29.1.09
harry houdini (iv): un mensaje que no llegó
Luego de una función en el teatro Princess de Montreal, mientras Houdini reposaba en su camerino, posando para un dibujante, entraron tres estudiantes que venían a desafiarlo para una de sus habituales rutinas: detener puñetazos con su vientre. “¿Es cierto que puede hacerlo?” preguntó uno de ellos, un tal J. Gordon Whitehead, campeón de boxeo de la de la McGill University. Ante la respuesta afirmativa de Houdini, descargó tres fuertes puñetazos, sin previo aviso.
Houdini no estaba preparado para el impacto. Resistió como pudo la ráfaga de golpes, endureció su abdomen y pidió que repitiera el intento. Ahora, preparado, mostró que no acusaba el impacto.
Sin saberlo, Houdini había sufrido un desgarro de su apéndice por traumatismo.
Las horas posteriores empeoraron la condición física de Harry Houdini. Completó las dos funciones siguientes, que ponían fin a su gira por Canadá y tomó el tren hacia Detroit. Pese a los ruegos de Bess, se negó a ser hospitalizado.
Con 40° de fiebre, el 24 de octubre de 1926 efectuó su última función en el Houdini Garrick Theater de Deitrot. Fue reavivado de un desvanecimiento durante la función y, a su término, fue internado. Intervenido esa noche, los cirujanos comprobaron que su apéndice estaba gangrenado. Poco había que hacer.
Luchó durante varios días más, en estado desesperante. “Estoy cansado de luchar” le dijo a su hermano Hardeen “Creo que esta cosa me va a vencer”.
Harry Houdini murió el día de Halloween de 1926, a la 13:26, en el cuarto 401 del Grace Hospital de Detroit. Dos mil personas asistieron a su funeral, cuatro días después, en el Elks Club, un salón de baile en Nueva York. Fue enterrado en el Cementerio Machpelah en Queens, cumpliéndose con su deseo de que su cabeza reposara sobre una pila de cartas de su madre.
En su testamento, cedió a su hermano Hardeen su biblioteca y todos sus elementos de magia, con la expresa condición que los quemara tras su muerte. Hardeen no cumplió su deseo y vendió varios de sus artefactos de magia a Syney Hollis Radner, admirador de Houdini, quien escogió algunas piezas para un museo, en el Niágara, a la memoria del gran mago. Entre esas piezas estaba la Cámara de Tortura China, destruida en 1995, en un incendio.
Temiendo que los espiritistas que había perseguido en vida, trataran de aprovecharse de su muerte, Harry Houdini convino con su esposa Bess un código secreto, una serie de diez palabras, tomadas de una carta de su ex amigo Conan Doyle. Sólo la repetición de esas palabras asegurarían la identidad del eventual fantasma de Harry Houdini.
Varios médiums forzaron la leyenda de haber recibido un mensaje del más allá del gran mago. Hasta hubo alguno que fraguó la confirmación del mensaje de ultratumba por parte de la viuda de Houdini.
Durante diez años, en cada noche de Halloween, Bess asistía a una sesión espiritista, con la esperanza de escuchar las diez palabras convenidas, el código secreto que confirmara que Houdini había logrado huir de la prisión de la que humano alguno había podido escapar desde Lázaro.
En la Noche de Brujas de 1936, tras acabar sin éxito una sesión en el techo del Knickerbocker Hotel de Hollywood, Bess se acercó al retrato de su amado esposo y pronunció, en voz baja: “Diez años es suficiente tiempo para esperar a cualquier hombre”. Tras lo cual, apagó la llama que mantuvo encendida una década junto al retrato de Harry Houdini.
Bess murió casi siete años después, en febrero de 1943. En la muerte, deseaba descansar junto a su marido pero, como Bess no era judía, no se le permitió compartir su descanso con el gran escapista. Su cuerpo yace lejos de su amor, en el Cementerio Puerta del Cielo de Westchester (Nueva York).
Pese a las cientos de sesiones y a las leyendas que corren sobre su regreso, no hay pruebas fidedignas de que Harry Houdini haya regresado de la muerte.
(mañana: fuentes y multimedia)
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