21.5.08

neurobiología de la afectividad

Algunos fragmentos del reportaje al neurocirujano Roberto Rosler, en el suplemento “Enfoques” del domingo pasado:
Topografiar el inconsciente es complicado, pero existen trabajos que demuestran su existencia. Hay una enfermedad que se llama negligencia, en la cual el paciente tiene una parálisis de un lado del cuerpo, pero aun así niega que está paralizado. Lo mismo ocurre con ciertos casos de ceguera en los que el paciente niega rotundamente su condición. Conscientemente, ambos pacientes creen que lo que dicen es verdad, pero en trabajos realizados por equipos multidisciplinarios se ha demostrado que el inconsciente de estos pacientes conoce su verdadera condición. Hay otro trabajo en el que a un paciente ciego se le muestran distintas caras, unas sonrientes y otras tristes. Es asombroso, pero ellos saben con exactitud cuándo se trata de una u otra. Además de nuestra visión consciente, tenemos una visión inconsciente, en paralelo, que también procesa información.

(…)

La neurobiología de la afectividad muestra que muchas emociones que a veces consideramos patológicas, en el fondo, son normales. Sucede con el miedo y la tristeza. Hoy en día, a muchas personas que dicen que están tristes las diagnostican como deprimidas y les dan antidepresivos. En esta sociedad estar triste es estar enfermo, pero en la mayoría de los casos es normal ponerse triste. Está realmente enfermo quien nunca se pone triste.

(…)

…si tenemos el circuito del miedo en nuestro sistema nervioso es porque a lo largo de milenios, al protegernos de daños corporales, eso aumentó nuestra posibilidad de supervivencia. Sorprendentemente, en el DSM-IV, el catálogo comúnmente aceptado de todas las enfermedades psiquiátricas, se describen muchas enfermedades entre cuyos síntomas está el miedo, ¡pero no se habla de ninguna enfermedad por no tener miedo! El miedo a las alturas, por ejemplo, y hasta el estrés, en realidad son mecanismos sanos de supervivencia.

(…)

Nuestro cerebro está brillantemente adaptado al paleolítico, una época en la que no había contadores, índices de inflación, políticos, ni suegras. El estrés era provocado por algún felino que nos quería devorar. Al cabo de unos minutos, el felino nos comía o nos subíamos a un árbol, y todo terminaba. Vivimos de esa manera durante un millón trescientos noventa y tres mil años. Hace sólo siete mil años que nos transformamos en sedentarios, pero fue sólo después de la II Guerra Mundial cuando nuestras sociedades se trastornaron a una velocidad nunca observada.

(…)

-Hoy se diagnostica a muchos chicos con síndrome de atención disminuida, pero ¿acaso es normal que un niño de cinco años tenga que quedarse ocho horas sentado prestando atención a la maestra? Neurobiológicamente, nuestro sistema nervioso central termina de madurar recién a los doce o trece años. Otras enfermedades, como el colon irritable, muchas veces ocurren porque vivimos constantemente estresados. En la década del 70, la mayoría de los infartados tenía más de 60 años; ahora no es raro ver a infartados de 30.

(…)

La neurociencia de la afectividad es un argumento poderosísimo contra el machismo. El cerebro femenino es mucho más inteligente que el masculino y tiene muchas ventajas desde el punto de vista cognitivo. Las mujeres pueden procesar el lenguaje con ambos hemisferios cerebrales. Además, tienen conexiones más fuertes entre ambos hemisferios lo cual hace que el paso de la información de uno a otro sea más rápido y eficaz. Por otra parte, la mujer siempre ha tenido funciones más importantes que el hombre en la reproducción y en el aporte alimentario. Muchos científicos se preguntan por qué prosperó la reproducción sexuada, si en el fondo representamos un doble costo para ustedes.

-Si lo que dice es cierto, ¿por qué por lo general son los hombres los que detentan el poder?

-Porque somos más fuertes muscularmente, no porque seamos más inteligentes. Y por miedo. Uno siempre tiene miedo a quien es más inteligente. En el sistema nervioso, el circuito de miedo potencia el de la agresividad, y el de la agresividad potencia el del miedo. Siempre le digo a mis residentes que si se encuentran con una persona inexplicablemente agresiva con ellos es señal de que esa persona les tiene miedo. Si los hombres no tuviéramos miedo de las mujeres no tendríamos que ser machistas y les daríamos igualdad de oportunidades.

(…)

Hay que comprender que cuando una persona está en un estado de pobreza grande, cuando desde la infancia no ha tenido ninguna educación, cuando ha sido abusada y maltratada, la agresividad es una respuesta ineludible. La represión y la cárcel no son la solución. Estoy convencido de que lo único que se puede hacer para disminuir la agresividad es disminuir la pobreza y aumentar la educación.

(…)

MORI PONSOWY
Roberto Rosler:"Tenemos un cerebro del paleolítico"
(la nacion, enfoques, 18.05.08)

No hay comentarios.: