Cursi, es, según consigna José Gobello en su Diccionario Lunfardo, lo que con pretensión de elegancia o riqueza es ridículo y de mal gusto. Sinónimo rioplatense de cache, el término parece descender de la voz quechua K´ ácha, elegante, a punto tal de terminar emparentado con lo kitsch.
Por su parte, Arnold Hauser, en Sociología del arte, editorial Guadarrama, 1977, define el kitsch como ameno, se puede disfrutar gastando menos energías espirituales, responde a los placeres hedonistas, pero se distingue de las formas corrientes y vulgares del arte popular sobre todo, además de su gracia aduladora, su conformismo con el estado del mundo y su curso.
Dice también: "El kitsch nace de la creencia en la insignificancia de los antagonismos sociales y el frívolo optimismo de que uno puede pasar sin más de una clase social a otra, del mundo de las ilusiones al de la realidad, del ámbito de los sueños a la utopía de las satisfacciones... Arte en forma barata, dulzona, sentimental representación falaz de la realidad. Esencialmente, el kitsch es un sueño, una imagen ideal de la existencia. Otras formas de kitsch: las de buena habitación o del gran salón; un kitsch interior y otro extravertido, demoníaco; uno religioso y otro, patriótico; uno fielmente inocente y otro lascivo. El kitsch no es lo querido no podido, sino lo antiartístico podido, lo cursi querido. No surge casual ni involuntariamente, sino en el sentido de las palabras de Emile Faguet sobre el melodrama, a saber, de que hay que creer en el kitsch con el fin de producir kitsch bueno, eficaz. De esta manera lo hermoso se convierte en lindo, lo elevado en arrogancia, la grandeza en jactancia, la dignidad en ostentación, el amor en prostitución".
(…)
Hauser admite, además, que kitsch y mal gusto se corresponden mutuamente, aunque no son equivalentes. Tampoco van necesariamente unidos la popularidad y el mal gusto. El hecho de haber tenido éxito en la Rusia estanilista, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini nos puede hacer pensar que fue un arte oficialista.
(…)
Representante de la cultura de masas, el reinado kitsch no es otra cosa, en estos lares, que una especie de advenimiento de los grasas. Este término, según el ya citado Gobello, parece descender de la voz inglesa greaser, usada en el oeste norteamericano. "Se aplica a los mexicanos y, en general, a los latinoamericanos. En nuestro país -admite Gobello- se comenzó a difundir durante los años iniciales del primer gobierno de Juan D. Perón (1946). Se la adjudica al círculo del embajador norteamericano Spruille Braden el referirse a los seguidores del régimen." Tal vez cache, cursi, grasa, constituyan partes separadas de un mismo patrimonio de lo guarango.
"El mundo se ha puesto guarango", admite una señora que conoció la belle époque porteña o, como ella refiere con gracia, "sus migajas". Ese adjetivo deriva también del quechua, guarancca, conjunto de mil indios mandados por un curaca, luego el curaca mismo.
ALEJANDRO SCHANG VITÓN
“Ser cursi hoy”
(la nación, 22.08.07)
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