2.9.06

si el vino viene, viene la vida

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MONDOVINO

“Un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite en diferentes escalas”
wikipedia.org


“Mondovino”, el excelente documental de Jonathan Nossiter, goza de las propiedades del fractal. La cámara se enfoca en una pequeña sección de la economía actual (la industria vitivinícola), pero ese análisis trasciende la fracción hacia el Universo. Las transformaciones en la industria del vino, la concentración en pocas manos y la imposición de un discurso hegemónico, es la proyección de eso que se dio en llamar la globalización. La gota de agua replica el océano.

Durante las dos horas de película, Nossiter, sommelier además de director, pasea su cámara por Italia, Francia, Estados Unidos, Brasil, Argentina y traza la línea de puntos que dibuja el rostro de los Mondavi, productores californianos, imponiendo un estilo de vino al mundo entero. Como un perro que se muerde la cola, el control de los medios de comunicación, orienta el discurso hacia la imposición de un misimo gusto, disciplinando a las distintas regiones a cambiar el modo de producción, para adaptarse a los nuevos tiempos. La dictadura del roble y la estandarización de la vainillización de los vinos.

El resultado, más allá de la lucha económica, es la pérdida de la diversidad. Diversidad de productos, diversidad de ideas. El que no piensa igual, es un provinciano (“se quedó en el 45” diríamos en Argentina), sin saberse bien si esa frase (repetida por más de un protagonista) es una crítica o un elogio.

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Nossiter tiene la suficiente inteligencia para que esta historia se cuente sola, narrada por los mismos protagonistas, sin necesidad de un relato en off que oriente al espectador. Los protagonistas hablan de forma tan desinhibida que, sin quererlo, dicen hasta aquello que por decoro deberían callar.

La concatenación de los discursos (el “corte y pegue” del documental) estructuran la tesis del filme: vean, esto es lo que está pasando con la globalización. Podremos estar hablando de vino, pero al final de las dos horas de película, nos damos cuenta que excede el marco de una copa. Es el modelo social que se impone, con ese aire sereno y seguro de mercader vulgar. Ante los milenios de historia de los viñedos franceses, la dupla de nuevos ricos de los Mondavi, parece una anécdota históricamente menor. Es cierto, los Rolland tendrán el poder y se pasearán en los autos lujosos. Pero el mundo que están construyendo peca de una mediocridad característica de los arquitectos que lo están armando.

Una gran ventaja de “Mondovino” es que no pierde el lado humano de los protagonistas. Cada entrevistado, patéticos, poéticos, dignos, abyectos, chantas, sabios en pantuflas, nos regala una sonrisa comprensiva. En el gris, no son necesariamente ni malos ni buenos. Sólo humanos. Es un acierto que enaltece la obra.

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Hay muchos guiños irónicos en “Mondovino”, desplegados con mucha pero mucha sutileza. Cámara que gira para mostrar, en segundo plano, al tipo que transporta los cajones en un autito O la misma foto de Ronald Reagan autografiada, que se repite en dos oficinas diferentes, esbozando en una imagen el contorno republicano del modelo. Esas desviaciones de la cámara se vuelven certeras pedradas en el ojo, sobre todo cuando contrastan, por su incoherencia, con el discurso del entrevistado. Esa distancia entre las palabras y los hechos que nos siguen impactando, aunque sea un signo de los tiempos.

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Delicioso el personaje del bodeguero francés Hubert de Montille con su contrapunto personal contra su hijo Etienne (vendido al nuevo modelo) y su preferencia por su hija Alix. El momento humorístico cuando la marquesa de Frescobaldi es dejada con la palabra en la boca, por la salida presurosa de su marido. Conmovedora la simpleza austera de Antonio Cabezas en Salta y, la más ridícula y absolutamente patética, la participación de los Etchart en Cafayate, el momento de vergüenza ajena de la película, en el que no podía faltar un argentino. Una pregunta: la risita de Michel Rolland, ¿no termina siendo inaguantable?

Escenas: el diálogo entre Hubert de Montille con su hija; el momento racista del hijo de Etchart, hablando de la indolencia de la raza indígena; los comentarios finales del viñatero de Cerdeña.

Las frases de este filme (antológicas) serán parte del post de mañana.

CONSEJO: imperdible.

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