9.9.06

alegoría New Age

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LA DAMA EN EL AGUA

Las críticas locales previas al estreno en Argentina de “La dama en el agua”, el último filme de M. Night Shyamalan, auguraban el fin de la carrera del director indio, el mismo que dio el gran batacazo con “Sexto sentido”. La película había sido un gran fracaso en Estados Unidos y los críticos nacionales rápidamente se sumaron al coro del Frente Pro-Linchamiento de Mr. Shyamalan. Como en tantos otros casos de los últimos tiempos, cuesta entender tanto fervor para destruir una trayectoria, cuando vemos tantos bodriazos impunes, en las pantallas propias y foráneas.

Para poner las cosas en su punto justo: “La dama en el agua” no va a ser la mejor película de Mr. Shyamalan. Tiene sus defectos, a veces peca de ser demasiado discursiva y cae en la tentación de la alegoría. Queda a la vista el formato de cuento de hadas con la que nació la historia, porque la trama de “La dama en el agua” surgió de un cuento que M. Night Shyamalan le inventaba, cada noche a su hija, para irse a dormir.

Pero, pese a esas falencias, esta película de M. Night Shyamalan tiene la originalidad de la historia, el desarrollo de cada personaje (aún el más secundario e irrelevante) y ese aire de optimismo principista que caracterizan todas sus historias. Y, sospecho, que eso es lo que molesta: el mensaje de que una persona, todavía, puede cambiar el mundo. De que hay cosas como el bien y el mal, de que existen decisiones éticas que tomar y que la relatividad moral de las acciones propias es un ejercicio de comodidad intelectual. Y que si la maldad se adueña del mundo es, sencillamente, porque los buenos han permitido su triunfo, al dudar sobre la existencia de ese puñado de verdades básicas que hacen al mundo girar, desde la noche de la historia.


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Dará tema para otro post autoreflexivo, seguramente, el porqué “no vende” el mensaje optimista y tiene mejor prensa la onda reventada que la alegoría que nos sana el espíritu con el bálsamo revitalizador de que el Universo tiene un sentido y que cada uno de nosotros, por más insignificantes que nos creamos en el ordenamiento cósmico, somos importantes para mantener el equilibrio. Me atrevo a adelantar una posición: tal vez, porque si empezamos a agitar el árbol de la ética y logremos que cada uno de nosotros se pregunte si estamos haciendo lo correcto, si hemos sido justos, si somos buenos, será más difícil imponer ciertas conductas del gusto de los que cortan la torta en el planeta, léase, explotación de recursos humanos, bombardeos a poblaciones civiles indefensas, destrucción del medio ambiente, dictadores perpetuados en el poder, subestimación de género, intolerancia religiosa, etc., etc., etc. y más etc..

Que “La dama en el agua” nos permita estas reflexiones, habla tan bien de esta película, como mal de tantas obras que pasan indiferentes por estas páginas. Y esa es otra cualidad de las películas de M. Night Shyamalan que debe valorarse, más aún en este momento suyo de aparente debilidad. Sus historias siempre hablan del héroe, del héroe que duda, que niega el llamado a la aventura. Fantasmas que no saben que son fantasmas, superhéroes que se niegan a asumirse como tal, creyentes que han dejado de creer, ciegos que ven más allá de lo que los otros normales no pueden ver. “La dama en el agua” es otra historia de héroes que, a los tropezones, buscan su naturaleza heroica. Personajes que dudan, dudan de su propia eficacia, dudan de su ubicación en el Universo. El peso tremendo del héroe que no sabe y que sólo puede alcanzar el conocimiento, creyendo. Creer pese a las propias dudas de uno. Creer desde la intuición, pese a lo racional, lo previsto, lo esperado. Ese es el gran desafío que enfrentan los personajes de “La dama en el agua”: asegurarse que son los protagonistas que la historia estaba esperando.

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Esa es una gran idea dramática que vale destacar. Los grandes momentos de la historia necesitan de grandes protagonistas, que sólo se revelan que lo son, una vez realizado el acto que los consagra como tales. ¿Cómo es la víspera? ¿Cuál es la carga psicológica de aquel que duda pero no debe dudar, si quiere cumplir con su destino?

(Un apunte lateral: la duda es propia del héroe; no del villano. El malvado es conciente de su maldad y de allí nace su seguridad; cuesta un tanto más reconocer el componente heroico en sí mismo).

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Una advertencia: para el que espere un gran relato de suspenso, que busque otra cosa. “La dama en el agua” es un cuento de hadas. No echa mano a los recursos del suspenso que M. Night Shyamalan usó, con maestría, en “Señales” y “Sexto sentido”. Hay persecuciones, cosas que acechan en la noche y misterios. Pero no tienen el propósito de causarnos miedo o hacernos preguntar “¿quién pudo haber sido?”. El relato tiene otras características, más propias de la alegoría y la parábola.

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Muy buen elenco sostienen esta historia. Paul Giamatti, como el portero Cleveland, las piernas de Bryce Dallas Howard (una actriz con una sensibilidad muy especial, que fluye de la pantalla) y un elenco secundario poco conocido (por ahí anda Freddy Rodríguez, un “Six feet under”) pero eficaz en lo suyo. Y el aporte del propio director y guionista, M. Night Shyamalan, en un protagónico, no en una pequeña participación como nos había acostumbrado en sus filmes. No destaca como la promesa actoral del futuro pero lo de Shyamalan tiene un sentido dramático (no un acto de divismo y megalomanía, como sugirieron algunos): es el escritor poniéndole el cuerpo a su historia.

Escenas: el primer encuentro entre Cleveland y Story; la escena del crítico devorado (feroz ironía que, seguramente, tuvo su acuse de recibo); los diálogos con la joven estudiante china, para convencer a la madre que cuente la historia de la dama en el agua; la secuencia del regreso de la dama a la pileta; el monólogo de Cleveland, tratando de salvar a Story en sus brazos.

Las mejores frases de esta película, vienen para el post de mañana.

CONSEJO: ir a verla. Pero después no se queje.

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