5.12.05

aparta de mí ese cáliz

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EL NOVENO DÍA

Hay motivos para dudar de la existencia de Dios. Pero aquel que ha pasado por un campo de concentración nazi, no tiene motivo para dudar de la existencia del Demonio. ¿Qué pasaría si vivieras en el Infierno y recibieras un pase al exterior por sólo nueve días? ¿Qué tal si ese pase pudiera extenderse por siempre, dependiendo sólo de una decisión tuya? ¿Qué decisión tomarías?

“El noveno día” es una conmovedora historia basada en hechos reales. Algún desprevenido puede creer que es una historia de guerra. En realidad, es la historia de la lucha por el alma de un hombre.

El hombre es el padre Kremer, sacerdote de Luxemburgo, prisionero de los nazis por oponerse a los alemanes, en la Segunda Guerra Mundial. Kremer es liberado por nueve días, para que logre convencer al obispo de Luxemburgo de que firme una declaración a favor de los nazis. La liberación no es plena: su familia está en la mira y también los otros sacerdotes que han quedado en Dachau, en el campo de concentración. Si escapa, él se salva, pero ellos morirán.

En esos nueve días, el padre Kremer recorrerá el camino hacia una decisión trascendental, una decisión en la que se juega su alma y su fe. Pronto comprenderá que el juego del gato y el ratón que practica con Gebhardt, el oficial alemán que lo fuerza a colaborar, va más allá de lo terrenal. Es una pulseada demoníaca, es una lucha por su fe en Dios y en el bien, creencia que está tambaleando, tras esa estadía en los terrenos infernales de Dachau.

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“El noveno día” no es una película política, sino eminentemente cristiana. La epopeya del padre Kremer nos conmueve, por su absoluta desvalidez, por su soledad, por sus dudas, ante un enemigo tan poderoso, con tantos recursos, con tanta capacidad de seducción. La lucha de Kremer es la lucha de todo hombre (creyente o no) contra la tentación del Mal. Y esa lucha alcanza ribetes de epopeya, porque en el momento de flaquear, Kremer sólo encuentra su fe, su creencia en un principio superior y benéfico, como único apoyo.

La película de Volker Schlöndorff (el director de “El tambor”), con guión de Eberhard Görner y Andreas Pflüger, aporta varios símbolos católicos a lo largo de la descripción de esos nueve días heroicos. El agua, la cruz, la mención de Judas, el lavado de los pies, el pan repartido como cuerpo de Cristo, pero en especial, la angustia de Kremer, repitiendo el camino de aquel pescador de Galilea que rogaba que apartaran de él ese cáliz que le daban a beber. En ese juego de espejos, Kremer recorre el camino de Cristo y en la decisión final, encuentra la comprensión de su fe, una fe vacilante ante la visión del Mal. Esa es la tesis final que se resume en la última pregunta que Kremer le arroja a Gebhardt, invirtiendo los roles de poderoso y débil: “¿Qué es lo que vio en ese campo de concentración?”. Esa es la pregunta que la historia del padre Kremer arroja a cada espectador: ¿cómo vas a reaccionar ante la impunidad del mal?, ¿Acaso el mal podrá quebrarte?

Notable la actuación de Ulrich Matthes, al que vimos como Göring en “La caída” y acá lo tenemos del otro lado del mostrador, dotando a su padre Kremer de una debilidad y un dolor marcado en cada arruga de su rostro. Memorable interpretación, icónica la figura del sacerdote con la sotana manchada, el sombrero grandote y las alpargatas deshilachadas para contener los pies lacerados.

Escenas destacadas: la presentación de personajes, con los títulos, breves y fugaces tomas que describen el infierno en el campo de concentración; el diálogo final entre Gebhardt y Kremer; el diálogo entre Kremer y el obispo; la carta que Kremer le escribe a su hermana, contando su pecado; el diálogo entre Gebhardt y Kremer por Judas y Jesús. Frases: "Jesús te bendiga. ¡Por siempre! ¡Amén!", "Vete al infierno, cura de mierda"; "¿Usted realmente cree que Dios existe? ¿Dónde está? ¿Lo ha visto por aquí"; "Es sobre el prisionero 25639. No. Él arribó pero lamentablemente, hay un gran error. El señor Kremer no ha sido liberado. Sólo está de vacaciones. Sí. Nueve días, precisamente"; "... por todo eso, debemos estar agradecidos a Jesucristo. Por él, nosotros estamos atentos de nosotros, alertas de nuestro judaísmo"; "Los nazis tratan a los sacerdotes mejor que a los otros. Usualmente hay un pan para cuatro personas, pero nosotros tenemos uno para tres sacerdotes. Ellos quieren que los otros nos odien"; "No debería desistir de su fe en Dios. Si algunos mantienen silencio, sólo es por ayudarlos"; "Nuestro mundo es un poco más complicado que su pequeño campo de prisioneros. Allí todo es claro, tiene sus propias reglas. Todo sigue su propio orden"; "Los bolcheviques convirtieron las iglesias de Rusia en fábricas y cárceles. No tienen problemas en destruir a los cristianos y a sus preciosas reliquias. La gente que sirve a Dios ha sido torturada, asesinada y expulsada, todos esos católicos sacarificados bajo el bolcheviquismo... ¡Son sus hermanos! ¡Mire sus pequeñas cruces en los cuerpos! Todo eso sucedió hace sólo un año. ¿Puede imaginarnos a nosotros haciendo crímenes tan aberrantes?", "En Dachau, ellos sentenciaban a los sacerdotes a los campos de cremación, era común que la gente viera a algún sacerdote yaciendo entre los cuerpos, aún vivo, en vez de haber sido ejecutado. Los nazis creen que es útil. Que las personas pueden obtener la extrema unción camino al cielo";

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"Padre Kremer, usted y yo somos mentalmente hermanos"; “La Virgen María no sabía, que el niño en sus brazos sería crucificado un día. ¿Cuál será tu fin, sacerdote? ¿Qué diría tu madre de todo esto?”; “Querida madre, no sé a quién confesarle esto...”; “Jesús y Judas, son como hermanos. Uno depende del otro”; “Mi madre deseaba que fuera sacerdote. Un sacerdote como usted. Ella esperaba que pudiera ganar esos honores para la familia. Que el hijo de ella sirviera en la Iglesia, la haría muy orgullosa”, “Un sacerdote es sólo un servidor. Ella lo sabía bien. Era muy devota. Pero era sólo una mortal sobre la tierra. Una vez me envió a una escuela de danzas para estudiar. Para mi bien, ella trataba de evitar que me convirtiera en sacerdote”; “Sin Judas, no hay crucifixión”, “¿No sabes lo que quieren hacerme? ¡Quieren destruir mi fe!”; “Sí, para sobrevivir, la gente debe pensar cuidadosamente. Tú puedes, pero yo no”; “En ese momento comprendí que había pecado”; “Dos días antes de ordenarme, me negué a usar el uniforme negro. Es mi propio combate contra Dios”; “No hay Dios del lugar de donde vengo”; “Nunca sospeché de la Iglesia, pero sospeché de Dios a veces”; “¿Cómo puede creer en Dios y en que Jesús es justo, y hacer lo que hace?”, “Parece sospechar más de Dios que de mí, Padre”; “¿Qué es lo que vio en ese campo de concentración del Este?”.

CONSEJO: ir a verla.

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