18.11.04

Bergman en el Cosmos

Momento emocionante, uno de los últimos directores de culto del cine moderno, Ingmar Bergman, en lo que se comenta es su testamento cinematográfico, “Sarabanda”. Película realizada en formato digital, con todo lo teatral que caracteriza la obra de este director. Mucha gente que habla, personajes que desnudan su alma y una reflexión sobre lo perverso que puede ser el amor. Desde una vereda neutral, el film está lejos de ser una obra maestra. Buena, con algunas escenas notables (la última entre Marianne y su hija, por ejemplo), pero no funciona del todo ese aluvión de diálogos y de personajes hablando en primer plano.

No obstante, hay que señalar el apunte sociológico que representa el estreno de una película de Bergman en Buenos Aires. En la función de ayer a la noche, el Cosmos estaba repleto. La cola para entrar a la sala, bajaba la escalera de acceso a la sala, doblaba y volvía a subir. Fauna de psicobolches, Página bajo el brazo, unas cuentas chapas voladas, canas adiposas, anteojos con marco intelectual disimulando los pechos operados, toda una generación que cultivó el cine arte de los 60, mezclados con los pibes, los estudiantes de cine, las minitas con el arito en la nariz o el flaco con bolso y walkman. La nota de color, el encargado de la boletería que le dice al acomodador que mire como está el aire, pasándole un tarro de Glade para que aromatice la sala, entre función y función.

Liturgia cinéfila, festejo con un toque melancólico sesentoso, para despedir (ojalá que no; que se arrepienta y filme otra cosa, aunque tenga 83 años y ya queden pocas balas en la cartuchera) a un genio del cine, a un artista que fue parte de la vida de una generación, de una tribu intelectual de una Argentina que ya no está, que ya forma parte del pasado.

El romance de Bergman y Buenos Aires está intacto, tantos años después.

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