18.8.17

sarmiento y la estatua de la libertad

la nación

David Weingarten junta miniaturas y enigmas. Miniaturas tiene más de 3500. Son souvenirs arquitectónicos históricos de edificios y monumentos emblemáticos de todo el mundo, producidos en gran parte en bronce y mármol a principios del siglo XIX. Por este hobby, que comenzó en los 70 como alternativa a su oficio de arquitecto en California, es considerado el mayor coleccionista del planeta en su estilo.

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“¿Y si el autor intelectual de la Estatua de la Libertad de Nueva York fue Domingo Faustino Sarmiento?”. A Weingarten, la teoría de que el padre del aula pudo haber mentado la efigie más conocida y con mayor valor simbólico de nuestra era le quita el sueño desde hace 15 años, cuando compró en una subasta una versión sugestiva y original de la señora de América, que mide 1,27 metros, es de zinc patinada en bronce y fue hecha por la fundición francesa Avoiron entre 1878 y 1881. Luce un gorro frigio en lugar de su distintiva tiara de 7 puntas, y en la tablilla de la ley que sostiene en su mano izquierda, una leyenda abre la caja de todos los misterios: 25 de Mayo de 1810.

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Su premisa se sostiene en la larga amistad que Sarmiento mantuvo con Edouard de Laboulaye. En casa del estadista francés, durante la famosa Cena de Versailles, surgió la idea de que Francia le regalara a los Estados Unidos un monumento para el centenario de la declaración de su independencia, a celebrarse en julio de 1876, como símbolo de amistad entre ambos países. La cena fue una noche de 1865 y asistió quien terminaría siendo el autor histórico y por nadie discutido de la obra, Frédéric Bartholdi. Pero Sarmiento (DFS) y Laboulaye se conocían e intercambiaban correspondencia sobre sus inquietudes políticas de desarrollo y progreso desde 1846. Y en su doble condición de redactor-jefe del diario El Nacional y de director de la comisión que completó la Pirámide de Mayo en 1856, DFS se habría referido a la escultura a emplazarse en su ápice como. Estatua de la Libertad. Si Sarmiento bautizó así a la figura del escultor Joseph Dubourdieu que completaría nuestro primer monumento patrio nueve años antes de la cena de Versailles -la Pirámide estaba ya desde 1811, lo que se agregó fue la estatua-, ¿por qué se habrá decidido coincidentemente en casa de su amigo Laboulaye donarle a los Estados Unidos un monumento a la libertad?

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La historia no oficial de la estatua que corona la entrada sur de Manhattan dice que en realidad se trata de un aggiorno de otra pieza descomunal que Frédéric Bartholdi ideó para el Canal de Suez en Egipto. Pretendía una escultura-corolario de la súper obra de ingeniería para unir los mares Rojo y Mediterráneo proyectada y construida por Ferdinand de Lesseps. Se iba a llamar Egipto iluminando Asia, o Egipto iluminando Oriente, pero de ningún modo se iba a llamar Estatua de la Libertad, o La Libertad Iluminando el Mundo, nombre oficial de la de Nueva York.

Precoz y visionario, Bartholdi hace un viaje de siete meses por Oriente. En 1856, él tiene 21 años y lo seduce la idea de aprender arte directamente de las fuentes de Egipto, Yemen y Abisinia -luego Etiopía-. Coincide en el trayecto de ida con Ferdinand de Lesseps y con los miembros de la Comisión Científica Internacional que perforará el istmo de Suez. A París vuelve con el pensamiento de una gran efigie faro, inspirado probablemente en el Coloso de Rodas -maravilla del mundo antiguo del que sólo queda el mito, porque desapareció tras un terremoto en el 226 antes de Cristo-. Pero De Lesseps pulveriza su plan. No quiere saber nada de una escultura que le haga sombra a un canal que según él era un monumento en sí mismo. Pero no vacila ni un segundo cuando decide erigir, 30 años más tarde, una estatua de 12 metros de altura al norte del canal representando a. ¡él mismo! La obra estuvo en pie hasta mediados del siglo XX, cuando fue a parar al fondo del mar tras una revuelta popular.

Bartholdi se sumó al plan de agasajar a los Estados Unidos cuando empezó a frecuentar las recepciones del jurista Laboulaye. Sus biógrafos sostienen que el joven escultor ya había abandonado para entonces sus comedidas convicciones republicanas y sólo quería ofrecerle su proyecto a quien fuera, ya sea un príncipe egipcio, un emperador francés, o una república americana.

Con el cambio de destino y conforme evolucionaba el plan para NY, su alegoría cambió también de vestuario: se le quitó el vestido de campesina árabe imaginado originalmente y se le puso la estola de diosa grecorromana; se le sacó la cofia y se ciñó una corona de rayos, accesorio clásico que Francia ya había usado en 1848 sobre el sello oficial de la Segunda República. Bartholdi, por supuesto, nunca habría de reconocer que recicló un sueño frustrado que terminó ofreciendo como regalo de segunda mano.

Francia se encargó de la construcción y ensamblaje de las piezas y los Estados Unidos de la edificación del pedestal. El 17 de junio de 1886, con casi 10 años de atraso, la escultura seccionada en pedacitos llegaba al puerto de Nueva York. La obra fue inaugurada el 28 de octubre. El presidente norteamericano Grover Cleveland, 600 invitados y miles de curiosos presenciaron el acto ese día gris de niebla. También Ferdinand de Lesseps, que además de todo lo contado, llevaba entonces casi 40 años de amistad con Sarmiento, perfectamente documentada en las cartas que se conservan en el Museo Histórico Sarmiento del barrio de Belgrano.

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El 23 de mayo de 1856 DFS escribió en el diario El Nacional sobre una Estatua de la Libertad. Decía de la inminente presentación en sociedad de una escultura que iría sobre la Pirámide de Mayo, en la entonces llamada Plaza de la Victoria: “La erección de esa estatua prueba que la libertad existe y es la aspiración dominante en todas las clases de la sociedad. (.) Para colocar en lo alto de la pirámide la Estatua de la Libertad ha sido necesario refinar el estilo arquitectónico”.

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Pero el texto más auspicioso es el del 23 de mayo: “No en todos los países civilizados del mundo vendría hoy al pensamiento de nadie elevar una estatua a la libertad, idea que ha sido acogida y realizada con entusiasmo actualmente en Buenos Aires (.). La erección de esa estatua prueba que la libertad existe, y es la aspiración dominante en todas las clases de la sociedad”. Nuestra Estatua de la Libertad con el mismo gorro frigio que la que tiene David en su casa de California, nos vela desde entonces.

Luego llegarían al país varias versiones a escala de la de Nueva York, sobre moldes originales de Bartholdi, en circunstancias difíciles de aclarar. Para muestra de las tantas -una en San Juan, dos en la Casa de Gobierno de la Plata, varias diseminadas por Sudamérica-, la imprecisa hoja de vida de la que está en las Barrancas de Belgrano, sobre la calle Pampa. Pasa desapercibida, pero figura en el libro Imágenes de Libertad: Modelos y Reducciones de la Estatua de la Libertad, publicado por la casa Christie's en 1986, en el que también se menciona a la de Weingarten. Fortuitas páginas de internet dicen que fue inaugurada el 3 de octubre de 1886, 25 días antes que la estadounidense. Lo dice también la memoria que acompaña a una foto de 1931 que se conserva en el Archivo General de la Nación Argentina. En Barrio de Belgrano, hombres y cosas de su pasado, texto editado por la Municipalidad de Buenos Aires hace medio siglo, se indica que fue adquirida en 1868 a la fundición francesa Val D'Osne como parte de una compra grande de motivos decorativos para los paseos públicos de la ciudad, y que fue puesta allí en 1875 siendo José Saborido Juez de Paz en el barrio.

Val D'Osne era desde 1836 una de las grandes proveedoras de modelos industriales ornamentales y escultóricos para las capitales más modernas. Sus piezas se encargaban por catálogo. Fue una de las que más contribuyó a que Buenos Aires, con sus más de 300 monumentos, esculturas, farolas, copones, mástiles y ánforas fuera considerada a finales del siglo XIX La París de América latina. Pero 1868 es una fecha poco y nada probable: el primer modelo a escala de la Estatua de la Libertad de Bartholdi para comercialización -decenas de estas reducciones se vendieron para ayudar a financiar la construcción de la gigante de Manhattan- es de 1870.

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Laboulaye, De Lesseps e Eiffel, tres de los grandes involucrados en la gestación del monumento neoyorquino, estuvieron relacionados con Domingo Faustino Sarmiento. Los tres, al igual que Sarmiento y Bartholdi, eran masones (algo que se evidencia en la simbología de las esfinges).

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SILVINA DELL´ISOLA
“Sarmiento y un enigma: la Estatua de la Libertad”
(la nación, 06.08.17)

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