Del especial sobre Inodoro Pereyra que “Super Chatarra Special” publicó en diciembre del 2004, los textos del “Facundo” de Domingo F. Sarmiento con las ilustraciones de Roberto Fontanarrosa de sus tiras de Inodoro.
Para leer el especial visitar este link:
http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/diciembre2004/NUEVO0412.htm
el rastreador
Todos los gauchos del interior son rastreadores. En llanuras tan dilatadas, en donde las sendas y caminos se cruzan en todas direcciones, y los campos en que pacen o transitan las bestias son abiertos, es preciso saber seguir las huellas de un animal, y distinguirlas de entre mil; conocer si va despacio o ligero, suelto o tirado, cargado o de vacío: ésta es una ciencia casera y popular. Una vez caía yo de un camino de encrucijada al de Buenos Aires, y el peón que me conducía echó, como de costumbre, la vista al suelo: "Aquí va", dijo luego, "una mulita mora, muy buena... ésta es la tropa de D. N. Zapata..., es de muy buena silla..., va ensillada..., ha pasado ayer..." Este hombre venía de la Sierra de San Luis, la tropa volvía de Buenos Aires, y hacía un año que él había visto por última vez la mulita mora, cuyo rastro estaba confundido con el de toda una tropa en un sendero de dos pies de ancho. Pues esto que parece increíble, es con todo, la ciencia vulgar; éste era un peón de árrea, y no un rastreador de profesión.
¿Qué misterio es éste del Rastreador? ¿Qué poder microscópico se desenvuelve en el órgano de la vista de estos hombres? ¡Cuán sublime criatura es la que Dios hizo a su imagen y semejanza!
(…)
el gaucho malo
Llámanle el gaucho malo, sin que este epíteto lo desfavorezca del todo. La justicia lo persigue desde muchos años; su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero sin odio y casi con respeto. Es un personaje misterioso; mora en la Pampa; son su albergue los cardales; vive de perdices y mulitas; y si alguna vez quiere regalarse con una lengua, enlaza una vaca, la voltea solo, la mata, saca su bocado predilecto, y abandona lo demás a las aves mortecinas.
A veces se presenta a la puerta de un baile campestre con una muchacha que ha robado, entra en baile con su pareja, confúndese en las mudanzas del cielito, y desaparece sin que nadie se aperciba de ello. Otro día se presenta en la casa de la familia ofendida, hace descender de la grupa a la niña que ha seducido, y desdeñando las maldiciones de los padres que lo siguen, se encamina tranquilo a su morada sin límites.
Este hombre divorciado con la sociedad, proscripto por las leyes; este salvaje de color blanco no es en el fondo un ser más depravado que los que habitan las poblaciones. El osado prófugo que acomete una partida entera, es inofensivo para los viajeros: el Gaucho Malo no es un bandido, no es un salteador; el ataque a la vida no entra en su idea, como el robo no entraba en la idea del Churriador: roba, es cierto; pero ésta es su profesión, su tráfico, su ciencia.
Facundo
Apenas ha andado media jornada, encuentra un arroyo fangoso que detiene la galera. El vecino maestre de posta acude solícito a pasarla; se ponen nuevos caballos, se apuran todos los esfuerzos, y la galera no avanza. Quiroga se enfurece, y hace uncir a las varas al mismo maestre de posta. La brutalidad y el terror vuelven a aparecer desde que se halla en el campo, en medio de aquella naturaleza y de aquella sociedad semibárbara. Vencido aquel primer obstáculo, la galera sigue cruzando la pampa como una exhalación; camina todos los días hasta las dos de la mañana, y se pone en marcha de nuevo a las cuatro. Acompáñanle el Dr. Ortiz, su secretario, y un joven conocido, a quien a su salida encontró in-habilitado de ir adelante por la fractura de las ruedas de su vehículo. En cada posta a que llega hace preguntar inmediatamente: "¿A qué hora ha pasado un chasque de Buenos Aires?" "Hace una hora."
-¡Caballos sin pérdida de momento!-, grita Quiroga. Y la marcha continúa.
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