10.6.10
el rock de la cinta blanca
DESPERTAR DE PRIMAVERA
data: http://www.despertardeprimavera.com
Frank Wedekind era un dramaturgo alemán al que no le temblaba la mano para atacar la hipocresía burguesa de su época relativa a la sexualidad. La represión, la desinformación, el control de los cuerpos como una forma de controlar la mente. En 1891, estrenó “Despertar de primavera”, una obra en la que hablaba de masturbación, cópulas, abortos y homosexualidad. Es de imaginarse el escándalo que produjo. El autor se refería a ella como la “obra pornográfica” por el mote ganado en la pacata sociedad alemana de esos días.
(Wedekind fue autor de otra obra, “La educación corporal de las niñas”, que inspiró el filme “Innocence” dirigida por Lucile Hadzihalilovic, esposa de Gaspar Noé, que comentamos en “Libreta Chatarra” hace cinco años. La obra, ya en el nuevo milenio, produjo cierto espasmo de indignación en más de un crítico que veían en la obra la descripción de la perversión de menores. A nosotros nos pareció otra cosa, como puede verse en nuestra crítica de ese momento:
http://libretachatarra.blogspot.com/2005/08/nenas-de-mam.html).
Hace unos años, en Estados Unidos, el músico Duncan Sheik y el escritor Steven Sater adaptaron la obra de Wedekind y la transformaron en un musical, agregándole canciones de rock para expresar la ira reprimida de los jóvenes protagonistas ante la dictadura de profesores y padres. Autocalificada como “el musical diferente”, “Despertar de primavera” fue un suceso en Broadway. (Para los seguidores de “Glee”: Lea Michele, la protagonista principal de la serie, interpretó a Wendla en la versión norteamericana). En alas de ese éxito, llegó a la Argentina de la mano de la productora menos esperada para montar esta puesta por estos pagos: Cris Morena.
La sociedad que retrata “Despertar de primavera”, aunque un par de décadas anterior, es la religiosa comunidad autoritaria y ferozmente reprimida de “La cinta blanca”. Aunque no sea el propósito explícito, aunque los medios para retratarla sean otros, aunque el formato elegido sea diferente, la foto es la misma. El dogma religioso amalgamando la jerarquía de una sociedad, estructura rígida que se impone por la educación desde la cuna, sea en el colegio, sea en el hogar. Los profesores / padres de la sociedad de estas obras, son implacables, crueles, insensibles; la ignorancia y el temor, sus herramientas. Es objetivo es arrasar con todo signo de debilidad, describe un personaje. Arrasar con todo tipo de diferenciación.
Hanschen, uno de los personajes secundarios (el rubio cínico y homosexual), enumera tres conductas posibles en tal sociedad: los que siguen el status quo, los que tratan de modificarlo y aquellos que se acomodan a él y tratan de adaptarse, aprovechando las oportunidades que se presenten para pasarlo lo mejor posible. No importa los caminos: en todos los personajes juveniles se percibe un elevado nivel de angustia. Angustia generada por la diferencia entre lo querido y lo debido. Angustia azuzada por la presión de educadores y progenitores, haciendo sentir a cada uno, un bicho raro y perverso, una isla única de amoralidad retorcida, ante el hecho común de las hormonas en revolución.
De eso habla “Despertar de primavera”, con menor o mayor eficacia. Seguramente podemos encontrarle puntos flojos en el desarrollo de la obra; alguna letra que no termina de expresar bien lo que quiere postular. Pero, en todo momento, somos partícipes de ese sentimiento de rebeldía y angustia, de esa tragedia impuesta por una sociedad que no permite ningún atisbo de libre albedrío.
En el número final, el elenco viste ropas actuales; los reflectores iluminan al público; los actores se suben a los palcos o caminan por los pasillos. Entendemos que, pese a los años, pese a que nos creemos muy superiores a esa sociedad mojigata alemana, la dictadura de la jerarquía sigue presente y la herramienta de la ignorancia no se ha desactivado. Asume nuevos modos pero reina la duda, el miedo, la humillación al enfrentar el cuerpo del otro, el cuerpo que promete lastimarte al mismo tiempo de convertirte en la herida común, latiguillo de más de un tema musical.
La abrumadora mayoría del público de “Despertar de primavera” es el tipo de espectador que ha seguido las producciones televisivas de Cris Morena. Adolescentes del nuevo milenio. Son los que se identifican con los temas que propone la obra, no porque en estos tiempos falte información sobre el sexo, no porque no se pueda hablar de ciertas cosas, sino porque la angustia sigue presente, en otras formas, tapadas en el sobrestímulo de información inútil y contradictoria. Esa identificación no es poco para valorar en una comedia musical.
El elenco presenta sus altas y bajas, pero alguien se lleva toda la atención: Federico Salles. Su Moritz asombra. La energía de su voz, su expresividad, la presencia en escena, se destaca del resto. Y, pese a las altas y bajas señaladas (sobre todo en la actuación más que en la canción), es unánime la entrega del grupo, la vitalidad que despliegan sobre el escenario y la energía que emana de ese grupo juvenil, contagiando al público. El nivel de profesionalidad de este elenco juvenil es admirable. Hay que seguirlos de cerca: hay un gran futuro en cada ellos.
La otra pata fuerte de “Despertar…” es el ropaje visual. La escenografía llama la atención: un árbol central (donde se ubica la orquesta en vivo) sobre el fondo del cielo, enmarcado por una pared de grandes ladrillos grises. A los lados, butacas, adónde se retiran los actores cuando no actúan. El juego de luces arma y rearma el escenario. Las paredes se iluminan en segmentos lumínicos que varían con el paso de las escenas. El fondo celestial rota, sugiriendo interiores, atardeceres, tormentas. Más juegos para adornar la historia: sogas descolgándose de las alturas, elevando planos; micrófonos de pie; micrófonos de mano entregados por un personaje a los otros; saltos a la platea o a los pasillos. Es cierto que a veces, el frenesí de los cambios actúan en contra de la historia, distrayendo. Pero, en gran proporción, es un refuerzo estético al conflicto dramático en escena.
Próxima a bajar de cartel, “Despertar de primavera” se atreve a la audacia, a ir un paso más allá de lo comercialmente seguro. No dejará indiferente al espectador. Y eso es un gran punto a favor.
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