7.6.05
juntas y revueltas
CAMA ADENTRO
El año parece entonarse, en lo que a producciones locales se refiere. Tras la muy buena “Whisky Romeo Zulú”, asoma otra muy buena película argentina para recomendar. “Cama adentro” de Jorge Gaggero es una sutil muestra de cómo se puede contar una historia casi mínima, con sensibilidad humana y cinematográfica.
“Cama adentro” es la historia de la relación de dos mujeres solas, Beba, la señora de la casa, y Dora, su mucama por casi treinta años. Mujer, argentina, sola, partidas al medio por la misma crisis económica que hunde a la señorona patricia tanto como a la humilde servidora doméstica. En esa sociedad de sobreentendidos que ambas han sabido construir en tantos años de convivencia laboral, comprenderán, cuando venga la tormenta, que solo se tienen la una a la otra.
Gaggero logró zafar de varios pecados en los que se revuelca el autodenominado Nuevo Cine Argentino. El primer acierto: personajes nobles. Son personajes absolutamente queribles, aún en sus momentos más patéticos, en los que arrinconados por la circunstancia económica, muestran sus lados más oscuros. Ese respeto a los personajes le permite sortear la sordidez de la pobreza marginal, un lugar común latinoamericano, muy del afecto de los productores europeos.
En segundo lugar, Gaggero se permite el don de la sutileza, para mostrar, con pequeñas acciones, los sentimientos de sus protagonistas. La mucama vertiendo el whisky nacional en la botella vacía del whisky importado, para mantener las apariencias de su patrona o la imagen de ese piso a medias, en la casa humilde del conurbano, hablan más de las intenciones de los personajes y de su humanidad, que cualquier parlamento.
El guión de Gaggero tira un par de apuntes interesantes, para destacar. El de la soledad de la mujer, marginada afectiva y económicamente, no importa en que escala de la sociedad se encuentre. Otra punta, el efecto imitación de la mucama, que presume del mismo modo que su patrona, en otra esfera y lugar. Pero hay un paso más: Dora ha aprendido de Beba algo más que el autobombo social; en esos años ha aprendido a apreciar la belleza. Cuando tenga que elegir los mosaicos para el piso de su casa, elegirá los más lindos, los más elegantes, aunque su pareja le sugiera elegir los otros, los más baratos, porque “total, un piso es un piso”. No. Dora ha aprendido que un piso no es sólo un piso, si no también una actitud estética, una sana ambición de superación, pese a que el entorno tire para abajo y achate las ansías de progreso y ascenso social.
Brillante las actuaciones de las dos mujeres. Una, Norma Argentina, un descubrimiento de Gaggero, empleada pública de San Luis, sin antecedentes profesionales. La otra, Norma Aleandro, consagrada y a la que hay que elogiar muy especialmente por su interpretación de Beba Pujol, la aristócrata venida a menos. Nobleza obliga, porque Norma Aleandro no es una de las actrices preferidas de esta página. Aquí repite el hallazgo que destacamos en “El hijo de la novia”, el de prescindir de esos tics mecánicos en los que cae en muchas de sus composiciones. Afortunadamente, la dirección de Gaggero ha logrado sacar a Aleandro del estereotipo y lucir en un personaje, sencillamente delicioso.
Para el manual del guionista: prestar atención a los diálogos, a la forma en la que Beba se dirige a Dora; Beba es incapaz de pedirle un favor a Dora; sólo histeriquea a su alrededor, hasta que consigue que la otra haga lo que ella quiera. Es un acuerdo tácito entre dos personas que se conocen lo suficiente para saber lo que piensa la otra, sin necesidad de intercambiar palabras.
Escenas: la final, la de la cama; el juego de bridge de las señoronas amigas de Beba; el cumpleaños de Beba. La frase: “Ya es tarde, señora. ¿Por qué no se queda?”.
CONSEJO: una buena oportunidad para apoyar al cine argentino. Ir a verla.
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