Discurso donde al no guardar el sujeto relación con su objeto no lo pone en falta, no genera deseo sino consumo, dejando fuera de juego al padre al dejar fuera lo que este con la eficacia de su función genera. Deseo y amor quedan fuera, sólo goce. El discurso capitalista, del goce desamarrado del amor y el deseo, es el que rige la subjetividad de nuestra actualidad. Todo es mercancía todo puede comprarse o venderse, lo contrario al discurso del análisis, done el deseo, motor de su eficacia, anudado al amor y al goce, no se compra ni vende, sólo transmitirse puede.
(…)
Un tiempo donde la política y sus ejecutores se han empeñado en matar no sólo las ideologías, sino toda ilusión, todo proyecto futuro, ya no se cree en la revolución, en el hombre nuevo, en la promesa de un mundo más justo, mucho menso en la trascendencia. Ya no se cree en los sueños.
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Sabemos que es necesario algo del amor para que el discurso analítico se instale, y el amor exige tiempo. La economía psíquica, a diferencia de la economía de mercado, es a pura pérdida, pérdida de goce, en pos que, amor mediante, el deseo sea posible.
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El fenomenal avance de la ciencia va acompañado en igual proporción del crecimiento de globalizados y oscuros autoritarismos, de todo tipo y color, que ofrecen la certeza que todo está escrito, en sagrados textos, en mapas genéticos o en los circuitos neuronales. A un destino incierto es al que apunta el discurso del análisis, lo contrario al de la fe y de los progresos sin límites de la ciencia.
JOSÉ AZAR
“En defensa del psicoanálisis”
(“ñ”, 26.04.08)
7.5.08
el fin de la ilusión
Algunos fragmentos de la nota de José Azar en la “Ñ” de este sábado, acumulando argumentos a favor del psicoanálisis
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