Fragmento de una conferencia y reportaje a Giovanni Sartori, en “Ñ” de este sábado 13 de noviembre. Algunos párrafos destacables del creador del “Homo videns”:
Ahora ¿tiene un futuro la democracia? Yo respondo: depende de nuestro cerebro. Como escribió Charles Lindblom, “La condición humana es cerebro pequeño, problemas grandes”.
La democracia, decía, es inter alia una ideocracia. Y si las ideas, la capacidad de concebir ideas, se empobrece, al mismo tiempo también la democracia lo sufre.
Porque las ideas hace tiempo están bajo sospecha. En parte, fueron sustituidas por las ideologías (ideas fosilizadas, repetidas mecánicamente sin ser pensadas por nadie), y en última instancia porque fueron debilitadas y devastadas por un crescendo ensordecedor de inculturas. Quiero precisar que por ideas no debemos entender cualquier cosa que nos pasa por la mente. Las ideuchas nunca escasean. Al contrario, todos ideuchamos cada vez más. Pero siguen faltando las ideas que son un producto determinado de la razón, el fruto de pensar razonando. En suma, faltan siempre las ideas auténticas, serias; idea que enriquecen el saber.
En cuanto a la opinión pública, es evidente que la videocracia fabrica una opinión producida por imágenes –por sus imágenes- en la cual ya casi no hay ningún nexo entre opiniones e idas. La televisión en apariencia refuerza, pero en realidad, vacía la democracia como gobierno de opinión. La televisión se exhibe como portavoz de una opinión pública que en realidad es el eco de retorno de la propia voz.
La república necesita sabios; pero la democracia electoral, el demos (en griego, pueblo) votante, no. Y por lo tanto el gobierno de opinión requiere solamente –como su fundamento- la existencia de una opinión pública, de un público que tenga opiniones. La noción está bien definida.
Ya dije que una opinión no requiere prueba. Agrego que las opiniones son convicciones débiles y variables. Si se convierten en convicciones profundas y profundamente arraigadas, entonces hay que llamarlas creencias (y el problema cambia). Y esta precisión ya basta para desbaratar la objeción de que la democracia es imposible porque el pueblo “no sabe”. Esta es una objeción fuerte contra la democracia directa, con un demos llamado a gobernar y a gobernarse por sí mismo. Pero no es una objeción contra un democracia representativa en la cual el demos no decide las cuestiones propiamente dichas sino que decide, con el voto, quién las decidirá. Lo cual significa que a la democracia representativa le basta, para funcionar, conque el público tenga opiniones suyas, opiniones propias, nada más, pero tampoco nada menos.
Técnicamente, y por ende constitucionalmente hablando, las nuestros son democracias indirectas, democracias representativas, basadas en elecciones. Pero en la práctica, tenemos cada vez más frecuentemente un gobierno de opinión basado en las encuestas, y por ende un gobierno de las encuestas que introduce un fuerte elemento de “directismo” en el gobierno representativo. ¿Cómo debemos interpretar este directismo? ¿Cómo un progreso de la democracia? La respuestas depende, obviamente, de la consistencia de ese opinar. Hasta ahora, señalé que era cada vez más hétero-directo. Pero aún así, ¿existe o no? ¿Este opinar tiene un contenido o no?
Los encuestadores se limitan a preguntar a su encuestado “¿Qué piensa de esto?” sin verificar antes si sabe algo sobre eso. Sin embargo, el núcleo del problema está aquí. Está claro que el encuestador comercial no tiene ningún interés en verificar cuál es la consistencia de las opiniones a las que hace referencia. Pero los estudiosos deber verificarlo y por lo tanto deben establecer cuál es el estado y el grado de “no saber” de los grandes públicos. Que es desgraciadamente, colosal y creciente. La gran mayoría de los encuestados no sabe nada, o casi nada, sobre los problemas cerca de los cuales da respuestas.
Entonces debemos seguir, nos guste o no, en la tan despreciada democracia representativa,. Porque todo “directismo”, y a través de él, todo incremento de demo-poder es tal solamente si es sostenido por incrementos de demo-saber, por un demos mejor informado. En cambio nos ensordecen con peroratas que recomiendan “democracias inmediatas” (más inmediatas) que ignoran magistralmente el hecho que precede al problema, y por ende el grado de demos –saber (o no saber).
20.11.04
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