3.3.09

invirtiendo la flecha del tiempo

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EL CURIOSO CASO DE BENJAMIN BUTTON
“Me inspiró el cuento un comentario de Mark Twain: era una lástima que el mejor tramo de nuestra vida estuviera al principio y el peor al final. He intentado demostrar su tesis, haciendo un experimento con un hombre inserto en un ambiente absolutamente normal. Semanas después de terminar el relato, descubrí un argumento casi idéntico en los cuadernos de Samuel Butler”.
SCOTT FITZGERALD
El guión de Eric Roth y Robin Swicord no adapta fielmente el cuento de Scott Fitzgerald que no es (cabe decirlo) una pieza brillante. Toma la idea del hombre que nace viejo y muere bebé, sin seguir el camino del absurdo que Fitzgerald elige desde el principio, cuando su Benjamín Button espera a su padre sentado en la nursery, cubierto por una manta y con el aspecto de un hombre de 80 años.

No sabemos cómo salió del vientre de la madre, porqué ya habla y el padre no lo abandona. Son cambios trascendentales que mejoran esta versión cinematográfica. El Benjamín Button de David Fincher tiene una conciencia trágica desde su crianza en una residencia geriátrica. Con la muerte como compañía, con su propia creencia de una salud endeble y una vida corta, Button carece del candor de la infancia. Su madurez abunda en resignación, en la serena compresión de lo escaso que es nuestro tiempo en este mundo y de lo pueril de todos nuestros esfuerzos.

Hay otra idea notable, la de la necesaria (e improbable) coordinación de nuestra trayectoria con la de otros, para amar. Daisy y Benjamín se aman desde que se ven y comparten un amplio lapso sobre esta tierra. En una situación común, serían esos novios de la infancia que mueren, tomados de la mano, ancianos arrugados en sus reposeras.

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Pero la inversión de la flecha del tiempo muta (con tono trágicamente poético) esta coincidencia de lapsos, desde el mismo momento en que se conocen: Daisy siendo una niña y Benjamín, un anciano. La bella escena de los protagonistas bajo la mesa del comedor, es el símbolo de ese desencuentro. Lo que debía ser una coincidencia de siete décadas, se transforma en un puñado de años, vividos con la tristeza del presentimiento de lo inevitable. Cuanto más vieja se pone Daisy, más joven se vuelve Benjamín. Benjamín se le escurre a Daisy, como arena entre las manos.

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“El curioso caso de Benjamín Button” es una película indefinible. Cuesta precisar si es una buena película o no. Por momentos nos deja una sensación de no tener muy en claro para dónde apunta la historia. Hay ciertas resoluciones forzadas, frases pseudoprofundas, ciertos desenlaces de manual de autoayuda sin demasiado ingenio. Como ejemplo, la escena de Button llevando a su padre al muelle para morir o la muerte (dramáticamente nula) de su madre de crianza.

Si llama la atención la pericia del equipo de maquillaje que llevan a Brad Pitt de una punta a la otra de su vida (salvo cuando es un bebé). La fotografía de Claudio Miranda y la deliciosa actuación de Cate Blanchett completan los rubros fuertes de esta película de casi tres horas.

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Escenas destacadas: la escena bajo la mesa de Benjamín y Daisy; la escena de los mismos protagonistas más grandes (chicos) bajo la luna; la última escena de Daisy sosteniendo a Benjamín bebé; la muerte del Capitán Mike; la secuencia del accidente de Daisy. El personaje: el tipo que alcanzado siete veces por un rayo.

Las mejores frases, mañana.

CONSEJO: se puede esperar al DVD.

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