El cuestionamiento a Cooke sobre la metodología violenta se extiende a Perón, con quien venía sumando diferencias desde 1946, y sobre todo desde 1952 (9). Jauretche considera irresponsable la promoción y el respaldo a la violencia desde Madrid, y ello está claramente documentado en la correspondencia que Jauretche mantiene con Cooke y el sacerdote Hernán Benítez. Para Don Arturo, la estrategia de Perón es un dislate: “En una carrera de jacobinos enfrentados ganarán los que tienen el instrumento del poder en las manos. ES un disparate plantearlo con una fuerza multitudinaria sin disciplina, sin jerarquía y en plena improvisación” (10).
Jauretche indudablemente era un pacifista, en el sentido de que su convicción profunda era que había que “vencer precisamente con la bandera del orden” (11), pero su argumentación no se basaba solamente en lo incontrolable de la espiral violenta, sino en la insuficiencia del análisis político que respaldaba a la violencia: “las instrucciones que llegan continuamente (desde Madrid) tienen la misma puerilidad de las instrucciones anarquistas y comunistas de la época romántica… macaneo trosko malatestista de quien por otra parte no cree en el planteo social revolucionario y, si ignora su imposibilidad local, no puede ignorar su imposibilidad internacional”(12). Es evidente que el discurso clasista y violento de Perón lo irritaba y que le sobraban argumentos para discutir con Cooke a quien –a su pesar- nunca logró convencer.
Esa distancia que toma Jauretche respecto de Cooke y de Perón en los primeros años de la resistencia se actualiza con su crítica a la violencia de las llamadas “organizaciones especiales” del peronismo que Perón alentará desde Madrid. Pero la crítica a esta juventud es –en definitiva- la misma que Jauretche ha desplegado hacia la “intelligentzia” en la medida en que tratar de imponer un esquema ideológico a la realidad, contiene, en sí mismo, no sólo una enorme dificultad para desvelarla y poner en evidencia la posibilidades de construcción, sino también –y fundamentalmente- una aproximación violenta al proceso político. Para Jauretche lo peor de las argumentaciones y de la misma dinámica política violenta es que sus beneficiarios están bien claros: “La fuga de la realidad es útil a los extremos reaccionarios que los pícaros liberales administran para la represión de que ellos son lo únicos beneficiarios. Convertir al país en Vietnam es el ideal de muchos izquierdistas, pero más lo es de los liberales a la brasileña y, desde luego, de algunos ‘nacionalistas’(…) que detrás de la palabra ‘nacionalismo’ han encontrado una cómoda careta para satisfacer sus tendencias parapoliciales” (13).
Con esta mirada, Jauretche preanuncia de alguna manera lo que sucedería tres o cuatro años más tarde. Don Arturo mismo se habría lamentado de su capacidad profética, si la muerte no lo hubiese sorprendido. Lamentablemente sus palabras no fueron suficientemente escuchadas cuando señalaba que “el día en que la represión pase de la policía a la milicia, el ejército no procederá indagando con justicia y razón. Si hay tiroteo en una manzana, fusila a toda la manzana. Es decir, esa minoría reducida de chiquilines combatientes ¿va a sobrevivir si liquida a cinco o seis mil de entrada y meten en un campo de concentración a otros diez mil?” (14).
Es preciso reconocer que es frase de Jauretche –como otras- provoca un particular escozor. No obstante, a pesar de su capacidad, no podía él imaginarse los “vuelos de la muerte”, la burocratización del terror de cada uno de los 350 campos de concentración, el robo de niños, etc. Ni –sobre todo – que después de veinte años de democracia, hay que volver a sembrar –y regar pacientemente- con las claves del pensamiento nacional, volver a trabajar –como él mismo lo decía- sobre los estados de conciencia.
JUAN QUINTAR
“Arturo Jauretche. Cabeza fría y corazón caliente”
(le monde diplomatique, El Dipló, mayo 2004)
NOTAS:
(9) Perón –a dedo- lo había sacado de una lista de senadores nacionales en la elecciones de 1946; luego, con el cambio de política económica en el segundo gobierno, Jauretche renuncia a la dirección del Banco Provincia de Buenos Aires y ese peronismo no lo trata bien. Su mirada crítica de Perón nunca fue pública, evitando así ser instrumento de políticas antiperonistas, pero resistía fuertemente el estilo de conducción personalista.
(10) Arturo Jauretche en carta a J. W. Cooke, 15-10-1956, Marta Cichero, Cartas peligrosas, Planeta, Buenos Aires, 1992.
(11) Arturo Jauretche en carta a H. Benítez, Buenos Aires, 1956. Marta Cichero, op. cit.
(12) Arturo Jauretche en carta a J. W. Cooke, 15-10-1956, Marta Cichero, op. cit.
(13) Arturo Jauretche, Revista Dinamis, enero de 1972. Norberto Galasso, Biografía de un argentino, Homo Sapiens, Rosario 2000.
(14) Arturo Jauretche, Declaraciones a Miguel Scenna, Norberto Galasso, op. cit.
24.3.06
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