2.12.11
las células inmortales (II)
En los exámenes en el Hopkins, los médicos habían tomado muestras del cáncer de Henrietta. Una de esas muestras llegó al Dr. George Gey quien trabajaba frenéticamente buscando una línea de células humanas que viviera fuera del cuerpo. De lograrlo, se podría experimentar con los cultivos de un modo que no se podía hacer con los humanos. Y, como Gey presumía, eso sería una herramienta fundamental en el combate contra el cáncer.
Justamente, las células extraídas del cuerpo de Henrietta demostraron unas características poco usuales, aptas para el desafío que enfrentaba Gey. Habitualmente, hay un límite en el número de veces que se reproduce una célula humana. En cada división celular, se acortan los telómeros, extremos de la cadena de ADN. Cuando estos son demasiados cortos, la célula muere. El número límite de divisiones celulares es 50, el llamado “Límite de Hayflick” por el científico que lo postuló. Las células extraídas a Henrietta Lacks eluden este límite. Son, virtualmente, inmortales. Se reproducen una y otra vez, manteniéndose excepcionalmente estables. Más aún: cada 24 horas doblan su número.
Esas características atípicas permitieron responder satisfactoriamente al desafío de Gey: un cultivo celular que viviera en un tubo de ensayo. Gey bautizó a este cultivo, que presentó a la opinión pública el mismo día que murió Henrietta, como las células HeLa, acróstico que ocultaba el nombre de su donante. Buscando preservar su identidad, se dijo que el nombre se refería a una tal Helen Lane o Helen Larson; pero, a los pocos años de su presentación, abiertamente se sabía que HeLa hacía referencia a Henrietta Lacks.
La fortaleza de las células HeLa es de tal tenor que contamina otros cultivos y tejidos. Se ha calculado que entre el 10% y el 20% de los linajes celulares in vitro están contaminado por las células HeLa. Más aún, una contaminación por HeLa produjo un incidente, durante la Guerra Fría, entre la URSS y Estados Unidos por un intercambio científico entre las dos superpotencias.
Aún hoy se desconoce el mecanismo de la multiplicación sin límites de las HeLa. Se ha calculado que, a la fecha, hay más células de Henrietta Lacks que las que ella misma reunía cuando estaba viva. Un biólogo, Leigh Van Valen, propuso reconocer las células HeLa como una nueva especie: la HeLacyton gartleri. Sus argumentos no han convencido a la comunidad científica, pero no deja de llamar la atención sobre la peculiaridad de este cultivo.
Gey donó sus muestras a la comunidad médica internacional. Los estudios con células HeLa se multiplicaron por el mundo. Las células derivadas de ese tejido original fueron indispensables, ya no en la lucha contra el cáncer, si no en las investigaciones de otros campos. La lucha contra la poliomielitis contó con la ayuda vital de las células HeLa y el Dr. Jonas Salk probó en ellas, su vacuna. Estudios de radiación, contra el Parkinson, el Alhzeimer o el SIDA, fueron realizados en estos cultivos. Paradójicamente, las células de la joven negra que, en vida, no llegó más lejos que la distancia que hay de Virginia a Baltimore, fueron llevados al espacio en distintas misiones espaciales.
En 1970, el Dr. Gey moriría de un cáncer de páncreas, derrotado por la misma enfermedad contra la que había luchado por décadas. Antes de morir, donó a la ciencia muestras de su cáncer, para persistir en la lucha. Gey nunca lucró con las células HeLa. Cedió gratuitamente sus investigaciones para avanzar en la lucha contra la enfermedad. Pero hoy, la industria farmacéutica ha montado un millonario negocio alrededor de estos cultivos, derivándose más de 11 mil patentes. Cabe señalar que nunca se solicitó el permiso expreso de Henrietta para utilizar sus tejidos. Es una conducta común en ese tiempo; se consideraba que los tejidos extraídos a un paciente durante un tratamiento, eran propiedad del centro de salud que los había obtenido. Ni ella, ni sus descendientes, compartieron una fracción de las millonarias ganancias generadas por el descubrimiento.
(continúa mañana)
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