5.3.08

la historia del “trinche” carlovich (I)

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“Entre la verdad y la leyenda, imprime la leyenda” asegura el protagonista de “Manchester: la fiesta interminable”. Esa sentencia le cuadra más que bien a Tomás Felipe Carlovich, (a) el “Trinche”, un tipo que prefirió jugar en el fondo de su casa y que eludió la gloria mediática.

Cuando Diego Maradona llegó a Rosario para incorporarse a Newell’s contestó a un periodista que le expresó su alegría de recibir en la ciudad al mejor jugador que: “El mejor jugador ya jugó en Rosario y es el Trinche Carlovich”. ¿Qué más podés pedir en la vida futbolística?

Séptimo hijo de un humilde inmigrante yugoslavo, el Trinche se crió en el barrio Belgrano de Rosario. Su infancia fue una pelota y eso predestinó su futuro. “Carlovich fue uno de esos pibes de barrio que, desde que nacen, tienen como único juguete la pelota” aseguró César Luis Menotti. “Mi principal virtud era querer la pelota a cada rato. Si no la tenía me desesperaba” recuerda el Trinche.

Pasó por las inferiores de Central y por el Sporting Bigand de Santa Fe. En 1969, jugó un partido en primera división, para el Canalla. Pero su futuro no estaba en el fútbol profesional. “Pero en esa época no había lugar para mí. Era el final de los años sesenta y el técnico Miguel Ignomiriello prefería a otro tipo de jugador” confiesa el Trinche.

Sus pasos lo dirigen a Central Córdoba, el club donde cimentaría la leyenda, ganando dos campeonatos para que el Charrúa subiera de la “C” a la “B” (en 1973 y en 1982). Central Córdoba le pagaba al Trinche por caño tirado. Allí estarían los días de gloria, donde el Trinche construiría una carrera que lo pone en la crema de la historia del fútbol argentino (esto es, del mundo), al punto que Néstor Pekerman lo señala como el mejor 5 que haya visto, ubicándolo, sin dudar, en su equipo de todos los tiempos.

“Al marcarlo, el tipo desaparecía por cualquier lado y con él desaparecía el balón” aseguraba Carlos Timoteo Griguol. “Entre él y la pelota había una relación muy fuerte. La técnica que tenía lo convertía en un jugador completamente diferente. Era impresionante verlo acariciar la pelota, tocar, gambetear” lo describe Menotti. “Era habilísimo y le pegaba a la pelota, además de fuerte, con una variedad de golpes fabulosa. Anticipó cosas que después se le vieron a Borghi” certificó Roberto Fontanarrosa, el símbolo rosarino por excelencia. “Carlovich era el mejor resumen del potrero. Era zurdo, pateaba tiros libres, tiraba caños dobles, sombreros dobles, la pisaba de acá para allá, no se la podían sacar. Era desfachatado y pachorriento. Jugaba como si estuviera en el patio de su casa” lo recuerda Mario Zanabria.

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(continúa mañana)

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