3.7.08

más sobre el eclipse de Homero

Constantino Baikouzis vive en Buenos Aires, diseña mapas astronómicos para el Observatorio de La Plata y es responsable de un revuelo periodístico de proporciones épicas. “Tengo la cabeza hecha un bombo”, me dijo por teléfono, aludiendo a los múltiples pedidos de entrevista. “Me llamaron de la BBC de Londres a mi casa para hacer una nota en vivo. Eso no me ocurrió en diez mil años”, agrega sin reparar en la ironía de su metáfora: su trabajo, publicado en coautoría con Marcelo Magnasco en la edición de esta semana del Proceedings of the National Academy of Sciences, atribuye cierta literalidad cronológica a la Odisea, el clásico poema griego.

Si la conclusión del análisis de Baikouzis y Magnasco es cierta, la llegada de Odiseo a Ítaca, usualmente considerado un hecho ficticio embebido en el contexto histórico de la guerra de Troya, es un hecho real y ocurrió el 16 de abril de 1178 a. de C., el día de un eclipse total de sol sobre las islas griegas. En un despliegue de meticulosidad al confrontar la sucesión de alusiones narrativas con datos astronómicos, los autores están convenciendo al mundo de algo insólito: todavía es posible decir algo nuevo sobre la Odisea.

La historia comienza en 1990 cuando Constantino, que se autodefine un apasionado por la literatura clásica, advierte, en un capítulo de la Introducción a la Astronomía de Cecilia Payne-Gaposchkin, un epígrafe tomado del canto XX de la Odisea: “El sol ha desaparecido del cielo y se ha extendido funesta niebla”.

(…)


Un eclipse de Sol es una especie de ataque por sorpresa: si bien la luminosidad va disminuyendo a medida que la Luna cubre al Sol, la oscuridad llega de manera muy abrupta en el momento en que lo cubre por completo. “Lo comprobé en el eclipse del 11 de agosto del 99 en Turquía. Ves luz, luz, mucha luz, luego una pequeña baja de luminosidad y de repente se apaga todo. Es el espectáculo astronómico más emocionante. Las estrellas empiezan a verse, baja la temperatura y la aves se van al piso, confundidas por una noche que llega sin crepúsculo."

Dado el indicio claro de que la cita podría ser un eclipse, Constantino buscó en tablas de eclipses que correspondían a la época. El más cercano era el del 16 de abril de 1178. Lo que sigue es un análisis detallado del viaje de Odiseo, contando los días para atrás y comparando el texto con una reconstrucción del mapa del cielo de ese entonces. “Homero va contando día tras día lo que ocurre en la Odisea desde el momento en que Odiseo abandona a la ninfa Calipso en su viaje a Ítaca. Se arma una balsa y navega con la Osa Mayor a la izquierda.”

“Ésta es la primera cita histórica de navegación astronómica”, comenta Constantino. Homero describe que Odiseo navegaba mirando las Pléyades y la constelación del Boyero. La referencia a la Osa Mayor “no nos sirve”, ya que es circumpolar (gira en el cielo sin ponerse en el horizonte). Pero en los días antes del eclipse el Boyero se veía sobre el horizonte, y se veían Pléyades tal como dice Homero. El otro indicio es cuando Odiseo llega a Ítaca, de noche, y ve a Venus antes del amanecer. Venus, según la época, se ve o antes del amanecer o después del atardecer pero en efecto, en esa época, se ve por la madrugada.

Constantino me cuenta que la elaboración del trabajo fue un diálogo de muchos años con Marcelo Magnasco, biofísico argentino de Rockefeller University en Nueva York. El cuarto indicio, una clave tan crucial como especulativa propuesta por Magnasco, hace que el eclipse homérico sea verosímil: la referencia al dios Hermes que vuela hacia el Oeste, a la isla de Ogigia. La propuesta es que Homero, al referirse a Hermes (conocido como Mercurio por los romanos) se está refiriendo al planeta Mercurio, que cada 116 días cambia de rumbo.

“Astronomía homérica”
ALBERTO ROJO
(critica, 30.06.08)

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