22.11.12

los que supieron darme la espalda

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… y el pintor Enrique Larrañaga, al tiempo de condolerse porque los pintores del jurado no me habían tomado en cuenta, quiso justificarlos y justificarse ante mí, y me dijo, en el tren de camaradería peculiar en él, como dirigiéndose a un hombre que está por encima de las pequeñas intrigas gremiales: -“Vos sabés, Emilio, cómo son esas cosas; si te premiamos, nos jodemos”.

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Exceptuados Antonio Sibellino y Lucio Fontana, que vivió algunos años en el país, el único artista plástico que frecuentó nuestra casa asiduamente y nosotros la suya, fue Ramón Gómez Cornet. Durante un largo período nos vimos muy a menudo, luego las visitas recíprocas se distanciaron, la amistad aflojó sin ruptura y sin que me explicara por qué este buen amigo siempre afectuoso no buscaba, como en el pasado, la oportunidad de estar juntos. Fue Sibellino quien me abrió los ojos, diciéndome lo que Gómez Cornet le había dicho, que mi amistad le costaba muy cara, medida por el vacío que le hacían los colegas.

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En una sola ocasión vino un artista argentino a ofrecerme algo: fue Lino Enea Spilimbergo; deseaba que yo dictase en Tucumán un curso temporario de Composición. No lo acepté, como nunca acepté nada mientras Perón manejó el país. Si conservé la Dirección del Museo, fue porque llevaba casi trece años de ejercicio en el cargo cuando se inició la dictadura.

EMILIO PETTORUTI
“Un pintor ante el espejo”

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