8.11.10

la bomba colectiva de la longevidad

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Sin embargo, más allá de las buenas intenciones y deseos hay otro mundo que no ha sido preparado ni construido para los mayores (tampoco para los más chicos como siempre lo ha señalado el pedagogo italiano Francesco Tonucci). Tanto desde el mundo de las oportunidades laborales, de la formación, las amorosas hasta los espacios públicos donde sólo se ponen bancos para que los mayores se sienten y rampas para personas que necesitan sillas de ruedas para movilizarse, las posibilidades para el bienestar del grupo de la llamada Tercera Edad todavía son escasas.

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“En el caso de la longevidad estudiamos cómo hacer para que los sistemas que "hacen a la administración de los recursos escasos contemplen esta nueva realidad que va a cambiar el mundo en los próximos 100 años: gente que era dejada de lado en el pensamiento, en el trabajo se va a incorporar al sistema. Hoy un hombre de 65 está muy activo en el pensamiento, en el trabajo y la sociedad necesita de esos recursos para usar en forma activa”.

Hay quienes consideran a los ancianos como un grupo desplazado del centro de interés de la sociedad. Parias, como los llamaría Zygmunt Bauman. Dentro del mapa de los marginados, a los ancianos ya les ha sido designado un lugar. Escribe el intelectual búlgaro Tzvetan Todorov en La vida en común: “La vejez es una disminución no sólo de las fuerzas vitales, sino también de la existencia. Su causa primera es el aumento de la soledad. ‘Yo comencé la muerte por soledad’, escribe Víctor Hugo: la existencia puede morir antes de que la vida se apague. El ser social del anciano es progresivamente ‘desconectado’ de las diferentes redes en las que participaba; el tedio se vuelve la experiencia principal de su vida. Los distribuidores habituales de reconocimiento desaparecen uno a uno (es la selección natural), y aquellos que los reemplazan –‘las nuevas generaciones’– no sienten ya ningún interés por él y además no le interesan (es la selección voluntaria). Ellos no necesitan al anciano ni él a ellos, cuando todavía la pulsión de existir se mantiene”.

El periodista francés François de Closets escribió con tres colegas Una vida extra, un libro donde se contraponen las dos caras de la longevidad: “un privilegio individual, una bomba colectiva”. De Closets pone el acento sobre cómo el mundo laboral torna anciana a su población antes del tiempo establecido y cómo expulsa del trabajo a los mayores: “un empleado no tiene derecho a formación permanente a partir de los 45 años. El currículo de alguien que solicita empleo y tiene más de cincuenta años se tira a la basura y no se lee. La entrada en el mercado del trabajo es más y más tardía a causa de los estudios universitarios, y la salida más y más temprana”. Los círculos se achican y generan en los ancianos nuevas formas de guetos de excluidos.

El intento por desplazar a los ancianos del centro social, de los focos mediáticos, de hacerlos invisibles se relaciona con cierta negación de la posibilidad concreta de la muerte. El sociólogo Norbert Elías decía que hay una “soledad del moribundo”, es decir, del anciano, que es específicamente moderna, “tenemos miedo a la muerte, por lo tanto también a todo lo que nos hace pensar en ella”. A su vez, Todorov profundiza: “Preferimos alejar de nuestra mirada a aquellos que nos la recuerdan demasiado. Se encierra a los ancianos en asilos, donde no ven más que a otros ancianos y así nos desembarazamos de ese espectáculo inconveniente; pero en esos lugares ellos sólo obtienen un mínimo sentimiento de existencia porque frecuentan no a aquellos con los que contaron durante toda su vida sino a desconocidos, que además se les asemejan y que por lo tanto son inútiles. Una pluralidad de soledades no crea una sociedad. El paso siguiente es el hospital, donde actualmente muere la mayoría de las personas de edad: allí cuidan sus órganos, no su ser; se busca prolongar su vida, no su existencia. Los ancianos mueren solos: la existencia los ha abandonado antes que la vida”.

Todorov pone la atención sobre una consecuencia fundamental de esta situación celebratoria de la extensión de la vida. Se alarga la vida de los cuerpos, no su existencia.

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HÉCTOR PAVÓN
“Quién pagará nuestra larga vida”
(“ñ”; 01/11/10)

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