27.4.05

el juego de la muerte (I)

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Kiev no era el mejor lugar para estar en 1942. La dictadura soviética había pegado con particular encono a esta ciudad; Stalin dudaba de la lealtad de los ucranianos. Las políticas de colectivización forzadas, de los primeros años de la revolución, había dejado un saldo de millones de personas muertas de hambre. A la escasez de alimentos, siguió una feroz represión política que significó la muerte y desaparición de cientos de miles de ucranianos. Por si eso no bastaba, los nazis invadieron la URSS y Kiev, en la primera línea del frente oriental, cayó en manos alemanas. Terror en las calles. Deportaciones de ciudadanos judíos. Traidores y colaboracionistas, hambre y muerte. Pesadillas en la más absoluta vigilia, en una ciudad que, en esos días, opaca al infierno.

Es en ese tiempo que deambula por las calles de Kiev, Nikolai Trusevich, en busca de trabajo. Era uno de los tantos prisioneros de guerra, liberados por los nazis, que retornaron a la ciudad que intentaron defender sin éxito. No habían recibido los permisos, exigidos por las autoridades de ocupación, para conseguir casa y trabajo. Los alemanes esperaban que el hambre y frío acabara con ellos.

Andrajoso y enflaquecido, el fornido ucraniano se permitió detenerse un momento, sólo un momento, frente a la cancha del Dynamo Kiev, el equipo de fútbol de la ciudad, del que había sido arquero hasta hace poco tiempo, unos meses antes que la invasión alemana interrumpiera el torneo local. El terreno del Dynamo se había convertido en un campo de concentración de famélicos prisioneros, cercado por alambre de púas y barricadas.

Trusevich tuvo suerte: consiguió trabajo como barrendero en la panadería Número 3, un comercio administrada por Iosif Kordik, ucraniano sí, pero con ciertos privilegios por sus orígenes alemanes. Kordik era fanático de fútbol y, mejor aún, fan del Dynamo Kiev.

Tal vez, al verlo a Trusevich barriendo el establecimiento, Kordik alumbró otra idea, el sueño del hincha: armar un equipo de fútbol, con sus ídolos futbolísticos. En la primavera de 1942, Trusevich se encargó de buscar interesados para sumarse al equipo. El primer contacto lo hizo con el habilidoso wing Makar Goncharenko quien vivía escondido en casa de su suegra. Entre ambos contactaron a Kuzmenko, un shoteador destacado y a Sviridovsky, quienes fueron sumando jugadores al incipiente equipo, entre ellos futbolistas de su clásico rival, el Lokomotiv.

(continuará)

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