26.5.08

un Shakespeare a dos manos

Ernesto Schoo

Brian Vickers es un conocido erudito en la historia del teatro en las Islas Británicas, con especial dedicación a la vida, la obra y los tiempos de Shakespeare. En la edición del pasado 18 de abril de The Times Literary Supplement, publica un fascinante ensayo sobre las andanzas de un dramaturgo contemporáneo de aquél, Thomas Kyd (1558-1594), a raíz de polémicas, ya antiguas, sobre la paternidad de algunas obras que le son atribuidas y su probable colaboración con Shakespeare en Enrique VI.

Empieza Vickers por la actividad teatral de la época: entre 1567, cuando la hostería del León Rojo, en Whitechapel, fue transformada en teatro, hasta 1642, cuando la dictadura de Cromwell decidió que los teatros eran lugares de perdición y los clausuró a todos; en Londres y sus alrededores había 23 recintos, algunos de hasta 3000 localidades. Los visitaban 20.000 espectadores por semana, que pagaban un penique para entrar y seis peniques si se sentaban. "Algunos poseedores de agudo sentido comercial, Shakespeare entre ellos, hicieron fortunas a partir de este auge. [ ] Nuevos trabajos se ofrecían a actores, músicos, yeseros, pintores, carpinteros, costureras y autores." Las compañías rivales necesitaban una provisión constante de obras nuevas, y se esperaba que los dramaturgos las entregaran en plazos que iban de dos a seis semanas. Eran pagados contra entrega y la obra pasaba a ser propiedad del elenco.

El sistema llevaba a dos o tres autores a juntarse para escribir en colaboración. De ahí los desniveles a menudo apreciables en los libretos que sobreviven: se conocen los títulos de 1500 obras representadas entre 1590 y 1642, de las que subsisten unos pocos cientos. Thomas Kyd era uno de estos dramaturgos a destajo. La mayor parte de su vida permanece en la oscuridad, salvo un penoso episodio en el que fue acusado de herejía, torturado y estuvo a un paso de ser decapitado. Sólo a través de sus iniciales, T.K., se le atribuye con seguridad la autoría de una pieza capital, La tragedia española (1587), considerada la primera del llamado "teatro de venganza", y de Solimán y Perseda , una "tragedia turca" (1588). Se discute si es el autor de otra obra importante, Arden of Faversham, y de The True Chronicle History of King Leir and his Three Daughters, Gonorill, Ragan and Cordelia.

Pero el punto que más intrigaba a Vickers era la posibilidad de que Kyd hubiera colaborado con Shakespeare en la primera parte de Enrique VI. Para comprobarlo -cuenta en The Times Literary Supplement- recurrió a la informática, a un programa de comparación de datos utilizado por la Universidad de Maastricht, en Holanda (se llama "Pl@giarism"), para detectar plagios en los trabajos de los alumnos. Consiste esencialmente en localizar las combinaciones de palabras que se repiten en los textos de un autor, casi siempre en forma inconsciente, al correr de la pluma o del teclado: lo que Vickers denomina clusters, grupos de dos o tres vocablos que terminan por denunciar a una misma mano. La dificultad está en saber soslayar las frases que son de uso común en una época, o que una cofradía de escritores utiliza a modo de clave de su movimiento.

"Se necesita un proceso de selección más avanzado", razona Vickers, y consultando un catálogo de dramas renacentistas ingleses, hecho por Marcus Dahl y Lene Petersen, revisado a la luz de la cronología establecida en los Anales del drama inglés de Harbage-Schoenbaum , "creé un corpus de 75 obras producidas antes de 1596, y con ayuda de otro ingenioso programa de software, Info Rapid Search and Replace, recorrí ese corpus en pocos segundos y encontré cada uno de los más de cien grupos de tres palabras comunes a Arden of Faversham y las otras piezas de Kyd".

Atribuir a Kyd coautoría del Enrique VI, de William Shakespeare, era un tema más peliagudo. Aplicando sus conocimientos de informática y su formidable versación en el tema, Vickers llegó a conclusiones asombrosas. Por ejemplo, que no sólo existió esa colaboración, sino también que la primera parte de Enrique VI se escribió tiempo después de la segunda y tercera, y denuncia la intervención de otra mano que no es la del Bardo y que -asegura el erudito- pertenece a Kyd. Para probarlo, transcribe fragmentos del libreto, que reproducen literalmente otros tantos de La tragedia española.

ERNESTO SCHOO
“Shakespeare, Kyd y la computadora”
(la nación, 17.05.08)

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