Empieza el combate. Llegan los primeros partes, de las distintas columnas dispersas por las calles de Buenos Aires.
ataque al Retiro
El regimiento 87, al mando de Auchmuty y Butler, entra por la actual M. T. de Alvear mientras que el mayor Miller conduce la otra mitad del regimiento 87 por Santa Fe. El plan inicial indicaba que estas columnas debían entrar por Córdoba y Paraguay pero, seguramente, como esas calles no estaban abiertas a la altura de Callao, se habían desviado al norte, hasta encontrar las primeras calles abiertas. Más hacia el lado del río, el teniente coronel Nugent avanza por Juncal (“una angosta callejuela entre cercos vivos” como la describió posteriormente) con el regimiento 38.
“Todavía no había amanecido lo suficiente para ver ningún objeto a la distancia y tampoco nos habían disparado un solo tiro cuando, repentinamente, recibimos una descarga de metralla de uno o dos cañones, uno de ellos frente a nosotros” describe Auchmuty en el juicio a Whitelocke. Los tiros provenían del Retiro y el ataque descripto por Auchmuty se dio cuando los ingleses cruzaron entre Suipacha y Esmeralda.
“Aunque el fuego era extremadamente destructivo, sobre todo para los granaderos, la columna siguió forzando su avance; y cuando un intenso fuego de mosquetes se abatió sobre nosotros desde un edificio que luego reconocí como la Plaza de Toros y en el había alrededor de un millar de hombres, la columna quedó durante algún tiempo expuesta a él, aún deseosa de avanzar. Nuestra retaguardia comenzó entonces a disparar, lo que hizo más peligrosa la situación de quienes estaban al frente. Al fin, la columna empezó a vacilar y retroceder. En ese momento, el coronel Butler, con suprema valentía, se forzó por detener a los hombres e inducirlos a seguirme en un intento de entrar en un jardín a la derecha de la calle, cosa que logramos, llegando a la calle siguiente que era paralela a la que habíamos dejado” describe Auchmuty. En la Plaza de Toros, comanda el ataque el coronel Gutiérrez de la Concha, con un millar del regimiento de los Gallegos, responsables del ataque a las columnas inglesas.
las columnas centrales
La columna del teniente coronel Alejandro Duff, el que dejó las banderas en el campamento, “para que no las tomaran”, avanzó por Perón, con la mitad del regimiento 88. El fuego de los cantones que encontró en Suipacha (comandados por Balbiani), lo obliga a desviarse por Suipacha hasta la Iglesia de San Miguel, en donde intenta entrar. Pero el fuego del cantón que estaba frente al templo y las sólidas puertas del edificio, lo llevaron a continuar por Mitre, donde se apodera de unas casas, para resistir el embate de los porteños.
No tuvo mejor suerte la otra columna del regimiento 88, comandada por el mayor Vandeleur, que avanza por Sarmiento, con relativa facilidad en un principio. Pero a partir de Suipacha, recibe un ataque de toda clase de proyectiles, lanzados desde los techos de las casas, desde granadas de manos hasta objetos combustibles. Al trote, la columna de Vandeleur se topó con una trinchera, en la calle 25 de Mayo, un parapeto de bolsas de cuero rellenas de cuero. Ante el fuego, trepan la barrera para encontrar que los esperaba un zanjón de metro ochenta de profundidad y tres y medio de ancho. Urgidos, continúan por Sarmiento hasta 25 de Mayo y allí se adueñan de dos casas esquinas en la Alameda (L. N. Alem), donde se resguardan.
El regimiento 36 se dividió en dos mitades: una columna, al mando del general Lumley y el teniente coronel Burne, avanza por Corrientes; la otra, al mando del capitán Cross, por Lavalle. Sin mayores inconvenientes, ambas columnas llegaron a 25 de Mayo y tomaron las casas de la orilla de la barranca, entre 25 de Mayo y L. N. Alem. Se izó la bandera del regimiento y allí resistieron el fuego del Fuerte y de las casas vecinas.
la Residencia
La columna extrema sur, comandada por el teniente coronel Guard, avanza con cuatro compañías del Regimiento 45 por la calle San Juan. Dado que San Juan no estaba abierta a la altura de Callao, debió dar un rodeo por Cochabamba-Luis Sáenz Peña-Constitución-Santiago del Estero y recién ahí entrar por San Juan. Por tal motivo, se demoró cuatro minutos más que la otra columna, al mando del mayor Nichols quien se encaminó con la otra mitad del regimento 45, por Humberto Primo. Sin mayores bajas (Guard perdió sólo 3 hombres en el avance), se apoderaron del Hospicio de la Residencia (en Humberto Primo, entre Balcarce y Defensa), manteniendo esa posición sin mayores inconvenientes.
la guerra personal de Dennis Pack
Las dos columnas de la Brigada Ligera protagonizan los momentos más dramáticos de la Defensa. El general Craufurd conduce su columna por Venezuela; Dennis Pack por Belgrano.
Tal vez por la irregularidad de las manzanas a la altura de la Quinta de White, estas columnas no siguieron por Moreno y Belgrano como lo indicaba el plan original. No fue el único desvío del plan decidido por Whitelocke el día anterior. La orden general de batalla indicaba que “los jefes de columna de ambos lados de la plaza cuidarán de no desviarse hacia la plaza” pues sabían que estaba muy bien fortificada. El teniente coronel Holland, cuñado y ayudante de Craufurd, al copiar la orden (muy mal redactado por Whitelocke) consideró que no regía para las columnas al sur de la plaza, por lo que no copió esa instrucción, lo que resultó vital, porque tanto Pack como Craufurd se desviaron hacia la plaza.
Pack avanzó por Belgrano, hasta llegar a Perú. “Atravesé la ciudad de Buenos Aires por el camino que me marcaban las órdenes. Fue lo primero que atrajo mi atención al insólito silencio de las calles, apenas interrumpido por algunos tiros sueltos, dirigidos de cierta distancia al paso de la columna. Algunos exploradores expertos habían notado ruido de voces en las casas por donde pasábamos, y la prudencia nos aconsejaba registrarlas una por una; pero, pensando que tal examen contrariaba órdenes recibidas, pasé de largo apurando la marcha” describe el propio Dennis Pack.
“Anduve sin otra oposición que la de algunas descargas que partieron de las avenidas que conducían a la Plaza Mayor, en el momento de cruzar sus bocacalles. Al llegar a vista del río de la Plata, mandé hacer alto a la cabeza de la columna para apretar las filas, y como oyese fuego a mi izquierda y no tuviese enemigo al frente en punto que ocupar a mi derecha, conferencié con el teniente coronel Cadogan, que convino conmigo en la oportunidad de ganar terreno hacia la izquierda y comenzar el ataque si estuviera por allí el enemigo. Las lámparas estaban espirando, y algunas parecían dispuestas para asistir a los sitiados, en caso de un ataque nocturno…”.
Allí, en Perú y Belgrano, Pack decidió que Cadogan tome las cuatro compañías del regimiento 95 junto a la pieza que portan y avancen por Perú, hacia Alsina, para entrar por los fondos de San Ignacio. Él, con cinco compañías de Cazadores, iría por Bolívar, para tomar la iglesia por el frente. Pack, viejo conocido de los porteños, tan soberbio y altanero como valiente, sabe que es profundamente odiado por no haber respetado su palabra de honor y tomado las armas contra Buenos Aires. A su vez, Pack tiene una cuenta pendiente con la ciudad: las banderas de su amado regimiento 71 estaban guardadas en la Iglesia de Santo Domingo. La acción de Craufurd y Pack tomaba forma: tomar las iglesias de San Ignacio, Santo Domingo y luego ganar la de San Francisco, para imponerse desde el Fuerte. No importaba que el cuartel de los Patricios estuviera frente a San Ignacio y que Pack supiera que los porteños lo estaban esperando a él, especialmente. La leyenda dice que gritó un: “¡Pronto voy a despacharlos a todos!”.
Con su característica osadía, el que sería cuñado de Beresford, emprendió la acción. “Dispuse que el coronel Cadogan tomara el mando de la retaguardia y avanzase como yo por una calle paralela. Me perseguía la obsesión de que emprendíamos una lucha superior a nuestras fuerzas; acaso el combate más desigual que se hubiese librado jamás” confiesa Pack.
Cadogan avanza por Perú y cuando llega a la esquina de Alsina, al poner su pieza en batería para forzar la entrada a la iglesia, recibe un nutrido fuego de ambos lados de la calle Perú y del frente, destrozando su columna. La calle Perú era una ratonera a la que había ido, voluntariamente, el ejército inglés. Detrás de San Ignacio, estaba el cuartel de Patricios, con un batallón mandado por Saavedra y Viamonte, enfrente varios cantones en el cuartel de la Ranchería y, por si fuera poco, una pieza de artillería en Perú e Yrigoyen.
Simultáneamente, Pack avanzaba por Bolívar, encontrándose con el ataque desde los techos y la artillería de otra pieza, ubicada en Bolívar e Yrigoyen. Los disparos de mosquete y granadas, lanzados desde los techos, desintegró la columna de Pack quien también recibió heridas. Pack perdió al oficial de la primera compañía con casi todos sus hombres y la segunda quedó reducida a la mitad: en media hora, sólo queda una centena de los más de 250 hombres con los que había girado por Belgrano1. “La destrucción fulminante y simultánea de las columnas de Pack y Cadogan, al marchar paralelamente sobre San Ignacio, es uno de los episodios más notables de la defensa” escribió Carlos Roberts.
Pack retrocedió por Bolívar y cuando dobló por Belgrano se encuentra con Cadogan, con idéntica suerte que la suya, escapando por Perú. Cadogan, con lágrimas en los ojos, le jura que ha cumplido con su deber y aún más, pero que estaban perdiendo vidas en una causa sin esperanzas. Pack reconsidera su acción y propone reunirse con Craufurd, en la columna de Venezuela, para allí ir a la Residencia. Pero el mayor Cadogan objeta la propuesta: sostiene que aún pueden sostener su posición y que abandonarla sin órdenes sería una traición a las otras columnas (desconoce el desastre de las columnas centrales). Pack lo deja con el resto de la columna y, con un pequeño grupo, parte a buscar a Craufurd.
distracción central
Oyendo los fuegos del combate de las otras columnas, parte la última columna que tenía el objetivo táctico de crear una distracción en el centro, aferrando las fuerzas de la línea Suipacha – Tacuarí, mientras atacaban las columnas al norte y al sur. Al mando de la columna iba el teniente coronel Kington, con los regimientos 6 y 9 de Dragones, enfilando por Hipólito Yrigoyen. Al llegar a Suipacha, recibió el fuego de los Patricios que estaban sosteniendo ese punto de ataque. En vez de refugiarse en las casas vecinas y soportar el asedio, Kington trató de apoderarse de los cantones enemigos, sin éxito, siendo herido mortalmente. El mayor Pigot tomó el mando y ordenó la retirada, uniéndose, poco después, con el capitán Bradford, integrante de la fuerza de Cadogan. Retrocedieron por Yrigoyen, hasta la plaza Lorea (entonces un hueco, en el cruce con Paraná, que recibió ese nombre en homenaje a don Isidoro Lorea y su esposa, porque allí fueron asesinados por los soldados ingleses) y se refugiaron en la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad y casa vecinas.
(Éste y otros posts sobre las invasiones inglesas pueden consultarse en: http://invasionesinglesas.blogspot.com)
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