12.4.07

año sabático para Allen

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SCOOP

Agarre un “Misterioso asesinato en Manhattan”, mezcle con un poco de “La maldición del escorpión de jade” y rocíe con ese segmento de “Historias de Nueva York”. Duplique el clásico neurótico que popularizó Woody Allen, pero ahora rubia y con las gomas de Scarlett Johansson; sazone con un Hugh Jackman que extraña a Wolverine y arroje sobre una bandeja de plata inglesa. Eso es “Scoop”, la peor película en la filmografía de Woody Allen, lejos pero lejos, y eso que no me olvido de algunos experimentos de la primera época humorística.

Esperar una película de Woody Allen (como una de Tarantino) era de unas esas alegrías que nos daba el cine. Y da pena confesarlo, pero Woody muestra signos de una acelerada declinación. Despliega los mismos trucos de siempre, con su oficio y calidad, pero cada vez tiene menos que decir y, lo que es peor, con menos ganas. “Scoop” logra hacer algo que, en toda su carrera, Woody Allen no había conseguido: hacernos aburrir.

La trama tiene tantos agujeros, tantas escenas sin gracias, tantas idas y venidas negligentes, que cuesta trabajo creer que es un guión del mismo tipo que firmó “La rosa púrpura de El Cairo”, “Maridos y esposas”, “Crímenes y pecados” o “Días de radio” por decir algunas, tiradas al azar. Y, para peor, desperdiciar ese elenco. Una auténtica pena.

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La idea inicial del filme era muy buena: un periodista muere y, en el otro lado, en la barca de Caronte, se entera que un noble inglés es un asesino serial, noticias que recibe de buena fuente, la propia víctima. El tipo ya no puede escribir la primicia, pero logra volver para, como fantasma, dentro de una caja de mago, y pasarle el dato a una jovencísima y torpe pichona de periodista (¡y la pichona es Scarlett, criaturita de Dios!).

Hay un personaje que está duplicado: el mago que interpreta Woody Allen es el reflejo de la protagonista, Sondra Pransky. Es más: el mago sobra. La relación que había que aprovechar y sacarle jugo, era la de Sondra con el fantasma de Joe Strombel, que interpreta Ian Mc Shane. Allí estaba la historia. El viejo zorro del periodismo pasando la posta, alentando a buscar riesgos, a la nueva generación que duda de sí misma. Esa era la historia: el tipo que se muere por vivir y la que se muere de miedo por vivir (que es muy distinto).

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Pero Woody Allen se mete por varios berenjales, impropios de su pluma. Tan impropios que uno se pregunta si no habrá llegado el momento de un año sabático, ponerse a descansar un tiempo y, recién entonces, libre de tantos “homenajes” a su pasado, pensar en una historia original, desarrollarla con paciencia y sólo entonces, buscar un elenco y filmarla.

Crucemos los dedos y esperemos que ese Allen esté dormido o atontado por alguna medicación. Que ese que nos hacía dar dos saltos de contento y mover la cola, cuando íbamos a ver una película suya, esté de vuelta, más pronto o más temprano.

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De la película, sólo vamos a destacar una escena. Sí, esa. La de Scarlett Johansson saliendo en malla roja, al costado de la piletita.

Lo demás, está de más.

Frases: “No se lamenten por Joe Strombel. Joe Strombel tuvo una vida plena”; “Así que me acosté con él y ni siquiera lo entrevisté. ¿Qué clase de periodista soy?”; “¿De dónde vienes, Sondra? No, no me lo digas... porque tengo un gran oído para esas cosas. ¡Alabama! ¿Verdad? ¿Tengo razón?”, “Cerca”, “¿Sí?”, “Soy de Brooklyn”; “Eres un ser humano increíble, un honor para tu raza”; “Tenía una esposa, pero me dejó. Puedes creerlo. De alguna forma, pensaba que era inmaduro
y que nunca crecería. Ahora puedo refutar su argumento. Me podría haber negado... pero levanté mi mano, y ella no me permitió expresarme”

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“¿Lograste algo, además de un posible embarazo?”; “Yo nací bajo la creencia hebrea pero al crecer me convertí al narcisismo”; “Tu familia es ortodoxa. ¿Aceptaría a un asesino serial?”; “Porque nunca quise hijos. No. Porque si los tienes, ¿qué pasa? Eres bueno con ellos, los crías, sufres... los cuidas y cuando crecen... te acusan de que tienes Alzheimer”; “¿Si podría vivir en Londres? No. Y me encanta. No me malinterpretes, me encanta... pero además del problema del idioma, no soporto cómo manejan. Porque lo hacen del lado equivocado y cada vez que manejo aquí, sé que moriré en un accidente”

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“Veo que no tienes el suéter rojo. Quizá lo dejó en otro cuarto. Tiene un problema con la promiscuidad”.

CONSEJO: dejar pasar.

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