Ahora que estamos a horas de una nueva elección presidencial y legislativa, vale la pena transcribir uno de los últimos monólogos que el gran Pepe Arias presentaba en mayo de 1966 (a días en que yo nací) en “Operación Bikini”, una de las revistas teatrales de Carlos A. Petit.
Lo publicamos en el especial de abril de 2002 de “Super Chatarra Special”:
http://www.superchatarra.com.ar/edanteriores/abril2002/pabh0204.htm
Arias pasaba revista a 40 años en Casa Rosada de Alvear a Onganía. Éste es el texto:
Aquí donde ustedes me ven, con estos entorchados y galones, hace 40 años que trabajo de ordenanza en la Casa Rosada. ¡Cuarenta años! ¡Diecisiete presidentes! Siete constitucionales; diez, de prepo. Si los diecisiete hubiesen durado los seis años de rigor, habríamos necesitado 102 años para todos... ¡Dios nos libre! Cinco abogados, un procurador, un médico, diez generales. Curas no tuvimos ninguno. Debe estar prohibido.
Sacando a Justo y a Juan Domingo, que batió el récord de permanencia en el sillón de Rivadavia, ninguno de los otros 15 llegó a sillón completo. Algunos fueron juramento, debut y despedida: Rawson llegó a las 24 horas; el general Poggi estuvo 2 minutos, 4 segundos, un quinto.
En el momento en que le iba a dar el bastón el escribano mayor gritó: “¡A ése no!” y se lo dieron a Guido, que estaba de mirón. Un presidente cada 600 días hábiles. Cuando yo entré a la Casa Rosada, en el 26, estaba Alvear: radical con apellido conserva; le gustaba el champán, las chicas de teatro, pasear por Florida. Qué tiempos aquéllos. ¡Todavía no se habían inventado los comunistas!
Después vino Yrigoyen: en la primera etapa fue un fenómeno. En la segunda empezó a aflojar. No tomaba café, tomaba carqueja. No salía ni a la esquina. Reservado, huraño, cauteloso. Lo llamaban Peludo por que no salía de la cueva. El Peludo fue el que inauguró el circuito Casa Rosada-Isla Martín García.
A Uriburu le encantaba que los humoristas lo cargaran. Iba a todos los teatros de revista y se reía como un loco cuando le decías bigotudo, Después vino Ortiz, un gordo fenómeno: si llega a tener salud, don Roberto arregla el país. Luego vino el petiso catamarqueño, más honrado que una mucama española. Se llamaba Castillo y... ¡adiós, pampa mía! Se vino la maroma castrense: Rawson, Ramírez, Farrell. Y Juan Domingo, que estaba con el bombo en la puerta de Trabajo y Previsión, cazó la mandolina y ¡hasta más verte, vida mía! Once años de sinfonía.
En el ‘55 los marineros le dejaron inconclusa la sinfonía al primer deportista. Si se quedaba un año más inventaba la motoneta con una sola rueda. ¡Se las sabía todas! Era un campeón el depuesto: lo enloquecían los desagravios. Un día se engripó y le hicieron un desagravio a la gripe. El Macho era un pericón Balanceo, a la voz de ¡ahura! y el país entero a chupar las medias. En once anos no quedó un calcetín seco en toda la República.
Después llegó Lonardi y dijo: “Ni vencedores ni vencidos”. Se equivocó y afuera. Vino el vasco Aramburu: serio, elegante, no se reía nunca… bueno, el Almirante negro tampoco: hacían un dúo (de funeraria). Pera al final los de la Libertadora se ganaron el odio del pueblo. Tenían muchas pretensiones: querían que la gente laburara, Después vino Frondizi, el doctor hecho cráneo. ¡Qué marote para el año dos mil! Lo tenía todo estudiado. Me dijo: “Mirame bien, Vicente, acaba de subir un presidente con toda la barba”. El flaco acababa de tener un amable recuerdo para Fidel Castro.
Una noche, Narí se acostó en Olivos y se levantó en Martín García leyendo Política y petróleo. Después llegó Guido. Cómo llegó, jamás se supo. De mañana no tomaba café, tomaba Chissotti. A la tarde Amargo Obrero. A la noche, Ferro Quina Bisleri. ¡Se agarraba cada curda! Después le tocó a Illia. Pachorriento, calmoso. Le pusieron “Tortuga”. Ya sabés el final: pidió un taxi para irse, se despidió de mí: “Vicente, no te olvides del Chofitol y no te pongas triste. Estos que vienen van a hacer tantas macanas que al final todos van a extrañar a la Tortuga, acordate”.
Ahora está Juan Carlos (por Onganía). Silencio, hospital. No le gustan las bromas. Es muy serio. Habla poco. Te mira y te quema la solapa. Hay que esperar que se ablande.
Mi presidente ideal debería tener la presencia de Alvear, la elegancia de Aramburu, la calma de Illia, la honradez de Yrigoyen, la facilidad para engrupir a la gente del loco... Con esta mezcla seguro que el presidente podría durar seis años, Claro, a menos que apareciese Álvaro Alsogaray por la Casa de Gobierno. ¡Es un campeón el tarta! No se da por vencido, es un fanático: así como hay fanáticos de Chacarita, él es un fanático de la miseria. Y mirá que es simpático. En la TV sale mejor que Sarita Montiel.
Buscando en la red, encontramos, el Monólogo 2000 de Tato Bores quien empieza con Frondizi y la sigue hasta Menem.
Monólogo 2000 (parte 1)
Monólogo 2000 (parte 2)
En tiempos que estamos huérfanos de humoristas con esta capacidad de contarnos las alzas y bajas de la historia argentina, sólo cabe pedir: Vermouth con papas fritas, la neurona atenta y… ¡Good Show, queridos chichipíos!
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