2.9.10

diferencias entre los hinchas del básquet y del fútbol

La cercanía de los mundiales de básquet y de fútbol me sugirió la conveniencia de reflexionar sobre los seguidores de uno y otro deporte. Permítaseme especular con una hipótesis: el básquet tiene un seguidor racional debido a las características del juego que exige un jugador y un entrenador racional, a diferencia del fútbol. Hay una diferencia enorme entre un juego y otro, que se puede observar con sólo prestarle atención a los periodistas deportivos que cubren y otro deporte. La carga intelectual del discurso del periodista de básquet es enorme en relación a la pobreza que se observa en el cronista de fútbol. Y no hablamos del nivel intelectual de los periodistas, sino del discurso. Los elementos que debe manejar el periodista de básquet son más complejos, más variados, más técnicos que los de fútbol.

El básquet es un deporte de porcentajes: si hago correctamente una cosa, cuanto más veces lo haga, más probabilidades tendré de ganar. Eso obliga a identificar qué cosas hago bien, cuáles son las que hace bien el rival y pensar qué tengo que hacer para potenciar mis virtudes y anular las del oponente. Más aún: qué tengo que hacer y qué es lo que puedo hacer.

Por la cantidad de ataques y defensas en cada partido y por la flexibilidad de las normas, encontramos que el jugador de básquet debe, necesariamente, ser un tipo inteligente. Con ser lungo solamente, no alcanza para ser un buen jugador de básquet; se tiene que ser lungo y vivo.

El jugador de básquet debe tener conocimiento de una serie de jugadas preparadas, debe aplicar un plan, debe poner sus ventajas técnicas en función del equipo, debe manejar un cúmulo importante de conocimientos tácticos complejos y resolver en décimas de segundo. Un segundo puede definir un partido.

Esa exigencia que plantea el juego, obliga a que, para destacarse, un jugador debe ser inteligente. Pero también lo debe ser el hincha y el periodista que siguen ese deporte. La profusa estadística del básquet es un ejemplo de la información que se necesita para analizar la tarea de un equipo y comparar su faena con la del rival.

Hay una propiedad del básquet que es notable: rara vez un buen equipo pierde ante uno inferior. Hay sorpresas, sí, pero son menos frecuente que en el fútbol. La dirigencia del básquet se preocupa por corregir las reglas para potenciar la superioridad del mejor equipo sobre el otro, como no ocurre en el fútbol. Valga como ejemplo la cerrada oposición de la dirigencia del fútbol a la introducción de la tecnología. Súmese el amplio rango de discrecionalidad en la aplicación de las reglas. Estos factores contribuyen a la igualación de las posibilidades de triunfo entre un único talentoso y otro que no lo es.

Podríamos especular que, aunque importante, en fútbol no hay una relación tan unívoca entre un buen planteo táctico y un triunfo. Cuando la relación se vuelve azarosa, neblinosa, no se necesita tanta inteligencia en el juego. Un zapallazo puede definir un partido. Lo que es una excepción, una jugada más en un partido de básquet, en el fútbol puede dar un triunfo.

No es raro encontrar en el fútbol, jugadores poco inteligentes; más aún, poco inteligentes ocupando lugares importantes. Y, por más que muestren su torpeza a la hora de decidir, rara vez se lo señala, desde la tribuna o el periodismo. Ahí hay una diferencia: un juego cuyos fundamentos del éxito no son claros, promueve seguidores menos formados técnicamente.

En alguna columna de Juan Pablo Varsky (cito de memoria) sugirió las diferencias de clase entre los jugadores de básquet (frecuentemente de colegios pagos, con mayor nivel socioeconómico) que los de fútbol (de menores recursos que ven en el juego la posibilidad de una salida económica; están más por interés que por amor al juego, por lo que las ganas de analizarlo disminuyen como la pasión por jugarlo). Es un factor que no creo menor. Lo cito, pero deberíamos profundizarlo en otra oportunidad.

En uno de los partidos de Argentina de la Generación Dorada, vimos a un jugador desprenderse de una cortina y tomar una posición de tiro de 3 puntos. Lo falló. El periodista dijo: “Bien tirado. Falló pero es lo que tenía que hacer”. Impecable el comentario. Efectivamente, en un juego de porcentajes, si repite esa jugada, de ese modo, serán más las veces que la pelota vaya adentro que las que vaya afuera. Una falla ocasional no era motivo para censurar una jugada bien realizada según el manual.

En oposición, escuchamos una máxima dada por un docente de periodismo deportivo a Fernando Niembro, al comentar un buen disparo de un delantero, que se fue ahí nomás: “Yo tenía un profesor que me decía: ‘No pateó bien. Si hubiera pateado bien, hubiera sido gol’”. Verdad de Perogrullo, sí. Pero que revela una diferencia conceptual en la crítica de uno y otro deporte. El comentario del fútbol es ex post; el del básquet, ex ante. El primero opinará sobre el resultado puesto. Y entonces, surgirán los calificativos de equipo ganador, de actitud, de mística, cualidades que se tienen o no pero que no pueden ser reproducidas en el futuro. Esa matriz mental apuesta al azar, a imponderables que no pueden ser controlados. En el básquet, en cambio, la identificación de las jugadas valiosas permite su repetición en el futuro, mediante el análisis y la preparación.

La diferencia no es menor. Revela la idiosincrasia de un juego y otro y moldea el perfil del seguidor de un deporte y otro. El hincha de fútbol apelará a los huevos; el básquet, a la inteligencia. Por eso podemos escuchar que un hincha de fútbol hable de “poner muchos delanteros; si nos hacen cuatro, nosotros le hacemos seis”; un hincha de básquet pecará de ignorante si expresara públicamente su desconocimiento de lo vital de la defensa para lograr el éxito. En básquet se festeja un tapón, un bloqueo, un robo, tanto como un muy buen doble o un triple. En fútbol, hubo un técnico que planteó un partido decisivo en el Mundial, sin mediocampo y se volvió a casa con cuatro goles en la canasta, recibido con aplausos a su regreso en Ezeiza. Peor aún: se habló de renovar el contrato para “continuar el trabajo”, como si repetir sistemáticamente lo que llevó al fracaso pueda, por simple perseverancia, mutar en éxito. No es raro: así se entiende el fútbol, como una ciencia oculta de comportamientos arbitrarios que pueden lograr su cometido (ganar) sin entender muy bien cómo se hizo.

No es menor que en básquet sea más importante el equipo que las personas (sin renunciar a que las personas son las que ganan los partidos); en cambio, es común en el fútbol pensar que las personas son más importantes que el equipo en su conjunto.

Una última observación: “Morir con la nuestra” es la frase que mejor representa estas diferencias entre los deportes mencionados. Es del fútbol; no del básquet. El básquet no tiene empacho en incorporar tácticas de otro, si se adaptan al plantel que se posee. Es más: se debe manejar muchas tácticas las que varían de un momento a otro, en un mismo partido. El fútbol prefiere morir con un planteo táctico aunque no rinda frutos, una muestra del alto componente irracional que posee este deporte, inadmisible en el básquet. Recuerdo el ejemplo de Marcelo Bielsa, repitiendo el mismo esquema con Brasil, perdiendo por goleada en todas las ocasiones e, insistiendo en que no se variaría el planteo pese al resultado. En básquet, un técnico que declarara eso, sería censurado por propios y extraños.

2 comentarios:

Gaby Cuenteando dijo...

Como ya sabés, soy bastante seguidora del básquet. Recuerdo que cuando le ganamos a EE. UU. en el mundial de Indianápolis empecé a golpear la mesa como una desquiciada, tal era mi felicidad. De hecho, he ido a ver con una amiga partidos de básquet, amamos a cada uno de los jugadores (bien de babosas, sip).

Yo creo que al fútbol se lo ha hecho un juego mediocre gracias a periodistas que hacen de la mediocridad una bandera, como esa ameba pusilánime que nombrás que es don Miembro. TyC Sports ha tenido gran culpa en ese sentido. Los nuevos periodistas son idiotas, feos y ni siquiera saben hablar, son tomados como periodistas porque saben franelear.

Obviamente también influye la educación. Recuerdo una propaganda de TyC Sports de hace muchos años que hacía Fabricio Oberto (♥) que decía algo así como "De dónde te pensás que salen los jugadores de la NBA? De las universidades". Claramente es otro mundo, uno que tiene mayor acceso a la educación, a la preparación.

Pero lo cierto es que lo complejo no garpa. El mejor canal de deportes es ESPN, un canal que da placer ver y escuchar sobre todo porque la mayoría de sus periodistas son gente con un bocho tremendísimo, que sabe hablar. TyC Sports es cada vez más mediocre, ni hablar de esa cosa horrible que es Fox (y precisamente ahí milita don Miembro).

Uffff, en fin. Que algo sé de canales de deportes y de hecho siempre bromeo con que viendo algunos especímenes bien podrían llevarme a mí XD.


Beso!

Marcelo De Biase dijo...

La decadencia del periodismo deportivo nacional es clara, Gaby. Y TyC fue la iniciadora de periodistas bonitos que no se les caía una idea ni en broma. El fútbol se pobló de esta fauna periodística en la que se observa la tendencia del relato, con el apoyo a ciertos amigos q sugiere relaciones comerciales no explícitas. Hay técnicos / jugadores q le apuntan desde el primer día y otros a los q se cansan de perdonárles la vida.

Pero el post se basaba en ver cómo, por lo que exige un juego y otro, genera un tipo distinto de seguidor. Porque el periodismo deportivo es malo, en uno y otro deporte, pero el de básquet necesita ser superior, exige gente más formada, porque sino no puede relatar la mitad de lo que hay q decir en un partido de básquet. Y, como consecuencia, también el hincha está más formado.

Habría que precisar las relaciones causales, tal vez, el hincha de básquet es el q lo practicó y eso lo hace conocer el juego, no como el fútbol. Pero es distinto, intuyo que no viene x ahí la cosa...

Gracias, Gaby x tu comentario y saluditos.