27.5.08

no es tiempo de héroes

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METEORO / IRON MAN

En la mitografía, el héroe supera una serie de pruebas, para adquirir un conocimiento, adquisición que, más de una vez, implica la imposibilidad del regreso. Pero en otras, el regreso transforma al héroe en el portador de una sabiduría que ofrece, como regalo, a su comunidad. El que regresa es distinto del que se fue. Siempre, el modelo del héroe trae ecos de una búsqueda básica: la lucha contra la fatalidad del Universo.

Ésta claro, desde el nacer, que se ha de morir y que todo se ha de perder, como llora Gilgamesh junto al cuerpo de su amigo. Pero esa certeza, es desafiada por el héroe, aquel que corre la línea un poco más allá, que anhela lograr lo que otros no han logrado, que espera poseer aquello que sólo está disponible para los Dioses. El héroe, en última instancia, repite el gesto de todo humano: vencer la muerte. Toda transgresión al orden, toda hazaña que implique hacer lo que otros no han logrado, evocan la posibilidad añorada de superar esa imposibilidad primigenia. El héroe desafía al destino y a la nada. Por eso nos conmueve el derrotero de su jornada.

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En estos tiempos, ese ancestral bagaje de épica se encuentra en las películas de superhéroes. Y si el superhéroe de otrora era un tipo excepcional con pocos puntos débiles, la cinemitografía actual nos presenta una lucha propia de este estadio del capitalismo: el héroe contra el inexorable poder de la prepotencia del que más tiene. La lucha nunca ha sido más desmedida, nunca se han visto tan jaqueada sus fuerzas, porque el héroe lucha contra la resignación, contra la más temible imposible: la unión de la soberbia y la estupidez de los que mandan.

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Dos filmes de superhéroes comparten este estigma del héroe posmoderno: “Meteoro” e “Iron man”, a su manera, revelaciones en la pantalla local, filmes que superan las expectativas previas.

Es posible que el consumidor pochoclo se quede con la menor o mayor espectacularidad de sus escenas y considere a estos filmes como obras menores. En realidad, el cinéfilo, afecto a identificar evocaciones y guiños, disfrutará más de estas dos películas que el espectador promedio.

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En “Meteoro”, el héroe combate por mantener la pureza de su alma. La tesis del filme se resume en la frase “Las carreras nunca cambiarán; el tema es si las carreras logran cambiarnos”. No hay manera de cambiar la corrupción en el mundo. Es un dato del contexto. Lo heroico no es eliminar la prepotencia del dinero. Lo heroico es cuán dispuestos estamos a resistirnos a vendernos. Meteoro lucha por mantener su sueño: subirse a un auto de carreras y correr una competencia justa.

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El héroe de “Iron Man”, el narcisista Tony Stark, parte desde un discurso patriotero y belicista que se derrite en el lugar donde suelen caerse esos argumentos: en el campo de batalla. En una cueva en Afganistán, a merced de los terroristas, Stark descubre que sus captores manipulan las armas que su empresa vende. Cuando Stark regrese a cambiar su realidad, será boicoteado por los mismos que decían estar a su lado. Su visión de la verdad es peligrosa. Su discurso por la paz, levanta las iras de accionistas, militares y gobernantes. Stark es un outsider y no conviene que el tipo nos moleste con su argumento.
La lucha es por la integridad. Salvar el alma parece ser la epopeya máxima, la épica suprema, en una época donde no hay salvamentos colectivos, donde el héroe no puede salvar a otros. Sólo se salva a sí mismo y ese rescate es extraordinario por si mismo. Como corolario, la jornada del superhéroe se vuelve una faena individual, una proeza privada, que cada uno llevamos dentro, en la lucha diaria contra la corrupción, la desesperanza y la resignación.

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De los filmes, se destaca la descomunal actuación de Robert Downey Jr. que sabe dar como pocos, carnadura a un papel que, en otras manos, hubiera perdido tantos matices. Acompaña, con mucha química, Gwyneth Paltrow, en un amor platónico antológico.

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De “Meteoro”, el protagonista es el que menos aporta en la historia; los personajes secundarios y la estética kitsch son decisivos, en una fotografía que remiten al comic original. En esa tanda de escenarios digitales, las composiciones de John Goodman y un breve diálogo de Susan Sarandon con su hijo, alcanzan para descollar.

Las mejores frases, mañana.

CONSEJO: ir a verlas.

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