2.12.13

un hombrecito infame (I)

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El hombrecito había nacido en Rheydt, una ciudad industrial de la cuenca del Ruhr, cuando moría el siglo XIX. Nacido en el seno de un hogar católico, perdería su fe en un recodo del camino. Bajito, ojos castaños, pelo oscuro, cojeaba de la pierna derecha por una operación fallida realizada en la infancia, para corregir una afección ósea. Su físico estaba muy lejos del ideal de pureza ario que se imponía en esos años. Brillante estudiante, leído, se había ofrecido como voluntario en la Primera Guerra Mundial. Pero, su cojera, lo invalidó para el frente de batalla. Debió conformarse con un puesto de oficina, en la Unidad de Ayuda Patriótica.

Pese a sus deficiencias físicas, tuvo mucho éxito con las mujeres. Siempre lo rondaron durante su vida. Su primer gran amor, Anka, se estrelló en las diferencias económicas: Anka era de una familia rica que objetó el romance con un hombre sin fortuna. Por esa crisis, el hombrecito soñó con ideas suicidas. Pero otro amor lo rescató de la nada; Else, su compañera de estudios.

El hombrecito soñaba con escribir. Escribió una novela cuasiautobiográfica y varios poemas románticos. No logró publicar ninguna. Abatido, trabajó como empleado bancario y en la bolsa de comercio. En esos tiempos fue formando su ideología, con las lecturas de Nietzche, Splenger y Chamberlain.

Un día, su novia Else le confesó que su madre era judía. “Desde ese momento, su encanto terminó para mí” escribió en su diario. Al año siguiente, el hombrecito, Joseph Goebbels se afiliaba al Partido Nazi.
“Estoy tan desanimado con todo. Todo lo que intento es totalmente equivocado. No hay escape de este agujero. Me siento cansado. Todavía no he encontrado un propósito real en la vida. A veces, me da miedo salir de la cama por las mañanas. No hay ninguna razón para levantarse”.
Del diario de JOSEPH GOEBBELS

(continúa mañana)

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