9.10.14

el misterio del mary celeste (I)

wikipedia

El 5 de diciembre de 1872, a las tres de la tarde, la tripulación del Dei Gratia divisó un bergantín navegando cerca de las islas Azores. David Reed Morehouse, capitán del Dei Gratia conocía la embarcación: era el Mary Celeste, el navío de su amigo Benjamin S. Briggs.

“Dirigía la proa hacia el Este, amurado a babor, mientras era impulsado por una suave brisa del Norte, pero seguía teniendo las velas acuarteladas y dispuestas como si el viento viniera por estribor, es decir por el Sur” contaría a las autoridades navales, posteriormente, Morehouse. Con sólo verlo, sospechó que algo raro pasaba con el Mary Celeste y sus tripulantes. Morehouse ordenó a su Primer Oficial que eligiera cinco hombres y abordara el barco.

La nave venía predestinada desde su creación. Dos capitanes anteriores de la nave habían muerto, cuando el bergantín se llamaba Amazon: uno ahogado; el otro en el viaje inaugural. Estuvo varios años en servicio, hasta que en 1867 quedó varado por una tormenta en Nueva Escocia (Canadá). Rescatada y vendida a un norteamericano, se la refaccionó y se la rebautizó como Mary Celeste. Mary, no Marie por un error del encargado de pintar el nombre en la embarcación.

Un mes antes de toparse con el Dei Gratia, el Mary Celeste había zarpado de Nueva York. Acompañaban a Briggs, su esposa Sara y su pequeña hija Sofía de dos años y otros siete marineros. Además, los 1700 barriles de alcohol que debían dejar en Gibraltar.

Los hombres del Dei Gratia subieron al Mary Celeste y no encontraron a nadie. El diario de navegación (encontrado en el camarote del capitán y no en el puente) registraba anotaciones hasta el 24 de noviembre, frente a las Azores, con mal tiempo; en la pizarra del puente había una fecha más reciente: 25 de noviembre y que estaban al noreste de la isla de Santa María. Es la última anotación de los tripulantes del Mary Celeste.

La sensación era de que la tripulación había abandonado el barco en forma urgente. La comida todavía estaba sobre la mesa, en orden: pollo en una cacerola, unas tazas de té. Se encontraron las ropas del capitán y su familia además de alhajas y una cantidad de dinero. Había un metro de agua en la sentina, una cantidad que no era crítica para la navegabilidad del navío.

Sí faltaba el único bote salvavidas, un sextante, el cronómetro y la bitácora. De los barriles de alcohol, sólo nueve estaban vacíos y en mal estado.

No había respuestas para lo sucedido. Y esas respuestas no llegarían nunca. Porque la desaparición de la tripulación del Mary Celeste es uno de los grandes misterios de la historia marítima.

Morehouse llevó el navío de regreso a casa y reclamó la indemnización por rescate de barcos naufragados, costumbre en estos casos. Tras una investigación, recibió una recompensa de 1700 libras esterlinas.

De lo que pasó en esos días de finales de noviembre de 1872, queda en el terreno de las especulaciones. Especulaciones que irán abonando las teorías sobre el destino del Mary Celeste, teorías que no logran satisfacer completamente todas las preguntas que el caso genera.

(continúa mañana)

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