2.12.09
matar a un elefante
…acontece cuando Orwell se desempeñaba como comisario imperial en Birmania. En una ocasión, un elefante de los que se usaban para transporte de cargas sufrió un ataque de locura. A los destrozos provocados en un poblado rural, se le sumó la muerte de un nativo. Orwell fue llamado para restablecer el orden satisfaciendo el reclamo de la población que exigía la muerte del animal. Pero he aquí que cuando lo encontró, el elefante, ya sosegado, se mostraba tan pacífico como una vaca. No obstante, él se vio obligado a disparar para no quedar como un idiota frente a la multitud. Esa actitud lo hizo reflexionar: "fue en ese momento, allí de pie con el rifle en las manos, cuando por primera vez capté la vacuidad del dominio del hombre blanco en Oriente (...) en realidad no era más que una marioneta manejada por la voluntad de aquellos rostros aceitunados que tenía a mis espaldas. Comprendí entonces que cuando el hombre blanco se vuelve un tirano, es su propia libertad lo que destruye".
El segundo momento tuvo lugar mientras formaba parte de las milicias extranjeras que pelearon junto a los republicanos, durante la Guerra Civil española. Una mañana, se encontraba dentro de una trinchera, en las afueras de Huesca. De repente, frente a él, un enemigo echó a correr semidesnudo, tomándose los pantalones con ambas manos, a lo largo de un campo yermo. A pesar de ser un blanco fácil, Orwell se abstuvo de tirar. "Había viajado hasta allí –dice– para disparar contra los 'fascistas', pero un hombre que se sujeta los pantalones no es un 'fascista', sino evidentemente un congénere, un semejante."
JORGELINA NUÑEZ
“El mundo según Orwell”
(“ñ”, 14.11.09)
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