13.11.07

la democracia después del terror

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EL SOSPECHOSO

Claro ejemplo de un gran tema contado con tanta corrección que termina destiñendo lo que tenía que contar. Pluralidad de personajes y dilución del conflicto. Si de algo sirve “El sospechoso” es que plantea el tema en la agenda pública. Ahora, desde el punto de vista cinematográfico, agrega poco.

Ésta es la historia de Anwar El-Ibrahimi, ingeniero egipcio, residente hace 14 años en Estados Unidos, casado con una rubiecita (Reese Whiterspoon), un hijo y otro en camino. Un día regresa de un congreso en Sudáfrica y unos tipos lo secuestran al bajar del avión, en pleno aeroupuerto. No son delincuentes, no señor. Es el Gobierno de los Estados Unidos de América que, para esos casos en los que necesita “extraer información”, acuerda con países con reglas más laxas para los interrogatorios (esto es, aquellos que torturan) “pasarles” el prisionero y averiguar qué saben. Acorde a esta línea del pragmatismo inmoral que campea en el Gran País del Norte luego del 9/11, oficialmente El-Ibrahimi es un desaparecido de la democracia norteamericana.

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“El sospechoso” trata el secuestro de El-Ibrahimi y mueve a varios personajes alrededor del conflicto: la esposa que busca información con un ex novio, ayudante de un senador; la familia del torturador árabe que “interroga” a El-Ibrahimi; un agente de inteligencia norteamericano que empieza a cuestionarse lo que está haciendo; una jefa de inteligencia dispuesta sin escrúpulos.

El filme tiene el aire de las grandes películas políticas estilo “Todos los hombres del Presidente” o “Syrianna”. Pero sólo el aire. Al filme le falta grandeza, tal vez por un exceso de corrección del guión de Kelley Sane y de la dirección del sudafricano Gavin Hood. La intención de mostrar “todos los ángulos” del tema no está desacertada. Pero sí lo es la falta de concentración de esas historias en un personaje. Por momentos el filme lo mueve el personaje de Isabella (Reese Whiterspoon); en otros Douglas (Jake Gyllenhaal); en otros el detenido (Omar Metwally).

Hay que reconocerle a Hollywood su capacidad para que se levanten voces en contra de la política dominante y el compromiso de sus principales actores a participar en esas propuestas. Acá seguimos contando historias de chicos con cara de aburridos. Eso sí, siempre nos reunimos para despotricar contra Hollywood que, comercial y todo, sigue teniendo un espacio para las voces disonantes del que carecemos en nuestro cine independiente (sic).

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No obstante las buenas intenciones, el filme no brilla y eso resiente el resultado final. Novedosa la estructura temporal con una sorpresa final que no podemos develar. Pero que nos sacude el árbol por un momento y nos plantea la pregunta de: ¿esto va a cambiar, verdaderamente, dicho estado de cosas?

Algunos buenos momentos del filme se deben a la interacción del excelente elenco, con unos diálogos memorables, como los de Meryl Streep con Jake Gyllenhaal, el de Hassan Ghancy con el mismo Gyllenhaal, o la despedida de Whiterspoon con Peter Sarsgaard y el de éste con Streep. Un apunte para Whiterspoon, una maltratada por esta página: lo suyo es correcto y es un logro; pero ésta muy lejos de la manija que le vienen dando desde los medios. (Como ejemplo, comparen su actuación con la de Meryl Streep, en la única escena que comparten en la película).

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Un comentario político. Cuando vemos el rumbo que ha tomado la política de Estados Unidos bajo la Administración Bush, nos preguntamos, desde esta veredita del subdesarrollo: ¿se dan cuenta los norteamericanos que están justificando los mismos procedimientos que observaban espantados cuando juzgaban la conducta de la dictadura del Proceso? ¡Ah, sí, me olvidaba! Los nuestros lo aprendieron en la Escuela de las Américas. Un lapsus, perdón.

Las mejores frases, mañana.

CONSEJO: esperar al DVD.

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