Milanesa a la napolitana
Clásico porteño, y por extensión argentino, que no puede faltar en el menú de ninguna parrilla, pizzería o bodegón que se precie de tal: nació en la primera mitad del siglo XX en el restaurante Napoli, situado frente al Luna Park. Este tenía un último cliente, fan del boxeo, que tras la última pelea se cruzaba para saborear una suculenta milanesa con fritas. Pero una noche, el ayudante de cocina quemó la última que quedaba... Don José Nápoli, dueño del reducto, tuvo una idea salvadora: retiró la parte quemada, le puso jamón, salsa de tomate y queso, un ratito de horno y... ¡boccato di cardinale! que el cliente aprobó y agradeció. Al día siguiente, el plato figuraba en el menú como Milanesa a la napolitana: había nacido una estrella.
Crêpes Suzette
Postre típico de Bélgica y Francia, es una crêpe rociada con una salsa de azúcar caramelizado, jugo y ralladura de naranjas, y licor (comúnmente Grand Marnier), que se flambea haciendo del conjunto una salsa espesa, dulce y caliente. Se dice que el plato fue creado en 1895 por Henri Charpentier, camarero asistente del parisino Monte Carlo Café. El muchachito, de sólo 14 años, servía nada menos que al príncipe de Gales (hijo de la reina Victoria y futuro rey Eduardo VII) y a una bonita invitada cuyo nombre era Suzette. Al prepararles las crêpes, preparadas en la cocina, pero calentadas en la mesa con la salsa, sus nervios hicieron que ésta se encendiera con el fuego: ¡imprevisto desastre! Charpentier logró dominarse, extinguió el fuego y probó la salsa como si fuera el procedimiento habitual, mientras se imaginaba guillotinado o, peor aún, despedido y... ¡voilà!: era exquisita. Al príncipe le encantó y le preguntó el nombre del plato, que el osado jovencito inventó al instante: Crêpes Princesse. "Pero hay una dama en la mesa –observó el galante aristócrata–. ¿No sería posible cambiarlo por Crêpes Suzette?" Charpentier accedió, por supuesto. Al día siguiente, su "torpeza" fue premiada por el príncipe, que le envió un anillo, un sombrero panamá y un elegante bastón.
Papas fritas
Hoy las sacamos de una bolsita y (comida chatarra o no) todos disfrutamos de su salado, crujiente sabor. Las papas fritas nacieron por casualidad, en 1853, en Saratoga Springs, Nueva York. Allí, un chef indio de muy mal genio llamado George Crum trabajaba en la cocina del restaurante de un resort para gente adinerada de la zona. Un día, al devolverle cinco veces un cliente su orden de papas fritas diciendo que debían ser "más delgadas y más fritas", Crum desenterró el hacha de guerra y las cortó en hojuelas finas, las frió hasta dejarlas crocantes y las saló sin economías. Estaba seguro de que la venganza esta vez sería un plato para comer caliente... ¡pero al cliente le encantaron y le pidió más! Las noticias corrieron como reguero de pólvora y para el 1900 ya se conocían como Saratoga Chips. Un éxito mundial surgido del despecho.
Revuelto Gramajo
Otro famoso plato argentino cuyo origen viene con dos versiones distintas. Una se lo atribuye a un playboy argentino del siglo pasado llamado Arturo Gramajo, de hábitos festivos y horarios impredecibles; de visita en el Hotel Ritz de París, pidió comida a un horario en que la cocina estaba cerradísima. Sin achicarse, Gramajo revisó las existencias, impartió instrucciones al ayudante de cocina y logró un tentador revuelto de huevos, pollo, jamón y papas fritas que popularizó al regresar a la Reina del Plata. La segunda da cuenta de otro Gramajo, coronel, sempiterno gourmet y ayudante de campo del general Roca. De campaña y desolado ante el monótono menú que la cocina militar ofrecía, ideó la combinación que hoy lleva su nombre. En ambos casos, el denominador común de este plato es la clásica picardía criolla…
(…)
Ravioles
Esta pequeña gran exquisitez con rellenos varios fue inventada por los marineros de Italia del Norte, quienes no querían desperdiciar la comida (a veces muy escasa) que tenían a bordo y así discurrieron un método para aprovecharla: picar los restos y rellenar con ellos bolsillitos cuadrados de pasta, que luego hervían.
Risotto
La creación de este untuoso, exquisito plato a base de arroz data de 1574, en la ciudad italiana de Milán, cuando su gran catedral estaba en plena construcción. Cuenta una leyenda que el maestro vidriero, conocido por usar azafrán para iluminar sus pigmentos, decidió probar suerte en la cocina y agregó ese polvillo a una olla de arroz durante un banquete de boda. Su experimento fue aclamado por los comensales y bautizado Risus optimus, o "excelente arroz", en latín, el cual después derivó en risotto.
Dulce de leche
Muchas historias circulan acerca del nacimiento de esta sustancia casi imprescindible para cualquier argentino. Una de las más difundidas habla de un encuentro parlamentario en Cañuelas, celebrado entre dos figuras históricas, Rosas y Lavalle. El segundo, mientras esperaba a Rosas, decidió dormir una siesta en el catre del general... causando un gran susto a la mulata ama de llaves, que se lo confundió con don Juan Manuel. Dicho susto la hizo olvidarse de la leche con azúcar que estaba calentando para el mate de Rosas, y se convirtió en el hoy celebérrimo dulce de leche.
FRANK BLUMETTI
“Que parezca un accidente”
(la nación, 03.06.07)
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