22.6.05

últimos días de la Bestia

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LA CAÍDA

Excepcional. Desde la recreación fiel, los trabajos actorales, el diálogo brillante, la descripción de los últimos días del gobierno del mal, la decadencia física y el entorno de imbecilidad extrema cómplice de los últimos desvaríos del genocida. “La caída” es la primera mirada de los alemanes a su pasado. Tras más de medio siglo, se atreven a verse cómo fueron, a analizar lo sucedido y a reconocer, en esos días de locura y terror, la conducta de un pueblo que permitió, pasivamente, el horror.

“La caída” está contada desde la visión de una protagonista marginal, la mirada de Traudl Junge, la muniquesa secretaria personal de Adolf Hitler, la joven de 22 años que asistió al derrumbe del régimen nazi, desde el interior de ese bunker maldito. Las miserias, la percepción de estar danzando en el Titanic, desde un personaje que no es neutral, que observa desde la misma vereda de simpatía y admiración que el pueblo alemán le tenía a su líder. Junge no es un invento literario, efectivamente vivió, escribió un libro (uno de los dos en los que se basó el filme) y murió en 2002. Su confesión al final de la película, en un parlamento filmado poco antes de su muerte, es la tesis de “La caída”: la de un pueblo que se dijo que no sabía lo que pasaba, hasta que un día, frente a los cadáveres de las víctimas, comprendió que debió haber sabido lo que sucedía en su tierra.

Como viene sucediendo últimamente, no se sabe bien si por motivos de marketing, o de simple estupidez, se tildó al filme de polémico (calificativo en riesgo de extinción por sobreexplotación de uso) por representar una imagen “demasiado humana” de Hitler. La misma descalificación estética, poniendo el mote antes de ver la película, que ya tuvimos en “La Pasión de Cristo”, en “Perdidos en Tokio”, en “La vida es bella” o en “Irreversible” (meros ejemplos traídos de memoria) la incorrección de la corrección política que ya analizamos en esta página, en el momento de criticar el filme de Mel Gibson.

Con “La caída” sucede exactamente lo mismo. Solamente un imbécil completo puede considerar “humano” a un personaje que tras acariciar la mejilla de un niño que se ha ganado una medalla en una acción bélica, cual dulce abuelito, en la escena siguiente da órdenes para abandonar a la población civil de Berlín, condenándola al hambre, la enfermedad y la muerte porque, según su particular visión, no se merecen ser dignos de vivir si no superan la prueba de la guerra. El monólogo de Hitler, en una de las últimas cenas en el bunker, donde predica su odio racial, igualando al ser humano al nivel del simio, es otro ejemplo claro de un guión que no glorifica a un asesino, sino que describe a un enfermo patológico.

Otras de las críticas recibidas por “La caída” es la que achaca al filme que sugiere que el nazismo sucedió por casualidad, que fue el rapto delirante de un grupo de iluminados y que todo un pueblo asistió, sin poder impedirlo, al despliegue asesino de Hitler. Nuevamente, basta ver a la enfermera que suplica a Hitler que guíe a su pueblo a la victoria, cuando fue llamada para asesorarlo en su suicidio; o los oficiales que asisten, en un cómplice silencio, a las absurdas órdenes de un Hitler delirante que inventa ejércitos que no existen, para descalificar esa acusación sobre el filme. Otra vez el mismo caballito de batalla: tener preparada la crítica, antes de ver la película.

Es sumamente injusto concentrar el análisis de “La caída”, en la respuesta a las críticas que merció la película. Pero vale dedicarle un espacio, porque esta forma de hacer críticas desvía, intencionadamente, la discusión de la obra (al fin y al cabo, el valor agregado de todo acto artístico). El estreno de “La caída” debió servir para difundir las formas en que opera el mecanismo del odio y del prejuicio, identificar a los extremos que puede llegar una sociedad si se resigna, mansamente, a seguir ciegamente la voluntad de un padre salvador todopoderoso. En cambio, la discusión en los medios, se centró en si era lícito representar tan humanamente a Hitler o no. Y el peso específico del debate es (deben aceptarlo) crucialmente distinto.

La gran historia coral que cuenta “La caída” brilla en grandes actuaciones. Pero una se destaca del resto, es la superlativa interpretación de Bruno Ganz que ubicó su representación de Hitler en el Hall de la Fama del cine. La mirada paranoica, la postura corporal, ese temblor del Parkinson, escondido tras la espalda, la dualidad del gesto comprensivo simultáneo a la impiedad delirante. Lo suyo es una composición admirable, para disfrutar, una verdadera clase de actuación.

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Escenas: la mencionada cena del bunker, con la comparación del ser humano al nivel del simio; el asesinato de los niños Goebbels; la escena del general que se presenta al bunker para ser fusilado; el primer encuentro entre Traudl Junge y Hitler, con la prueba de la carta tipeada a máquina.

Frases: “En esta guerra no hay civiles”; “Cuando me encuentre con Eisenhower, ¿debería hacer el saludo nazi o estrecharle la mano?”; “La guerra está perdida. Si ustedes piensan que debería abandonar Berlín por eso, están tristemente equivocados. Preferiría pegarme un tiro en la cabeza”; “Tengo ese sentimiento de que debería estar furiosa con esa chica, esa joven e inconsciente joven. No puedo permitirme olvidar que ella no vio la naturaleza de ese monstruo. Que ella no se diera cuenta lo que estaba haciendo”; “Ojalá mis generales tuvieran una parte del valor que tú tienes”; “Todos esos horrores, yo los escuché en los juicios de Nuremberg, los 6 millones de judíos, el pensamiento de esa gente sobre la gente de otra raza, a quienes mataban. Me golpeó profundamente. Pero no había hecho la conexión con mi pasado. No sabía nada sobre la enorme escala que había alcanzado aquello. Pero un día, caminando, vi la placa en recuerdo de Sophie Scholl, en la calle Franz-Joseph. Leí que ella tenía mi edad, cuando fue ejecutada, el mismo año que yo empecé a trabajar con Hitler. En ese momento, verdaderamente, caí en la cuenta que la juventud no tenía excusa. Y que debí haber hecho todo lo posible por saber todas esas cosas”.

CONSEJO: ir a verla.

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