En las afueras del pueblo de I Shï, justo al pie de una montaña, se alzan unas estatuas misteriosas.
Los nativos cuentan que, en tiempos remotos, un soldado enamorado debió marchar a una guerra lejana. La novia fue a despedirlo al pie de aquella montaña. Con lágrimas en los ojos vio cómo el guerrero se alejaba hasta perderse en el atardecer. Sin embargo, ella permaneció en ese lugar durante largas horas, largos días y largos meses, hasta que finalmente se convirtió en piedra.
En los años siguientes, en ese mismo lugar, otras personas resultaron petrificadas por despedirse demasiado. Hubo también quiénes pudieron huir a tiempo, pero con el corazón endurecido para siempre.
Hoy, las gente de I Shï, dicen que no debe despedirse a nadie al pie de la montaña. El que lo hace no vuelve a ver jamás al que se va. Nosotros sabemos más que eso y decimos que todos los pueblos son I Shï, que nadie vuelve a ver al que se va, que todo regreso es falso, que toda despedida es definitiva.
ALEJANDRO DOLINA
“Geografía fantástica” (“Bar del infierno”)
26.1.08
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