7.8.07

el tiro del final

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VENUS

Para empezar, una digresión personal. Fui a ver “Venus” al Artplex Centro (en Diagonal, frente al Obelisco), una tarde fría como nos viene acostumbrando este invierno 2007 en Buenos Aires. Me senté en la butaca, tras ese reflejo coqueteo protocolar que solemos regalar a las lindas acomodadoras del cine (entregar la entrada, saludar y recibir el programa con una sonrisa de oreja a oreja de la morochita de pelo corto que ya me conoce como habitué del lugar). En algún momento de la proyección de “Venus”, esa ceremonia automática, tomó cierta dimensión conciente y me quedé pensando que iba a haber un día que ese mismo juego inocente iba a ser contestado, no con la sonrisa complacida, sino con una cara de culo visceral que expresaría un “baboso” inapelable. En ese día (auguré) me habría convertido de un tipo con personalidad, tal vez seductor, a un viejo verde. Duro golpe de la realidad que espera, implacable, a la vuelta de la esquina.

Esa es la historia de “Venus”: el tiro del final de un septuagenario, seductor y amante incansable que se entusiasma por última vez, con una mujercita vulgar y rolliza, pero joven, luminosamente joven. El hombre es Maurice, el actor detrás de la máscara, el inmenso Peter O’Toole. La chiquita, Jessie, Jodie Whittaker (en su debut cinematográfico, luego de un par de apariciones en TV), babita del día de la fecha. Y no por casualidad empezamos con los actores, porque ellos sostienen la película. Hay una sinergia positiva en la pareja protagónica que lograr exprimir sus diálogos logrando mucha más tensión que lo que el guión de Hanif Kureishi propone.

“Venus” juguetea con un par de ideas interesantes. La primera, es pensar si el deseo sexual es un recurso mental o fisiológico, esto es, si uno pude jubilarse en el ejercicio del deseo. Los viejos trucos de Maurice para ver desnuda a Jessie suenan a patéticos y pervertidos pero (hete aquí la paradoja) no son demasiado alejados de los que recurre cualquier hombre maduro para lograr el mismo objetivo. ¿Qué es lo que lo hace “perverso” (si se permite la calificación)? ¿Repetirlos en la tercera edad? ¿Dónde está la línea de separación? O, tal vez, esa línea sea sólo una imposición cultural.

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Esa idea (muy interesante) se desarrolla a medias en el filme. Justamente, es una de las falencias que puede achacársele al guión: no haber creído en la historia y seguirla, con audacia, hasta el final. Lo que la primera hora sugiere como una historia original, se desbarranca en un convencional final (con muelle deteriorado en una playa fría y desierta, con el mar golpeando la orilla). Ni el director Roger Michell ni su guionista se atrevieron ir más allá e imaginarse al jovato decadente seduciendo a la púber lolita. Vale recordar que en “Matar al abuelito”, ejemplo argentino de hace unos años, se atrevieron a ir a fondo con mayor honestidad dramática.

Otra idea que surge de la película, es la omnipotencia del cuerpo femenino, el misterio cósmico que su visión despierta. Pulsión por alejar la muerte, obsesión por quemarse en la llama blanca de la piel desnuda. Trágico y poético a la vez, la pasión de Maurice es la del moribundo que anhela el último rayo de sol, el postrero temblor que anuncie la certeza de estar (todavía) vivo.

Pese a que Maurice eche mano a viejos trucos de seductor, esta vejez no es inútil. La Jessie que aparece en la primera escena (fulera, enojada, gorda, vulgar) va mutando en la diosa que termina desnudándose en la clase de pintura del final. La mano del viejo seductor va puliendo, como un artista, los excesos de la joven. Si el cuerpo femenino encierra la visión del Paraíso, sólo el roce de la mano de un hombre puede abrir las puertas de esa gloria. Maurice, viejo y todo, impotente y derruido, se las ingenia para despertar en el cuerpo de Jessie el fulgor del deseo. (Un apunte generacional: los contemporáneos de Jessie son incapaces de ese despertar ese fluido latente; sólo un experto, maduro artista de la seducción, logra invocar su presencia).

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Otra línea del filme, el doble juego entre el Amor y el Deseo. Maurice corretea tras Jessie en alas del Deseo, aunque su cuerpo le niegue la posibilidad de sublimar ese intento. Pero el momento de mayor tensión sexual del filme, lo protagonizan Maurice con su ex esposa Valerie (Peter O’Toole y Vanesa Redgrave), en un sencillo beso otoñal que ilumina a los personajes. Hasta ahí, ajados, arrugados, mal vestidos, desprolijos, adivinándose el olor rancio de la vejez. Para basta que se besen, iluminándose con un dorado ardiente. Si el Amor y el Deseo van de la mano, parece que el amor trasciende las limitaciones temporales del cuerpo físico. (Recordamos a Swedenborg quien supo atestiguar que en el Cielo, los que se aman se convierten en una sola entidad y así surgen los ángeles). Maurice atraviesa en soledad sus últimos días. Ha perdido el amor, en busca del deseo.

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Ya destacamos a Peter O’Toole, a Jodie Whittaker y a Vanesa Redgrave. Añadimos los parlamentos de Leslie Phillips, el amigo que también, como Maurice, ha dejado pasar el amor.

Escenas destacadas: el citado beso entre Maurice y Valerie; el primer encuentro entre Maurice y Jessie; el soneto 18 de William Shakespeare, recitado por Maurice / O’Toole a Jessie / Whittaker sumergida en la bañera. Para los que quieran recordar esa escena, aquí está link al video:

Venus - Shakespeare

Posted Feb 14, 2007

Maurice and Ian, a pair of veteran actors, have their comfortable daily routine disrupted by the arrival of Ian's grand-niece, Jessie.



El original en inglés:
sonnet 18

Shall I compare thee to a Summer's day?
Thou art more lovely and more temperate:
Rough winds do shake the darling buds of May,
And Summer's lease hath all too short a date:

Sometime too hot the eye of heaven shines,
And often is his gold complexion dimm'd,
And every fair from fair sometime declines,
By chance, or nature's changing course untrimm'd:

But thy eternal Summer shall not fade,
Nor lose possession of that fair thou ow'st,
Nor shall Death brag thou wander'st in his shade.
When in eternal lines to time thou grow'st:

So long as men can breathe or eyes can see,
So long lives this, and this gives life to thee.
Y la traducción:
soneto 18

¿Qué debo compararte a un día de verano?
Tú eres más adorable y estás mejor templado.
Rudos vientos agitan los capullos de Mayo
y el estío termina su arriendo brevemente.

A veces brilla el sol con demasiado fuego
y a menudo se vela su dorado semblante.
A veces la belleza declina de su estado,
por causas naturales o causas imprevistas.

Mas tu eterno verano, jamás se desvanece,
ni perderá su instinto de tener la hermosura,
ni la Muerte jactarse, de haberte dado sombra,
creciendo con el tiempo en mis versos eternos.

Mientras el ser respire y tengan luz los ojos,
vivirán mis poemas y a ti te darán vida.

traducción de Ramón García González
http://www.cervantesvirtual.com
Las mejores frases mañana.

CONSEJO: se puede esperar al DVD / video.

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