-Deberías probar éstas. No te despertarás.
-Las píldoras para despertarme son las que estoy buscando.
-Para eso recomiendo cualquier píldora azul.
-Las blancas me dan más de una emoción.
-En el hospital dijeron que si en cinco años estoy limpio, estaré bien. Les dije que para ese momento estaré bebiendo con Jesús.
-Tiene muchas ganas de conocerte. Le encantó tu Polonio. Pero tu Cesar le pareció un poco débil.
-¿No había terminado?
-Me temo que nunca se termina cuando vas al teatro.
-Podrías consultar un libro.
-¿Un libro?
-Sí, tú sabes, dos tapas de cartón con páginas impresas entre ellas.
-¿Lees mucho?
-Sólo cuando no hay nadie con quien hablar.
-Ayer compré un pedazo de mero increíble... pero no supo qué hacer con él.
-¡Santo Dios!
-Su noción de cocina es poner un plato de vómito virtual dentro del microondas.
O sólo mátalos. Mata a todos los jóvenes. Termina con su repugnante felicidad y esperanza.
-Diste con la persona más que correcta para esto. Un científico del corazón femenino.
-Un profesional de las vaginas.
-Eso es.
-No dejaré que nadie que conozco vea mi trasero y mi delantera.
-No es así.
-Entonces, ¿cómo es?
-Ya verás.
-Te conviene no intentar corromperme.
-Estoy sorprendido, Jessie. No creí que pensaras eso de mí. Soy un hombre respetuoso y respetado.
-Sí, claro.
-"Trasero y delantera". Nunca he escuchado eso antes.
-¡Ahora estás pensando en eso!
-No. Te lo juro.
-Piensa en otra cosa.
-Lo haré.
-¡Deja de tocarme!
-Por un momento creí que mis piernas se ablandaban.
-Esa no es razón para apoyarse. Sólo déjate caer al piso de manera natural.
Para la mayoría de los hombres, el cuerpo de la mujer es lo más bello que verán. ¿Qué es lo más hermoso que puede ver una mujer? ¿Lo sabes? Su primer hijo.
-Estoy por morir y no sé nada de mí mismo.
-A pesar de todo, has sido amado, Maurice. Has sido adorado.
-Sí. Y tú también, un poco, Ian. Aunque no te hayas dado cuenta.
Bien, he hecho cientos de éstas. Hay muchas posibilidades de impotencia e incontinencia. Pero no morirá y eso es un buen resultado.
-¿Por qué no me dijiste?
-Oh, tú sabes. No quería pensar en eso. Odio la lástima.
-Pero no ibas a tenerla de mi parte.
-Lo sé. Eres un verdadero amigo.
-Soy impotente, por supuesto.
-Gracias a Dios.
-Pero todavía puedo tener un interés teórico.
Siempre hay rastros tuyos donde no debiera.
-¿Hay olor a hombre viejo?
-No tanto esta noche.
-Me pregunto por qué.
-Puedes besar mis hombros.
-¿Puedo?
-Tres besos. ¡Tres, dije!
Te amé. Por un tiempo. Y el resto del tiempo, te tenía mucho cariño.
Ésta es mi despedida.
-No hay bolsillos en un sudario.
-Dios, es una larga subida, ¿no es así?
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