6.7.11

con el títere en la mano

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LA DOBLE VIDA DE WALTER
data: http://www.imdb.com/title/tt1321860

Uno de los más raros personajes de los últimos tiempos y una muy buena actuación. Son los méritos de “La doble vida de Walter” de y con Jodie Foster, filme fallido pero con esos dos puntos rescatables.

“La doble vida…” (“El castor”, el título original) es la historia de Walter Black, empresario, dueño de una fábrica de juguetes, casado, dos hijos, quien padece una profunda depresión que lo va alejando de todo y todos. La cama es un atractor imposible de esquivar. Su rostro es la imagen del aburrimiento, el hastío, la decoloración de un mundo que se ha vuelto plano.

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Cansada de esa vida, su esposa Meredith lo echa de casa. Walter amaga con un intento de suicidio, detenido por un imprevisto personaje: un castor, un títere que Walter ha encontrado en la basura y porta en su mano izquierda. El castor toma el comando de su vida: habla por él, organiza su vida, recupera a sus hijos y esposa, relanza su empresa. Escondido, detrás, está el Walter Black que se hundía en la depresión.

Ése es un giro crítico para la historia: vamos a contar la vida de un tipo que habla por la boca de un títere que ostenta en su mano. Ése sólo acto puede derivar en el más completo ridículo que haga naufragar la película. Sin embargo, la historia sale indemne y funciona. En manos de Mel Gibson, Walter Black conmueve y nos hundimos, más y más, en su angustia existencial. Walter no puede dar más de lo que da. Walter es incapaz de abandonar su depresión: está ahí y lo estará por siempre. Ésa comprensión define su vida.

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En ese punto encontramos una escena clave, la discusión de Walter y su esposa Meredith en un restaurante, sin el Castor de por medio. Walter le recrimina que ese hombre “normal” no está, que murió, que nunca volverá. Es el punto crítico del filme. Y cuando pasa ese punto, defecciona. Era el momento de decidir para dónde iría la trama. Porque el problema principal para el guionista era que, hasta ahí, la historia había sido tan original, evitando los lugares comunes, que el desenlace exigía que fuera convencional. Y el final no tiene fuerza. Por eso nos deja esa sensación de cabos sueltos, de tarea no realizada. Ese final es menos potente que el resto. Y, como en el boxeo, los últimos rounds son los que inclinan la pelea, a la hora de las tarjetas.

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(Arriesgamos una interpretación del final: Walter se salva por sus hijos. Si es por Meredith, ya estaría muerto. Si decide seguir en esa montaña rusa (metáfora visual de su vida) es por sus dos hijos que lo han aceptado, aún con la limitación de su enfermedad; no en vano, Meredith está en el asiento de atrás, no a su lado, como no lo estuvo en toda la película).

No ayudan mucho las historias secundarias (especialmente la del hijo mayor). Por lo que “La doble vida de Walter” se sostiene, exclusivamente, en el protagonista y en la actuación de Mel Gibson. Con eso alcanza para redondear una buena película, que pudo ser notable, pero que vale la pena ver. Agenden. Es una buena opción.

La frase: “Todo el mundo necesita un amigo. Y tú me tienes a mí”.

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