Este post me lo sugirió la siguiente nota de “La Nación”:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1249330#lectores
En los últimos meses le están dando gas a una campaña de promoción para la donación voluntaria de sangre. En principio, no hay nada que objetar a la campaña y, al contrario, hasta sería loable sumarse a ella y difundirla.
Pero (siempre hay un pero), cuando aparecen estas campañas sobre este tema, inevitablemente retornan a mí, recuerdos no gratos de cuando me encontré en la situación del familiar de un enfermo que ha recibido sangre y se exige (ese es el término adecuado) reponer lo aportado.
Los seguidores históricos de “Libreta Chatarra” son hartos conocedores de mis enfrentamientos con la corporación médica (hasta el punto de tener que responder a una querella penal por injurias en mi contra). Y el tema de la donación de sangre, tan importante, es otro síntoma más para ver cómo opera la industria de la salud argentina. Lo que voy a contar es mi experiencia personal y mi reflexión. Me gustaría que los que estuvieron en situaciones similares, aportaran su experiencia (como siempre, sin señalar lugares ni personas, para no tener ninguna demanda judicial de las que son muy afectos estos señores del negocio médico cuando alguien señala sus fallas). Es interesante para aportar, desde este espacio pequeño y minúsculo, una pieza de información distinta a tanta uniformidad de la prensa escrita que, en este tema como en tantos otros, no se atreve a hundir el cuchillo en la herida.
En mi caso, tuve que conseguir dadores entre los amigos, en tres ocasiones: dos para mi madre; una, para mi padre. La primera vez, me solicitaron 2 dadores. Conseguí un dador y me ofrecí yo. Entre las instrucciones dadas en el centro de salud donde estaba internada mi madre, indicaban el horario de atención era de 8 a 10 hs. Debía ir en ayunas, a lo sumo podía comer un par de galletitas y un té. Nada de lácteos. Llené un formulario, una declaración jurada, en la que quedaba claro que se descartaban a homosexuales, gente con tatuajes o aritos. Pese a que comprendo que se excluye a grupos estadísticos de riesgo de transmisión de VIH, aún hoy no puedo dejar de sentir cierto tufillo a discriminación en esa encuesta. ¿La sangre de un heterosexual casado hace años, con una vida sexual promiscua fuera de su matrimonio, es menos peligrosa que la de un homosexual con pareja estable desde hace años? ¿El pibe que tomó la precaución de hacerse un tatuaje con aguja descartable, está fuera de la posibilidad de donar, así porque sí? Como regla eficaz para evitar la contaminación con VIH suena, por lo menos, raro.
Aún así, supongamos que ellos saben más que nosotros. Fui aceptado y duré diez segundos en la transfusión. Me bajó la presión y hubo que detener el procedimiento porque estaba por desmayarme. Con una cara mezcla de culo y subestimación, el personal a cargo sugirió que era el efecto miedo, pero me dieron el consejo de, en otra ocasión que donara sangre, tomara algo antes de ir, un Gatorade o una Coca – Cola para levantar la presión. Esto es: no hacerle caso a las indicaciones dadas previamente en el mismo centro de salud.
Otro amigo se ofreció a cubrir la vacante y cubrí la cuota necesaria.
Meses después, con el agravamiento de salud de mi madre, volvieron a aplicarle sangre. El primer pedido fue de 4 dadores, dejado en un papelito, pegado al respaldo de la cama de terapia intensiva que vi por casualidad. Renové el mangazo a amigos y conocidos y empezaba a sumar aportes cuando me llamaron de Hemoterapia del centro de salud, urgiéndome a que aportara donantes, porque tenían una emergencia. Ahora el pedido de dadores había aumentado a 6 porque “tuvimos que aplicarle otra bolsa durante el fin de semana”.
Yo pude dar sangre. Me fui preparado tomando una botellita de Gatorade, muy tranquilo, sin correr y, aún así, aguanté justo para dar la dosis mínima. Nuevamente, me bajó la presión y tuvieron que suspender el procedimiento.
Ahí hay un punto a señalar: no es cierto que el procedimiento es indoloro, no ocasiona molestias y estás bien en pocos minutos. De hecho, recomiendan no hacer actividad física durante el día. Entonces, no mintamos. Hay gente que no le hace nada; hay otros que sí. No es una boludez, como cortarse el pelo. No hay que engañar a los potenciales dadores diciendo una cosa que no es, porque donar sangre es una molestia. Reconocer esa molestia no implica que no la donemos. Porque estamos tomando esa molestia por la vida de otro. Pero, por lo menos, podríamos preguntarnos cómo podríamos compensar a quiénes presentan menos dificultades para donar, para estimularlos a repetir el gesto. Sí, hablo de una compensación económica. Podría ser efectivo o podría ser una disminución en el precio de su obra social, por disminuir los costos globales del sistema. Pero no es descabellado buscar un incentivo distinto al altruismo. No se puede apelar a la vocación de héroe de la ciudadanía para resolver un problema que se repetirá cotidianamente.
Para seguir ocn la historia, afortunadamente, conseguí la cantidad de donantes pedida, los que iban a presentarse, según pudieran por el horario de sus trabajos, durante la semana. Pero estaban tan urgidos que el sector de Hemoterapia volvió a llamarme telefónicamente, con el mismo discurso de las reservas de sangre en cero. Eso sí: ahora, los dadores habían subido a 12.
Corté y lancé un: “se pueden ir a la puta que los parió”. Y no me preocupé por buscar más dadores ni joder a ningún conocido más. Creo que me llamaron otra vez y, si no recuerdo mal, la cantidad de dadores ya estaba por 14 o 16.
Con mi padre, repitieron el juego de dadores que suben de 2 a 4, de 4 a 8, pero por lo menos, quien me llamó telefónicamente, tuvo el buen gusto de no apretarme con la urgencia: “Mirá, necesitamos voluntarios para completar la sangre dada, yo cumplo con mi función, te llamo y te aviso”, algo así como “mirá que yo no soy quien te aprieta, sólo recibo órdenes”. Esta vez, reconozco, no hice un carajo en represalía. Y estaba esperando que me volvieran a llamar para descargar tensiones. Pero no lo hicieron.
Supe por por charlas de conocidos, que hay un mercado negro de sangre (de lo cual no hablan los medios en estas campañas), que los donantes se compran y que se ofrece el mismo personal del centro de salud en el que está el enfermo. Yo, según lo vivido, jamás tuve ningún ofrecimiento ni siquiera una insinuación de eso, pero, en charlas con compañeros de trabajo, contaban experiencias de familiares y conocidos que sí pasaron por esa instancia. Sí he escuchado de pedidos de sangre, para un pariente que tienen que hacerle una operación de corazón, y la cantidad de dadores solicitada rondaba los 40. No puedo imaginarme de que nivel tiene que ser la convocatoria de los parientes para llegar a esa cifra.
Ésta es la experiencia. Tal vez podemos preguntarnos algo más. Primero: ¿por qué, si el objetivo es que alguien done sangre, se solicita asistir a horarios estrechos y a lugares específicos? Por ejemplo, yo quiero dar sangre por el Sr. José Globulito, internado en el Hospital Mega en la localidad de Gregorio de Laferrere. Pero yo vivo en Villa del Parque y no quiere irme hasta ahí. Bueno, me acerco al hospital más cercano, doy sangre ahí y digo que es para el Sr. Globulito del Hospital Mega. Le informo a los familiares de Globulito que di sangre en su nombre (tal vez, le entrego un certificado dado en la Guardia del hospital de mi barrio) y luego el banco de sangre del Hospital de Villa del Parque debería coordinar la entrega de la sangre al hospital de Laferrere. (Obviamente, podemos pensar en una cámara compensadora de sangre y diferentes “tasas de cambio” por el tipo de sangre, pero esas son sutilezas).
Bueno. ¿Sencillo, no? ¿Por qué no se puede hacer? ¿Por qué los dadores de mis viejos, por ejemplo, se tenían que ir al Centro para dar sangre de 8 a 10 horas? Dado que hacen un esfuerzo, ¿no es mejor que se les facilite la tarea? Y además, si es tan sencillo el procedimiento de dar sangre y están tan interesados en tener dadores, ¿por qué sólo atienden dos horas por día? ¿Por qué no las 24 horas? Una amiga se ofrecía pero sólo si podía dar sangre después de las 20 horas, porque la donación la dejaba muy débil durante el día laboral. Pero claro, sólo era de 8 a 10 horas.
Todo esto que citamos en este post, es de lo que no se habla en los medios. Ni tampoco los responsables de las campañas de donación de sangre. A ninguno parece ocurrírsele algo distinto, pagar por los dadores, tener un registro con chequeos constantes de salud para diferenciar los factores de riesgos, bajarles el costo de sus planes de salud a los dadores, etc., etc. ¿Por qué no se consideran válidos los incentivos económicos para aumentar el número de dadores? Y no me hablen de la pureza del acto de dar sangre, porque el mercado negro de sangre existe y está funcionando.
La pregunta debería ser, en todo caso, ¿qué es lo que permite que exista este mercado negro de sangre? ¿Quiénes lucran con eso? La presunción, personas relacionadas con la industria de la salud. Ellos son, también, los que hacen las reglas. Ponen los horarios, limitan el cupo de dadores, disponen los lugares de recepción. Aumentan la cantidad de dadores sin conocer bien cuánta sangre se ha requerido. La pregunta es: ¿no hay un conflicto de intereses? ¿No les conviene a algunos que haya menos dadores de sangre para poder montar el negocio paralelo, apretando a los familiares que ya están sensibilizados por la situación que pasan sus seres queridos?
Si fuéramos un país con un sistema democrático sano, estaríamos haciéndonos esas preguntas y separando la paja del trigo.
Como no lo somos, ponemos todo el esfuerzo en una campaña voluntarista, mirando los problemas para otro lado y tirando la culpa, como siempre, en la mayoría silenciosa, los mismos gansos de siempre que ponemos el hombro para mantener los negociados del 5% de vivos que desangra a este país desde décadas.
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1 comentario:
cuando le hablas de incentivos dicen los jotos doctores q es ilegal y a ellos venden sangre y nadie les dice ni madres donde esta su frase de nenas de hipocrates?todo es diinero
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