5.1.11

del archivo chatarra: la conexión argentina de Jack, el Destripador

super chatarra special

En octubre de 2004, contamos la historia de, tal vez, el asesino serial más famoso de la historia, el infame Jack, el Destripador. Del especial elaborado para “Super Chatarra Special” en esa oportunidad:

http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/octubre2004/NUEVO0410.htm

seleccionamos el artículo dedicado a la posible “conexión argentina”, la tesis del escritor y poeta Juan Jacobo Bajarlia de que el asesino serial británico habría muerto en Buenos Aires, impune de sus crímenes.

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En un artículo publicado en una revista en febrero de 1976, Bajarlia explora la tesis de que Argentina fue el lugar dónde murió Jack, el Destripador. En la nota, Bajarlia cuenta que un tal Griffith Salway, en 1952, confesó a su esposa, en su propio lecho de muerte, una historia ocurrida en su juventud. Cuando era un joven secretario en una compañía financiera de Londres, trabó contacto con un tal Alonzo Maduro, un financista que trataba de colocar acciones de una compañía argentina en el mercado. Eran los tiempos en que Jack, el Destripador, aterraba a la opinión pública con sus sádicos asesinatos en Whitechapel, barrio en el que Salway se cruzó con Maduro en la noche de uno de los crímenes.

Salway le confesó a su mujer que, cuando Maduro planeó el regreso a Buenos Aires, lo ayudó a preparar las valijas. En esa tarea, descubrió que uno de los baúles tenía un doble fondo que ocultaba un sobretodo gris, un sombrero flexible, un delantal manchado de sangre y bisturíes. Maduro partió hacia Buenos Aires y Salway se quedó con la impresión de que Jack, el Destripador partía de Londres en ese acto.

Las posteriores investigaciones de Bajarlia dan con las pistas de un extraño vecino porteño, un tal Alfonso Maroni que se paseaba con el sobretodo gris y el delantal descripto por Galway, entre los árboles de Paseo de Julio, la actual calle Leandro N. Alem. Bajarlia asegura que este individuo falleció en octubre de 1929, a los 75 años, en una casa frente a la actual Plaza Roma.

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Otro sospechoso de calzarse los zapatos de Jack, el Destripador, es el húngaro Alois Szemeredy, médico militar, quien arriba en 1874 a la Argentina. La noche del 25 de julio de 1876, se produjo un asesinato en un prostíbulo de la calle Corrientes y Reconquista que lo tiene como protagonista. Un tal, Bapiste Castagnet, a los gritos por la calle, denuncia a la policía el crimen de su amiga Karoline Metz, a quien encontró en su cama, muerta, con una herida de oreja a oreja, modus operandi de Jack, el Destripador. Poco antes, había entrado al cuarto con Szemeredy a quien conoció en el barco que la trajo a Buenos Aires.

Un saco gris, un cuchillo, un sombrero de fieltro negro y un reloj con el nombre de Szemeredy fueron encontrados en la escena del crimen. El húngaro escapó de la búsqueda policial, emigró a Brasil, donde fue detenido y devuelto a la justicia argentina; en 1881 fue absuelto de todos los cargos, con excepción del robo del reloj.

Su vida es un peregrinar de ciudad en ciudad; retornado a Europa, fue internado en un asilo mental del que sale para estar al cuidado de su familia. Pero su final se da en Viena, en 1892 y en prisión, suicidándose mientras espera el juicio por asesinato y robo. Varios testigos lo habían reconocido por su mostacho.

No hay dudas que Szmeredy fue un asesino; sin embargo, no hay pruebas de que, en 1888, en los días de terror de Jack, el Destripador, estuviera en Londres.

Una especulación enlaza a este húngaro con el financista señalado por Salway: Eduardo Zinna propone la tesis de que son la misma persona. Su argumento: ambos nombres suenan igual en los labios de un inglés con un pobre dominio del castellano.

Como prueba, escribe las pronunciaciones de los dos personajes:
A-LON-soh-mah-DOO-ro

A-LOI-seh-meh-REH-dee
Otros estudiosos del tema, niegan esta posibilidad. La descripción física que llegan de ellos, divergen. Alonzo Maduro y Alois Szmeredy fueron, seguramente, dos personas distintas. Y no puede probarse que ninguno de ellos haya sido el mítico Jack, el Destripador.

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Pero la conexión argentina de Jack, el Destripador no se agota aquí. Hay una posibilidad más: el sacerdote irlandés Mac Conastair cuenta a un investigador argentino que, un sacerdote de su congregación, cuando era un joven capellán del Hospital Británico, asegura haber recibido la confesión de un moribundo que declaró ser Jack, el Destripador. El motivo del crimen: castigar a las prostitutas que habían contagiado de sífilis a su hijo. El hombre murió de cáncer y fue enterrado, días después de esa confesión, en el Cementerio del Oeste, la actual Chacarita.

Tal vez, debajo de una lápida ignota de la Chacarita, se encuentren los restos del más vil asesino que conoció la historia del crimen.

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