22.1.07
el laberinto del guión
EL LABERINTO DEL FAUNO
Reconozco que no tengo la pasión que la crítica nacional tiene con las películas de Guillermo del Toro. Es admirable su capacidad para plasmar imágenes bizarras, sádicas, al borde de lo escatológico, monstruos de lo cotidiano al estilo Cronenberg. Pero esas gemas, aunque sean gemas, me siguen pareciendo demasiado dispersas en función de la historia a contar.
“El laberinto del fauno” no escapa a esa condición. Imágenes de un delirio visual exquisito (como ejemplo, ver la visita al monstruo come niños de la segunda prueba) con escenas muy precarias, desde el guión y desde la actuación.
“El laberinto del fauno” es un supuesto cuento de hadas o la fuga hacia la fantasía de una niña, para escapar de un mundo cruel y perverso. Estamos en 1944, en España, y los últimos restos del Ejército Republicano se esconde en bosques y montañas, manteniendo una desesperada guerra de guerrillas, tan inútil como heroica. A ese pueblo, llega Ofelia con su mamá, Carmen, embarazada del cruel Capitán Vidal, el jefe franquista que mantiene un régimen de terror en el lugar. A medida que empeora la salud de Carmen, Ofelia se comunica con un ser sobrenatural, un fauno que le comunica que es una princesa perdida que tendrá que cumplir tres pruebas vitales para volver al reino donde la espera su padre. Cada prueba conlleva un riesgo, en algún caso mortal.
La estructura de cuentos de hadas puede servir como alegoría del fascismo y de la lucha de los que se oponen a ella. Pero es demasiado elemental el sistema de correspondencia de la alegoría y pobre, en términos dramáticos, las pruebas que sobrelleva Ofelia. No se ve un crecimiento del personaje, ni una interrelación con el resto de los personajes del mundo “real”.
En detrimento, el guión de Guillermo del Toro reniega de los grises. Todos los personajes o son demasiado buenos o demasiado malos. El ejemplo del capitán Vidal es paradigmático. Los protagonistas terminan rozando la caricatura. En el detallado despliegue visual, del Toro se pierde de desarrollar la relación de sus criaturas. Es muy básico el grado de interacción entre Ofelia y el capitán Vidal. Y esa relación debía ser, sin dudas, clave. Las pruebas de la niña debían corresponderse con el crecimiento en la relación con el cruel militar. De alguna manera, el todopoderoso Vidal debe ir cediendo poder a la verdad y pureza de la aparentemente débil Ofelia. El fascismo puede imponerse a veces, sobre la justicia y la libertad. Pero su reino tiene un plazo fijo, más tarde o más temprano, debe acabar.
“El laberinto del fauno” tiene un agravante: el bajo nivel actoral. La impostación es un lugar común. Y sorprende teniendo actores como Sergi López o Ariadna Gil que han dado muestras de capacidad, en otras producciones. Las limitaciones de sus personajes, puede obrar en contra. Y el mayor error del casting está en Ofelia (Ivana Baquero) que, en ningún momento, muestra la química necesaria para esta historia.
El rubro destacado es la fotografía de Guillermo Navarro, la dirección de arte y el maquillaje. Si prescindimos de la coherencia con la historia que le sirve de base, son alucinantes las pruebas de Ofelia, en especial el horripilante ser con ojos en las manos, devorador de niños, un auténtico engendro de la noche.
Un apunte aparte: la aparición final de Federico Luppi como el rey.
Escenas destacadas: la segunda prueba con el hombre pálido; la escena en la que el capitán Vidal se cose el corte en la cara; la aparición del fauno, en el laberinto.
Frases: “Mi nombre es Ofelia. ¿Quién eres tú?”, “¿Yo? He sido tantos nombres… Viejos nombres que sólo el viento y los árboles pueden pronunciar. Soy la montaña, el bosque y la tierra… Soy… soy un fauno”; “Capitán, obedecer por la seguridad de obedecer… eso sólo lo hace gente como usted…”; “El capitán ha sido bueno con nosotros… Por favor, Ofelia, llámalo padre. Es sólo una palabra, Ofelia, sólo una palabra”
“Dicen que rompió el reloj en el medio de la batalla, para que su hijo supiera la hora que murió. Que esa es la forma cómo muere un valiente”, “Esa es una leyenda. Mi padre no usaba reloj”; “Es con la otra mano, Ofelia”.
CONSEJO: esperar al video, sin apuro.
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