro modo y en manos de otro director menos sensible, hubiese derrapado irremediablemente. Por suerte, Kenneth Lonergan (director y guionista) barajó bien las cartas y logró una muy buena película, que llega al corazón sin golpes bajo.

Mañana, las mejores frases.

2 comentarios:

Lautaro dijo...

Esta es de las peliculas que no disfruté, incluso al terminar pensé que no era buena, no sé si fue porque era realmente así o por el hecho de verla con mi familia y sus comentarios negativos ni bien terminó me condicionaron el primer pensamiento acerca de lo que fue la peli. Pero aún habiendo tenida ese sinsabor, no me sale decir que fue mala película. Es más, estoy convencido de que no entendí la dimensión de lo que se estaba contando, partiendo de esa gran escena cerca del final que remarcás donde fue que sentí que la película por fin iba a despegar pero no fue así. No que la película no fuera a despegar sino que esa escena entraba dentro de una estructura que no comprendí y por eso, esperaba un resultado que el film nunca me iba a dar. Mucho menos una expectativa de "entretener" porque tampoco había una búsqueda de eso por parte de los realizadores. Siento que quisieron contar la vida y el "cine entertainment" se me pasó enfrente que me nubló por ese par de horas que duró la peli. O quizás estaba cansado. O quizás fue con quién la vi, no sé. Me debo volver a verla y pensarla más que buscar una saciedad espontanea.

Abrazo enorme y muy interesante la crítica.

Marcelo De Biase dijo...

En mi opinión, es una buena película, bien contada. No es un peliculón, pero sí que va por un camino que uno no espera. No hay redención. Ésa me parece que fue la idea del guionista y dirección. Y en eso hay que reconocerlo cierto mérito: no siempre podemos dejar el pasado detrás nuestro. Hay cosas que nos arruinan para siempre. Abrazo Lautaro!