6.1.11

la matriz cultural de la estupidez

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VIDEOCRACY
fuente: http://www.imdb.com/title/tt1500516/

Erik Gandini es un italo-sueco exiliado en Suiza. Y es el autor de un documental que describe el modelo político cultural de Silvio Berlusconi. La película tuvo problemas para su emisión en Italia (las cadenas Mediaset y RAI se negaron a transmitir el trailer de la película) y la rechazaron para integrar la sección oficial del festival de Venecia. No llama la atención, porque Gandini, simplemente, deja la cámara y muestra las taras de la convivencia incestuosa del poder político con el dinero y la estupidez. El registro de la mediocridad de una clase dirigente político y empresarial, montada sobre el aparato televisivo, por momentos roza el relajo y provoca (sin proponérselo) la carcajada.

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Que sólo se limite a mostrar, no es poca cosa. Pero puede achacársele a “Videocracy” que no se atreva a ir más allá, profundizar el retrato y preguntarse en qué punto, la sociedad italiana se redujo a esa caricatura sexista y sin escrúpulos; qué carencias presenta la oposición de izquierda para que Berlusconi sea la mayoría; en qué momento la sociedad italiana perdió los valores de la honra, el respeto, el orgullo del trabajo, para transformarse en esa decadente sociedad en la que todos buscan sus quince minutos de fama para conseguir el dinero que dé poder, sexo y felicidad.

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(Como argentino, uno no puede dejar de ver los paralelos de Berlusconi con el modelo menemista y, peor aún, por su continuidad, con la televisión basura del tándem Suar – Tinelli y su oponente Telefé con el “Gran Hermano”. Al ver los tramos en que “Videocracy” detalla la popularidad ganada por ciertos celebrities impuestos por el aparato televisivo, no pude dejar de asociarlo con una imagen reciente: la Presidenta de la Nación, tan celosamente dispuesta a no permitir el saludo de los jefes opositores a su gobierno en el sepelio de su esposo, a los abrazos con Tinelli.)

Si bien “Videocracy” no intenta analizar el fenómeno y se queda en la superficie del hecho, logra el objetivo de perfilar los principales rasgos del fenómeno. Eso es importante para, por lo menos, empezar a entenderlo. Hay en el modelo de Berlusconi, un claro sexismo. La mujer como cacho de carne, el arquetipo caro al gusto latino: pechos generosos, caderas amplias. La pose del burlesque: bailar mostrando el culo mientras todos te aplauden. El clímax se observa en la propaganda política televisiva con la canción “Menos mal que lo tenemos a Silvio”, donde no se ve un solo hombre en el corto de campaña y, más aún, ni una sola de las mujeres que canta por Berlusconi es fea. Hay para todos los gustos: rubias, morochas, rellenas, flacas, petisas, altas. Pero son todos minones.

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Yendo un poco más allá, se observa una obsesión por la belleza y la alegría. No hay permiso de bajar la guardia. Se hace culto de la alegría, del aprovechar el momento, de no imponerse restricciones morales. La televisión de Berlusconi es un carnaval adolescente (aún de aquellos jovatos rejuvenecidos con sus grotescas máscaras de colágeno). Como toda festichola adolescente, hay cierta pulsión a la muerte que se refuerza en el temor omnipresente a asomarse a lo oscuro, a lo trágico que hay en la vida. Danzando en el Titanic, prolongan la fiesta como un sustituto de la vida.

Cuando el modelo se extiende a un país, la tensión está ahí, latente, en los “perdedores” del juego: los feos, los desabridos, los mutilados, los discapacitados, los pobres, los sucios. Aquellos que anhelan llegar a una pantalla que saben imposible. ¿Cómo compartir la fiesta desde lejos? Esa tensión no se observa en “Videocracy”. El retrato del esfuerzo (vano) de Ricky por llegar, es el prólogo al desencanto. Pero “Videocracy” no muestra a esa legión que ve desde lejos como otros festejan.

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En los títulos finales, se sugiere que la falta de educación de una nación, la televisión como único medio de información del ciudadano, los ataques a la libertad de prensa son los factores explicativos del éxito electoral del modelo de Berlusconi. Parece una hipótesis plausible para encontrarle la vuelta al fenómeno, pero seguramente no explica todo. Habrá que rascar la superficie y ponerse a pensar cuándo una sociedad deja de ser razonable para volverse voluntarista. Cuándo elige, voluntariamente, atontarse como forma de vivir la vida.

“Videocracy” es un documental que nos permite ejercer la reflexión y el pensamiento, ejercicios aptos para mantenernos alejados del Universo Berlusconi. Por eso, aún con sus carencias, “Videocracy” es un documental para tener en cuenta.

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