4.11.08

las puertitas del Señor Leblanc

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LA EDAD DE LA INOCENCIA

Las películas de Denys Arcand no tiene la bendición de esa crítica local que delira con los filmes en los que no pasa nada. Por eso, “La edad de la inocencia”, como lo fue “Las invasiones bárbaras”, pasan sin dejar huella, sin generar ninguna repercusión en el mundillo cinéfilo. Eso habla más de ese mundillo local que del cine de Arcand. El canadiense (¿quebequiano? ¿quebequense? ¿quebequino?) observa con mucha ironía y ferocidad, la sociedad actual. Su mirada es la de la devastación, la de la certeza kafkiana que el individuo no puede contra un sistema, básicamente, replicador de la estupidez. Y que ese hastío nacido de la impotencia es la característica de los tiempos que corren.

Grandes estructuras políticamente correctas que son incapaces de hacer algo, más eterminadas a consumir sus presupuestos y a regocijarse en sí mismas, que en resolver la realidad. Jóvenes promesas que superan los cuarenta y se preguntan dónde estuvo la falla, cómo se llegó a esta indefinición que es lo más cercano a una muerte en vida. Correr y esforzarse en lograr lo que la sociedad considera que hay que tener, para poder sentirse felizmente exitoso, logros que alcanzados no muestran signo alguno ni del éxito ni de la felicidad.

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Esas grandes ideas corren por la trama de “La edad de la inocencia” (“La edad de las tinieblas” es el título original). Por eso llama la atención, la poca atención (valga la repetición) de la crítica. Sin llegar al nivel superlativo de “Las invasiones...”, “La edad...” nos regala una serie de observaciones muy ácidas de la sociedad occidental, miradas sobre la imposibilidad tanto de modificar el mundo como de soportarlo.

“La edad..” es la historia del Sr. Leblanc, un empleado de gobierno que vive anestesiado. Tiene una esposa exitosa vendiendo inmuebles, dos hijas que no le dan bola, una jefa que lo hostiga y dos amigos (un negro, una lesbiana) tan resignados como él. El Sr. Leblanc escapa de esa chirle realidad fantaseando con un hárem de mujeres que realizan sus fantasías: una rubia espectacular (Diane Kruger, la Helena de “Troya”, una babita al mérito por su desnudito bajo la ducha), su jefa, su amiga lesbiana, una reportera alzada. Fantasías del varón domado, erotización que no puede desarrollarse en el mundo real y se repliega en la fantasía interior, como escape y huida de la realidad exterior.

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Lo del Sr. Leblanc es una tragedia porque no le encontramos culpables. Querríamos adjudicarle una responsabilidad. Pero sabemos que no es su culpa, ni siquiera la de la sociedad que lo rodea que es así, naturalmente estúpida, y no puede mejorar. La tragedia de Leblanc es la tragedia de un desencuentro: de un hombre que creyó en su potencial y que se estrella frente al muro de las nulas posibilidades que le exhibe el presente.

Escenas destacadas: los diálogos de Leblanc con los ciudadanos que vienen a traerle sus problemas en el trabajo; la escena en la que Leblanc deja a su mujer; la despedida de sus amigas imaginarias.

Las mejores frases, mañana.

CONSEJO: puede esperarse al DVD, pero agende.

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