29.8.17

zorros y erizos

Isaiah Berlin, en su ensayo sobre el erizo y la zorra, dividió a los seres humanos en dos tipos de acuerdo con su mayor o menor capacidad de desarrollar la curiosidad. Por un lado, están los que necesitan ordenar los acontecimientos históricos y los sucesos individuales para darles un sentido, y por otro, aquellos que tienen una visión dispersa y múltiple de la realidad, que no se angustian por integrarla dentro de una explicación coherente, y que perciben el mundo como una diversidad compleja, tumultuosa y contradictoria. A los primeros los identificó con el erizo y a los segundos con el zorro, que es la personificación de la curiosidad.

Los erizos necesitan creer en verdades unívocas, inventar una teleología que les permita ordenar lo existente desde el principio hasta un fin de la historia, que los guíe para distinguir de manera transparente lo que está bien de lo que está mal. Quieren tener una respuesta correcta para toda pregunta que puedan imaginar y necesitan creer que las demás respuestas son erróneas para no tener vacilaciones. Los identificados por Berlin como zorros desconfían de las verdades absolutas, sienten que la realidad es compleja, que todo es contradictorio e inaprensible. No buscan coherencia ni leyes eternas, sino que se sumergen en el río de la vida, disfrutando de la turbulencia de sus aguas y se mueven siempre empujados por la curiosidad. La ciencia es posible gracias a la dudas permanentes de los zorros.

Las ciencias sociales tradicionales y la religiones cívicas están plagadas de erizos que profesan creencias estáticas. Cada secta se encierra en su pequeño paradigma y se niega discutir las hipótesis que contradicen la doctrina del partido o las imaginaciones del líder. Se imponen determinadas explicaciones políticamente correctas para todos los fenómenos sociales y para las acciones políticas. Los militantes funcionan con una mentalidad que mezcla la lógica del Pato Donald con las prácticas de la Inquisición. Hay buenos y malo, ángeles y demonios, patos buenos y chicos malos, unos merecen la gloria y los otros deben ir a la hoguera. El bien debe prevalecer sobre el mal, la virtud sobre el pecado, hay que guardar la ortodoxia y perseguir al revisionista y al hereje.

JAIME DURÁN BARBA y SANTIAGO NIETO
“La política en el Siglo XXI. Arte, mito o ciencia”

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