frases de "La Dalia negra"

-¿Qué opina, Srta. Lake?
-Por razones cívicas, espero que la Policía quede en ridículo por montar esta farsa. Por razones personales, espero que Lee gane. Y, por razones estéticas, espero que los dos luzcan bien sin camisa.

Blanchard es el héroe en este caso. Así va la historia. Yo sólo soy "el Otro".

-No debería haber dejado el boxeo.
-Yo se lo pedí. Además, el trabajo de policía le da un sentido del orden.

-¿Tienes novia, Dwight?
-Me reservo para Rita Hayworth.

-¿Quién es Bobby Dewitt?
-Un viejo caso.

Después del servicio, Lee y yo íbamos a casa a ver a Kay. A veces ella hacía la cena. Otras, salíamos los tres por ahí. Ella siempre estaba allí. No se interponía entre nosotros, pero siempre estaba en medio.



-No te preocupes. Conozco a un poli corrupto que muy pronto me dará lo que me merezco. Muy pronto.
-¿Un poli corrupto?
-Ya lo sé. No sé de ninguno que no lo sea, Baxter.

Bucky, despierta. ¡Cuidado! ¡Agáchate!

Antes de que esto se nos vaya de las manos, dejemos algunas cosas claras. La publicidad atrae confesiones de locos, mentirosos y pistas falsas. Así que ocultaremos algunos detalles. Lo del corte de oreja a oreja, el destripamiento… no revelen esa información. Ni a sus esposas ni a sus novias. Ni a otros agentes. Y me refiero a nadie...

¿Quiénes son esos hombres que se alimentan de otros? ¿Qué sienten cuando graban su nombre en otra persona?

Lee se quedó con Kay. O puede que fuera al revés.



-Tras un primer examen, tenemos una mujer de raza blanca de entre 16 y 30 años.
El cadáver está dividido en dos, con bisección a la altura del ombligo. Laceraciones de parte a parte en las comisuras de la boca. No hay signos visibles de hematomas en el cuello. Abrasiones rectangulares en los extremos de los esfenoides. Y una herida por punción aquí, en la palma de la mano derecha.
Ahí. El examen de la mitad superior de la cavidad abdominal no revela hemorragia. Intestinos, estómago, bazo e hígado, extraídos.
-¿Se puede fumar, doctor?
-A ella no le importa. En la mitad inferior del cadáver han sido extraídos todos los órganos reproductores. Ambas piernas rotas por la rodilla. Preguntas.
-¿Qué deduce usted?
-Les diré que ni fue violada ni estaba embarazada. En cuanto a la causa de la muerte, o bien fue la herida de la boca, o bien la apalearon con un bate de béisbol o algo similar.
-¿Y las vísceras?
-Su extirpación fue póstuma. Yo diría que desangró el cuerpo y lo lavó, probablemente en una bañera.
-¿Ya saben su nombre?
-Elizabeth Ann Short. Nacida el 29 de julio de 1924 en Medford, Massachussetts. La policía la detuvo en 1943 en Santa Bárbara, por beber siendo menor. Salvo eso, sin antecedentes.



-¿Ese soldado era su novio?
-¿Novio? Todos eran sus novios. Siempre y cuando vistieran uniforme. Betty creía más en la cantidad que en la calidad.
-¿Llama prostituta a su propia hija?
-Tengo cinco hijas. Y solo una manzana podrida. No está tan mal. Puede que esta vez tuviera novio. Puede.
-¿Algún nombre, Sr. Short?
-Tom, Dick, Harry... ¿qué más da? Decía que buscaba trabajo en el cine, pero sólo se paseaba por Hollywood Boulevard con sus modelitos negros. Así no me extraña que acabaran matándola.



-¿Qué va a pasarnos, Dwight?
-¿A los tres? No sé.
-No. A nosotros. Tú y yo.
-¿Nosotros? Kay. No hay "nosotros dos". Él es mi compañero. Y eso lo es todo. Ha hecho mucho por mí.
-Ha hecho aún más por mí.

Pobre Betty. No tenía muchos enemigos, sino demasiados amigos.

-Después de tantas pruebas, consiguió un papel. Pero tenía tendencia a...
-¿Exagerar la verdad?
-No. A mentir, maldicion.

Que los poetas hablen del amor a su modo infantil. Yo conozco todas las clases de amor, mucho mejor que ellos. Si quieres la emoción del amor yo he pasado por todas las clases de amor... Por todas, menos por el amor verdadero...

No era la primera aspirante a la fama que había visto en Los Ángeles. Pero era la mejor.



-Estoy cansada. ¿Le digo mi coartada para poder irme a casa?

-Vivo en el número 482 de South Muirfield, Parque Hancock.
-Ya lo sé.
-No me sorprende. Recójame como un caballero, no como un policía. Ah, y una cosa más. ¿Cómo se llama?



La comida sana produce personas sanas. La alta cocina produce degenerados.

Un gran pueblo, el alemán. Hitler era un poco excesivo. Pero algún día lamentaremos no haber unido fuerzas con él para combatir a los rojos.

-¿Sabía, Sr. Bleichert, que el bulevar Ramona se llama así por mí?
-No lo sabía.
-Cuando Emmett se casó conmigo, por el dinero de mi padre, le prometió a mi familia que movería sus contactos en el Ayuntamiento para que le pusieran mi nombre a una calle. Pero sólo consiguió una manzana en un callejón sin salida de un barrio de prostitutas, en Lincoln Heights. ¿Conoce usted ese barrio, Sr. Bleichert?
-Crecí allí.
-Bueno, entonces sabrá que hay prostitutas mexicanas exhibiéndose en las ventanas. Dicen que muchas de ellas llaman al Sr. Linscott por su nombre.



Es una esnob. De las que se toman las píldoras que le receta el médico, para no tener que admitir que es una drogadicta.

Me he esmerado mucho para ser promiscua.

Srta. Short, ésta es una escena muy triste. ¿Se creee capaz de interpretar la tristeza?

Betty y yo hicimos el amor una sola vez, el verano pasado. Lo hice para ver cómo era hacerlo con alguien que se me pareciera.



-Tengo un prometido. Lo conocí en Florida. Y fue el típico... no sé si lo habrá experimentado usted… pero fue amor a primera vista.
-Sí, me ocurre unas cinco veces por noche.

Regía la regla fundamental del homicidio: nada permanece enterrado para siempre. Los cadáveres, los fantasmas... Nada permanece enterrado para siempre. Nada.

-No entiendo el arte moderno.
-Y yo dudo que el arte moderno te entienda a ti.

-¡Por Dios, Bleichert, era un Ming!



Los ricos no poseen obras de arte sólo para ellos. Las conservamos para las generaciones venideras.

Los ricos viven de forma diferente y mueren de forma diferente.

Creo que preferirías cogerme a matarme. Pero no tienes agallas para hacer ni lo uno ni lo otro. Eres boxeador, no luchador.



Madeleine se equivocaba. Tenía a otros. Otros a quienes había querido y que me habían querido a mí. Personas a quienes había traicionado. Y a quienes tenía que proteger. Y, por primera vez en mi vida, tenía a gente que sabía que, por un brevísimo espacio de tiempo, en el lugar más oscuro, había algo que yo había hecho muy, muy bien.